El día siguiente amaneció distinto.
No sabría decir por qué, pero algo se sentía fuera de lugar.
Ni el mate tuvo el mismo sabor, ni el silencio sonó igual.
Era como si el aire pesara más.
Como si mi cuerpo ya supiera lo que mi mente aún no quería aceptar:
que algo estaba por cambiar.
Él aún no contestaba mis "buenos días", así que fui a regar las plantas antes de empezar la cena. Cuando me puse a cocinar, llegó su mensaje:
"Buenas, estaba haciendo mandados. ¿Qué hacés? No voy a poder ir hoy, me olvidé que tengo fútbol."
Después de unos segundos, contesté:
"No pasa nada, amor. Acá estoy cocinando, ¿y vos qué hacés?"
Pensé que él también tenía sus cosas, y que no era tan grave. Terminé de cocinar, comí y volví a la cama. Hoy solo tenía planes de estar con él, así que no se me ocurría nada más que hacer.
"Ya me voy a jugar al fútbol, después te hablo."
"Bueno, yo me voy a dormir un ratito. Hablamos después, ¿sí?"
Me dormí enseguida y desperté horas más tarde. El atardecer entraba por la ventana, tiñendo el cuarto de naranja. Me fijé la hora: había dormido más de tres horas. Agarré el celular rápido, pero todavía no me había hablado.
"Holis, ya desperté. ¿Cómo te fue?"
A los minutos respondió:
"Bien, hice dos goles y ganamos 4 a 2. Después fuimos un rato a la plaza con mis amigos."
Quise preguntarle por qué no me había hablado, pero quizás simplemente se le pasó el tiempo. No quería parecer intensa, así que seguí actuando como si nada.
A la noche me escribió que iba a venir al otro día. Me puse feliz.
Y me dormí enseguida.
Lo abracé como si no lo viera hacía semanas.
Él me sonrió y lo llené de besos. Ese día quisimos salir a la rambla -idea mía- para aprovechar lo lindo de Montevideo. Llevamos cosas para comer y tomar.
Hablamos de su vida, de la mía y de cosas sin sentido. Fue un día hermoso, con pinta de que el atardecer iba a complementar lo perfecto que era.
Se hizo de noche y nos fuimos, pero él a su casa y yo a la mía, ya que tenía que salir con su madre temprano al otro día.
Al llegar a casa estaba feliz, pero algo en mi interior estaba mal. No sé qué era, pero no paraba de pensar que lo quería tener cerca en ese momento.
Me puse a cocinar intentando distraerme y hablaba con él de lo lindo que habíamos pasado. Un "ya te extraño" mío recibió un "yo también, mi amor" suyo.
Me puse a comer viendo videos y se me pasó por la mente stalkearlo, aunque sabía que él no subía nada. Empecé, por curiosidad, a ver sus seguidos.
¿Por qué lo hice? Nada de lo que vi me hizo bien. Ver tantas mujeres de todo tipo me generó inseguridad, pero "es normal", me dije. Ya las seguía antes de estar conmigo.
Yo también seguía a hombres y no significaba nada, pero se me ocurrió borrarlos. Borrar a cada hombre que seguía.
¿Para qué los quería, si ya tenía al que quiero?
Me fui a acostar, pero no podía dormirme. Miré mi serie hasta que concilié el sueño.
Llegó a casa y le pregunté qué quería cenar hoy. Me dijo que ñoquis. Me ayudó a prepararlos mientras escuchábamos música. No quería más nada que eso: estar así, con él.
Comimos y fuimos a la cama. Sentirlo cerca, piel a piel, no era suficiente. Lo amaba y no quería que llegara el momento de que se fuera. Pero al anochecer, se fue.
Me fui a bañar para luego dormirme, y veo un mensaje de una conocida de redes. Hablamos un poco de todo; era muy dulce y me ayudaba a distraerme.
"Cómo que me aparece mi ex en sugerencias" me dijo. Al ver la captura, veo que era él.
"¿Es tu ex?" le pregunté, sin saber qué más decir.
"Sí, veo que lo conoces porque lo tenés de amigos en redes" respondió, y enseguida agregó:
"Éramos novios, pero como era muy a la distancia, terminamos."
Y luego:
"En sí, aún no lo supero."
Yo, leyendo eso, con el corazón en la mano, sin saber qué decir. No dije nada. Mi mente quedó en blanco, con angustia.
Le mandé esa captura a él. Quería que me dijera algo, algo que me hiciera sentir que ya no sentía nada por ella, porque si ella no lo había superado, también podía ser que él no la hubiera superado.
"Si quieren estar juntos de nuevo, no me voy a interponer. Solo quiero la verdad," dije.
Él contestó:
"Ella me dejó de hablar, no sé por qué pone eso."
Esa respuesta no arreglaba nada; al contrario, me hacía sentir peor.
"No contestaste lo que te dije."
Y respondió:
"No quiero estar con ella, quiero estar contigo."
Nada cambió en mí. Esas palabras no calmaban, pero decidí creerle y no seguir más con eso.
A la chica no le dije nada en concreto sobre nosotros; y no sé por qué.
Esa noche me acosté con la sensación de no poder respirar del todo.
No era culpa de él, no era nada que hubiera hecho... pero mi mente no quería aceptarlo.
Cada palabra que me dijo seguía sonando hueca, como si necesitara más que palabras para convencerme.