Fragmentos De Nosotros

El lugar al que no puedo volver

Pasaron varios meses. Todo estuvo un poco mejor, en lo económico y en lo mental. No puedo decir que estoy bien, pero sí que subí unos escalones. Veo a un psiquiatra, hago ejercicio, y hasta empecé a practicar boxeo. En cuanto al amor, le sigo huyendo. Estoy con alguien, pero solo para satisfacer mis necesidades. No pasa de ahí, ni quiero que pase.

Mi psiquiatra dice que debería intentarlo de nuevo, que abrirme a algo real podría ayudarme. Pero nadie manda al corazón, y mucho menos al mío, que es un desastre. Y aunque no lo admitiera, seguía ocupado, atrapado en esa persona que probablemente ya rehízo su vida.

Pensar en eso me quemaba por dentro, pero aprendí a vivir con eso. A hacer mi rutina con esa parte de mí que todavía lo buscaba incluso cuando sabía que ya no había nada que encontrar.

Me levanté. Hoy tenía un día largo, pero primero tenía que ir al gimnasio. Al llegar, saludé a lo lejos a mi entrenador (sí, el que satisface mis necesidades) y fui a hacer mi rutina. Cuando terminé, él me mandó a practicar golpes en las bolsas. Me puse los guantes, la música, y empecé a entrenar como me había enseñado.

Al rato se acercó y me dijo que ya había dado todo por hoy, que me fuera a casa. Antes de irme, por lo bajo, murmuró: "Quiero verte hoy". Me fui sin responder. Ya le había dejado claro que era cuando yo quisiera. Ese era el trato. No tenía ganas, tenía que ir a trabajar y después solo quería estar tranquila.

Al irme a dormir, después de un rato sin poder pegar un ojo, sí me dieron ganas. Le escribí a mi entrenador y fui directo a su casa. Siempre había sido así. Nunca quise que fuera en la mía. Después de hacer lo que íbamos a hacer y terminar, ya quería volverme. Me bañé y, mientras me vestía, él dijo:

"Mañana tengo dos personas nuevas. Si podés darme una mano con los que ya conocés, al menos hasta que consiga a alguien más... ¿podés?"

De todas formas yo hacía eso por mi cuenta, así que le dije que sí, que no había problema. Me fui a casa, dormí unas horas y volví al gimnasio. Hoy iba a hacer algo tranqui y, sobre todo, un poco de boxeo, ya que tenía que ayudar a mis compañeros.

Terminé de ayudar y me enfoqué en la bolsa. Era algo que me ayudaba a sacar todo, no sabía explicarlo, pero era curativo para mí. Ya me dolían las manos, así que paré y vi que las dos personas nuevas estaban entrenando. Me acerqué a decirle a mi entrenador cuándo íbamos a empezar el campeonato de boxeo, era algo que quería hacer.

Pero, al acercarme, me di cuenta de que las dos personas que estaban ahí eran mi ex y una mujer. Por lo que me dijo, se habían anotado en un 2x1, así que imaginé que era su novia. Él ya me estaba viendo cuando lo vi; supongo que ya me había visto antes, pero, de todas formas, no se fue. Quizás ya ni le interesaba lo que yo pensara o sintiera. Quizás quería que lo viera con ella.

Mil cosas pasaron de nuevo por mi mente. Todo volvió como antes en un segundo. Yo, que por meses intenté estar un poco bien, y ya se me cae encima el mundo de nuevo. Mi entrenador, al pensar que no quería decirle algo en frente de otras personas, me llevó hacia su oficina del brazo, pero yo aún no caía en lo que estaba pasando. Solo quedé en shock. Si verlo ya era algo que me partía, verlo con otra persona... y aunque imaginé que ya había hecho su vida, me lastimaba tanto que no sabía cómo reaccionar.

"¿Estás bien? Ey..." escuché a los segundos, mi entrenador bajándome a tierra.

"Sí, ya me voy."

Fui por mis cosas. Al salir, no quise ni mirar hacia donde estaban ellos. Me fui rápido y me subí a mi auto. Aceleré, y mis lágrimas de nuevo ahí estaban, no dejándome ver hacia dónde iba. Sabía que estaba mal seguir conduciendo, pero no me frené. Volver a sentirme así me desmoralizó aún más.

Por suerte o por desgracia, llegué a casa. Me dolía la cabeza, y no sentía el cuerpo, no solo por lo físico sino también por lo mental. Quería no sentir nada, así que agarré unas botellas y, sin vaso, empecé a tomar sin parar. Ya era de noche y yo no estaba en mis cabales.

Mis gatos me miraban desde lejos, extrañados, como si ya estuvieran cansados de verme así. Me sentía patética, me sentía débil. ¿Por qué siempre terminaba así por él? Ya había pasado casi un año, y no podía superarlo.

Me desperté en la terraza. No entendía nada, hasta que los recuerdos volvieron. Seguí tomando. No importaba si era de mañana, yo solo quería no estar en la realidad.

Ahora el dolor no era solo eso. En mí había enojo, y otra vez era conmigo. Estaba harta de sentirme débil, harta de no poder ni siquiera vivir. En estos meses hice hasta lo imposible por salir de ese pozo y, cuando por fin estaba viendo la luz aunque fuera a lo lejos, volví a caer.

No iba a huir de eso. Estaba harta de mí. Un día juré que iba a cambiar por él, pero ahora voy a cambiar por mí. Así tenga que fingir, voy a hacer como que él no existe. Nada más puede hacerme volver a ese infierno en el que viví, y en el que, en ese momento, estaba otra vez.

Mi entrenador me escribió, preocupado, pero no quise responder. No estaba para dar explicaciones. Al otro día no tenía que ir, así que me tomé el día para mí. Volví a escribirle a esa amiga. Ella ya se había mudado sola, tenía su negocio y le estaba yendo muy bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.