La historia que a continuación os voy a contar no es una historia feliz, ni romántica y mucho menos fantasiosa. Se trata de un hecho dramático, real en el día a día de muchos jóvenes. Jóvenes que en ocasiones acaban de la peor manera, dejando en este mundo un vacío, que nada ni nadie puede reemplazar.
Mi nombre es Valeria, y en la actualidad tengo 16 años. Puedo afirmaros con total certeza de que pertenezco al grupo de esos jóvenes que sufren diariamente; y puede que a día de mañana sea de los que dejen un vacio en este mundo. ¿Qué cuales son los motivos? Son demasiados, y todos van acompañados detrás de una historia. ¿Y cuales son esas historias? Os estaréis preguntado, mientras os mordeis las uñas o la tapa de vuestro bolígrafo, porque los seres humanos hemos llegado a un punto en que esperar se nos hace insoportable. Pero si supieseis todo lo que yo he esperado para que sucediese un milagro, entonces vuestra impaciencia sería como una diminuta estrella siendo absorbida por el agujero negro del milagro que nunca llegó a suceder.
Queridos lectores/as si habéis llegado a este punto os animo a adentraros en mi historia, para que así podáis conocer el motivo de la creación de la nota que os mostraré a continuación. ¿Y quién sabe? Quizás vosotros podáis ayudar o apoyar a alguien como yo en el futuro. Son nuestras decisiones y acciones las que producen un efecto en dominó, haciendo que la caída de la última pieza esté en nuestras manos.