Lo que puede dar de si una foto es sorprendente. Normalmente, el objetivo de estas es que un recuerdo bonito prevalezca en el tiempo, al menos lo era en el pasado. Hoy en pleno S.XXI, las fotos han llegado ha tener otro significado, influidos por las redes sociales: Facebook, Imstagram, Twitter... Nos hacemos miles y miles de fotografías, solo para terminar con una, la elegida por ser la perfecta para reflejar nuestras maravillosas vidas; aunque no lo sean. Competimos entre nosotros o vivimos obsesionados por tener x me gustas en estas. Lo irónico de la situación es que mi foto superó con creces los me gustas de las tuyas, Pablo, el causante de la tercera ruptura.
Para empezar con esta tercera historia, dejadme presentaros a Pablo. Pablo es el típico chico guaperas por las que todas soñamos: atlético, alto, ojos azules y sonrisa de infarto. Su defecto es su obsesión por tener en cada foto que sube una gran cantidad de me gustas. Así eres Pablo; pero para tú mala suerte mi foto se colocó en el primer puesto, convirtiéndose en trending topic en el instituto.
Las vacaciones de invierno habían terminado, y yo comencé el segundo trimestre de mi 2° año de instituto. Tenía la esperanza de que este fuese diferente; dado que la foto que Miranda había difundido el trimestre anterior ya era agua pasada; pero estaba equivocada.
Aquella foto derivó en una especie de concurso para ver quién de todos vosotros conseguía besarme, la chica a la que apodasteis como "Lindos y sexys senos". Yo no estaba enterada de ese concurso; pues bueno era la marginada, la reina del aislamiento por lo que al mismo instante en que te acercaste a mi, Pablo, me sentí en las nubes. Lejos de desconfiar de ti, me aferré a la idea de que la esperanza existía. Esperanza que más tarde tú te encargaste de romper.
Te acercaste a mi una mañana lluviosa, ofreciéndome abrigo tras un paraguas diciéndome.
-Ven, abrígate, cogemos los dos-Al final acepté tu propuesta; pues tu sonrisa consiguió atraparme de la misma forma que la miel atrae a las moscas. Tenías una sonrisa como la de un cordero, dulce; pero en el fondo estaba ocultando a un lobo depredador, cazador.
Los días fueron pasando y tú seguiste ofreciendodome tú compañía y regalándome tus sonrisas. Me tenías atrapada en tu bien elaborada red de mentiras; de la cual no fui capaz de huir, por lo que no es de extrañar que el día en que me pediste una cita aceptase. ¡Dios! Estaba tan contenta, me hiciste tan feliz que incluso por un momento mi autoestima regresó ; para días después desaparecer entre las sombras, la oscuridad y el llanto.
Llegó el día de la cita, y por primera vez desde hacía algo más de un año me atreví a ponerme un vestido de color verde, que según tú resaltaba mis ojos. Un vestido comprado para la ocasión, un vestido que acabó mojado y siendo donado.
Te presentaste en mi casa con dos hermosas rosas, una para mí y otra para mi madre. Eras un lobo disfrazado con piel de cordero. Salimos camino al cine en donde vimos una comedia. En la sala, el mayor ruido eran nuestras risas compenetradas. A continuación me invitaste a cenar y dimos un hermoso paseo por el parque de nuestra ciudad; en el cual la gente suele pasear agarrada de la mano. Agarraste mi mano, me miraste a los ojos y luego señalaste un banco situado debajo de un hermoso sauce. Nos sentamos de forma que nuestros brazos y piernas se rozasen de manera accidental. Unas sonrisas tímidas, nerviosas junto con la caída del atardecer dieron paso a nuestro primer beso, mi primer beso. Nos separamos y agarraste tú móvil.
-Tenemos que inmortalizar este momento-me dijiste. Yo ilusionada asentí.
Finalizaste la cita como todo un caballero, acompañándome a casa; aunque en el fondo sin saberlo aún eras el malo de la película.
Al día siguiente cuando me desperté, observé en mi Imstagram, que me habías etiquetado en nuestra foto. Tenía un montón de me gustas, más que tus anteriores publicaciones. Era extraño, pues la gente me repudiaba; por lo que ver tal cantidad de me gustas me sorprendió enormemente.
Cuando llegué al instituto todos me mirasteis y sonreíais por lo bajo. No lo comprendí, no entendí porque lo hacíais. Te vi. a lo lejos rodeado por tus amigos, bueno los que fueron tus amigos en su día hasta que empezaste a acercarte a mi. Os estabais chocando los puños y te estaban felicitando por algo que yo no sabía. Me acerqué a mi taquilla para agarrar los libros de las asignaturas que tenía a lo largo del día. La abrí y de ella calló nuestra foto impresa. Creí que se trataba de un regalo en un principio; pero luego vi la nota que se encontraba por detrás. "¿Qué se siente ser besada por una apuesta". Luego lo comprendí todo, las piezas encajaron perfectamente en mi cabeza como un rompecabezas. Mi primer beso había sido fruto de una apuesta. Gracias Pablo, por hacer que algo que debería ser mágico se convirtiese al final en una horrible pesadilla.