El último año de instituto dio comienzo. Solo me quedaba un año más para salir de la cárcel, a la que llamabais instituto. Creí que seríais incapaces de realizarme más daño del ya hecho; pero cuan equivocada estaba. Aún teníais escondidos bajo vuestras máscaras de niños buenos la maldad que yo veía.
Tras la muerte de Lorena, me volví a encontrar sola en aquel lugar al que consideraba mi peor pesadilla. Se supone que el instituto debe ser una época feliz, a pesar de todos los cambios producidos por la adolescencia;pero para mi fue la peor etapa de mi vida. Vosotros hicisteis que fuera así, que cada día deseara con fuerza que todo terminase.
Es cierto que Daniel y yo seguíamos hablando y quedando juntos; pero tras la muerte de Lorena ya no era lo mismo. Daniel asistía a la Universidad, y cuándo no tenía clases, tenía trabajos que hacer o cosas que estudiar. Nuestro tiempo juntos cada vez se fue reduciendo, a nuestro pesar. Nos veíamos en contadas ocasiones, pero ya no sabíamos de que hablar. La tristeza se había apoderado de nosotros por completo, porque nos habíais arrebatado la luz.
Bueno, supongo que poco a poco me fui convirtiendo en una sombra de mí misma. Llegué al punto de no reconocer quién era la chica que miraba al espejo. La imagen que se me devolvía era de una joven demacrada, e incluso algo pálida. Cada día notaba como mis padres me veían con preocupación, y creo que ese fue el motivo por el cual no me quité la vida antes. Pero ahora...Ahora ya no puedo más. Mi alma está rota en miles de pedazos irreemplazables.
A mediados del primer trimestre, todo cambió. Mi vida, sin esperarlo, dio un giro de 360°. El causante fuiste tu: Alex Vázquez. Apareciste de la misma forma que el verano, como una brisa cálida, que inundó mi corazón de esperanza.
Entraste por la puerta un día lluvioso del mes de noviembre. Traías el pelo negro mojado sobre tus hermosos ojos verdes. Por indicación de la maestra te sentaste a mi lado. Me miraste y me dedicaste una hermosa sonrisa, y luego me saludaste. Hiciste que sintiera mariposas en mi estomago. Compartimos mis libros, pues tu no tenias los tuyos todavía. En un momento dado nuestras manos se cruzaron. Las tenía heladas, y tu calientes.
-Tienes las manos heladas-comentaste, sujetándolas entre las tuyas. Ese fue tú primer gran gesto.
Al terminar las clases me preguntaste si quería dar una vuelta contigo por la tarde para conocernos. Sin pensármelo dos veces respondí que si. Creí que así, de esa forma olvidaría todo y ya no preocuparía más a mis seres queridos. Tenía la esperanza de que nos volviéramos amigos.
A partir de aquel día, nos hicimos amigos. Pasamos muchas horas juntos. Me devolviste la fe en la humanidad a través de tus gestos dulces hacia mi persona, ignorando cualquier comentario negativo hacia nosotros. Poco a poco me fuiste enamorando, hasta que caí rendida a tus pies aquel día del mes de diciembre.
-No tolero que la insultéis más. Ella es perfecta tal y como es. Ya le habéis causado mucho daño-Les dijiste a nuestros compañeros, después de que los pillaras metiéndose conmigo-Si la conocierais de verdad, estaríais locamente enamorados de ella como yo-Aquella fue tu confesión de amor, delante de todos, que te miraron incluso con más asombro que yo. Luego de eso, me agarraste la cabeza con cuidado con las palmas cálidas de tus manos y depositaste un beso en mis labios. Un beso dulce, como el algodón de azúcar.
Empezamos a salir desde aquel día como pareja oficial. Me sentía muy feliz, tan segura a tú lado, que la tristeza que me invadía poco a poco fue desapareciendo tras tus besos y caricias. Hiciste que la luz entrase de nuevo en mi, que volviera a ver todos los colores de la vida, que siempre llevase una sonrisa boba en mi cara. Yo era feliz, mi familia lo era, mi psicóloga estaba contenta por mis progresos y hasta Daniel se alegró cuando se lo comenté.
Lamentablemente en mi vida las alegrías duran poco, y traen tras de si la oscuridad, la tristeza. Estas aparecieron de nuevo, aunque parezca increíble tras lo narrado, por tu culpa Alex. En la siguiente historia os narraré la última fractura en mi alma, y a continuación pondré fin a mi sufrimiento.