Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 2 - Entrando en la Ciudad Perdida

Lo primero que veo es suelo de mármol y un poco de arena que se había metido por el viento.

Viendo a mi alrededor me sorprende algo que no esperaba encontrarme;

Un cadáver, pero esta vez a diferencia de los esqueletos del desierto, este estaba en estado de putrefacción, eso significaba que era reciente, esta ciudad no estaba vacía, para mi más horrible terror en lo más profundo de mi alma, mi mente ya estaba haciéndome pensar que morirme en el desierto no era tan mala idea, pues no sabía lo que se esconde en cada esquina.

Tomo la espada que tenía enfundada en su espalda, no creo que este buen hombre la tenga que usar nuevamente.

Clavo el bastón que llevaba conmigo en un lugar con arena abundante.

Veo una última vez el bastón que cargue conmigo todo este tiempo, siempre me pregunte porque tenía un cráneo y dos plumas agarradas en ella, no sé qué representaba exactamente, pero una parte de mí decía que debía llevarlo conmigo hasta llegar a este lugar.

Pero ¿Qué recuerdo de mi antiguo yo? No lo sé, “él” sabrá.

Lo que veo a mi alrededor son varios puestos de madera vacíos y con carteles ilegibles.

Las casas en esta parte eran principalmente de madera con alguna que otra chapa, algunas pequeñas y otras más altas de lo normal, pero todas respetaban sus parcelas.

Hay una ligera brisa, pero casi ni lo siento después de atravesar la tormenta, esto era simplemente agradable, aunque no calmase mi temor de que algo o alguien me intente hacer daño.

Llego a un con un cartel que dice “Salón bar”, estaba abandonado, los vasos estaban en el mostrador y cada uno de ellos tenían una capa de polvo, las mesas tenían encima a sus respectivas sillas acumulando tierra, con muchas botellas vacías atrás de todo.

Dejo mi mochila en un lugar, estiro mi espalda y siento como trona.

Me abro paso a la bodega y reviso los barriles, todos estaban vacíos.

Pero no pierdo la esperanza de encontrar algo, subo las escaleras, la madera cruje demasiado, parecía que se iba a partir en cualquier momento, tenía que ir con cuidado.

Escucho unos ligeros pasos desde abajo acompañado de lo que parecen ser jadeos, pero no veo nada.

Veo de reojo las habitaciones, solo una tenía un mueble que para mi sorpresa contaba con una cama, un espejo que al igual que los vasos estaba lleno de polvo, y una especie de cofre con ropa estropeada, más que mis harapos incluso.

Bajo por las escaleras esta vez confiado, se rompe uno de los escalones y mi pie se queda trabado, eso me asusta y me provoca gemir del susto.

“Jijiji” Escucho nuevamente.

Esta vez estaba seguro, alguien merodeaba por aquí, tenía que irme rápidamente.

Voy a buscar mi mochila y no estaba.

—¡Sé que estas aquí! —Digo mirando para todos lados.

Desvaino mi espada y mientras me dirige lentamente hacía les escaleras exclamo;

—¡Juro que sí no te apareces ahora voy a–

Escucho como empieza a chocarse contra las paredes y como hace tirar algunos objetos, el ruido provenía en una de las habitaciones de las que yo había estado.

—¡Esta bien! Puedo ser escurridizo, pero no puedo huir de ti, este lugar de porquería no tiene salida de todas formas. —Escucho que proviene del piso de arriba.

Al alejarme de las escaleras, observo a un hombre deforme, siquiera llegaba a medir un metro pero se movía como un simio, sus brazos parecían poseer bastante musculatura, tal vez por su tamaño deba ser más fácil saca fuerza, pero sus piernas eran delgadas y debía ayudarse con las manos para poder estar de pie.

—¿Esto es tuyo? —Me dice mientras agarra con una mano mi mochila.

—Sí, eso es mío ¿Serías muy amable de devolverlo?

—Oh…. Yo…. —Mira a su alrededor, pero luego de resoplar añadió—. Bueno, está bien, lo siento.

Suelta la mochila y yo lo atrapo en el aire, él, por su parte, seguía en el balcón interior del salón.

No me dice nada, así que decido irme hasta que escuchó algo que no esperaba oír de un ladrón;

—Esto…. ¿Quieres hablar?

—Tal vez sepas que es este lugar. —Pregunte mientras enfundaba la espada.

—Es la parte más vacía de la ciudad, normal que no te ubiques. —Me responde el deforme jorobado.

—No, soy nuevo en esta ciudad.

—¿Nuevo en esta ciudad? ¿Cómo es eso? ¿Nuevo de qué?

―Acabo de cruzar las murallas

—Oh, eso es nuevo, sí, a eso te refieres a nuevo, ¿No? ¿Y cómo te llamas?

Miro al suelo y hago memoria, no recuerdo mi nombre.

―Yo... Soy roto para siempre.

El enano se ríe a todo pulmón.

―¡Todos aquí estamos rotos!

No entiendo que le veía de gracioso, yo me lo quede viendo hasta que se detuvo.

―Entonces ¿Qué harás ahora? «Roto para siempre». —Me pregunta mientras acentuaba mi nombre de una forma extraña.

¿Sabes algún lugar de utilidad? Pensaba ir a ese gran edificio que se ve a lo lejos.

―¿El castillo de–? No no no no no, mala idea, horrenda cosa en mente que tienes, usted “Roto para siempre”, nadie debe ir ahí.—Me responde ese enano temblando de miedo.

―¿Entonces a dónde voy? ―Inquirí con incertidumbre.

―Bueno, tal vez debas seguir buscando, hay un grupo de personas como tú. ―Me responde mientras se rasca la cabeza, luego me dice; ―No es que vinieran de las afueras sino más bien… “Normales”… O por lo menos más normales de lo que soy yo, te acompañaría, pero no soy bienvenido. ―Me comenta con lastima y tristeza.

―¿Y otro lugar al que pueda ir? ―Pregunto con ganas de saber más.

El enano se sienta, saca sus pies por fuera de la baranda, pero no deja de rascarse la cabeza.

―Hay… Una ¿Cueva? ¿Creo? Que a ciertas horas van un grupo de hombres, algunas pocas mujeres y niños, salen con piedras negras, polvo gris que no sé qué es y piedras brillantes, deben tener buen sabor, pero siempre me encuentran y ya no quiero tener problemas con la gente. —Me responde mientras su mirada se va perdiendo en cada rincón vacío del lugar.




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