Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 3 - No Estoy Solo

Mientras más avanzo por la ciudad, dejo de ver la arena del piso y me encuentro con mayor frecuencia calles de mármol, aunque sigue habiendo edificios de madera de distintas formas y tamaños.

Me estaba dirigiendo a la plaza central, pues ahí es donde el enano jorobado me dijo que podía «haber gente como yo». Sea lo que eso signifique.

Las calles eran variopintas, a veces eran más anchas o eran estrechas, he visto algunas pequeñas plazoletas mayormente de piedra y con árboles secos, fuentes sin agua, también noto que las pocas estatuas que había encontrado estaban decapitadas.

¿Ídolos prohibidos o proceres olvidados? No lo sé con certeza.

Sigo los carteles por sus flechas más que por lo que está grabado en ellos, hasta que me doy cuenta que poco a poco estaban en mejor estado, debe ser una buena señal. (Nunca mejor dicho)

Me muevo por las calles, cuando cruzo por callejones estrechos tengo el temor de que alguien aparezca al final del pasillo.

Pero a veces me da más miedo no encontrarme con nadie todavía.

Tomo pausas para descansar un poco, pues desde que he llegado a la ciudad he tenido problemas para dormir, la sola idea de que hay gente aquí, mientras que hay más chances de estar solo en el desierto, es algo que me provoca desvelarme por las vacías calles de esta ciudad perdida con un gran pavor por cada vez que logro cerrar los ojos.

Entonces ¿Qué es lo que hago además de intentar dormir? Comer, tomar agua y escribir en mi diario.

Mientras hago esas cosas escucho algo en el cielo.

Sí… Es lo que pensé, eran aves.

Pero no eran buitres que vi antes de entrar a la pared de humo y tormenta de toxicidad que envuelve a la ciudad, eran aves más pequeñas, nunca las había visto antes.

O no que yo recuerde.

Sigo caminando hacía la plaza central y noto que las criaturas emplumadas van hacía el mismo lugar que yo.

Siento un sobresalto al escuchar un ruido de madera extraño en una de las casas, al ver con detenimiento, noto algo extraño.

Era una serie de paneles que se movían, mientras una silueta detrás de ella se iba volviendo cada vez menos clara.

Escucho más sonidos a lo lejos… Estoy cada vez más cerca.

Estaba tan concentrado que no podía controlar mi mandíbula, ya que se caía constantemente, esto me dormía todo el cuerpo.

Al cruzar ese último edificio de madera, lo vi.

Eran docenas, no ¡Cientos de personas! Con animales de todo tipo, cosechas en pisos de tierra, parcelas, cultivos variopintos, cajas de madera llena de productos, había gente que hablaba o gritaba. Había otros que trabajaban en silencio mientras el poco sol que atravesaba el cielo verde les daba en sus rostros.

Hombres, mujeres, todos generando tanto ruido que hasta me hacía doler la cabeza después de pasar tanto tiempo en silencio desde que empecé mi viaje.

La plaza central era lo que decía en los libros que yo tenía de pequeño, no una, sino varias granjas.

Y ahí estaba yo, petrificado, no podía creer que haya tanta gente trabajando en una sola parte de la ciudad, es casi un despropósito tener tanto territorio sin aprovechar.

Algunos pasan por al lado mío, pero me ignoran, como mucho algunos me miraban de reojo, les parece extraño mi forma de vestir, pues ellos estaban con pantalones marrones ensanchados, remeras de manga corta y otros de manga larga, predilectamente blanca, sucia de tanto trabajar en la tierra.

Y yo era un forastero con ropa tan larga que me tapaba hasta los tobillos.

Me quito la capucha, pues siento que estar con la cara cubierta llama más la atención que tenerla al descubierto.

Todos hablaban mí mismo idioma, que siempre lo llame “Nigerocongolesa”, pero no sé si eso es un idioma o estoy diciendo algo mal yo.

Me encuentro paseando cerca de las vallas mientras escribo de pie en mi diario, lógicamente me cuesta escribir mientras me muevo, pero esto… Es maravilloso.

Nunca fui de dibujos, pero verlo es otra cosa distinta que describirlo.

En cuanto el clima, bueno, es bastante saludable para estar dentro de una nube toxica, ¿No?

Nota mental; Buscar respuestas de eso.

—Hey, ¡Hey tú! ¿Quién eres y por qué no estás trabajando? —Me pregunto una mujer robusta con los brazos cruzados.

Puse mi diario en mi torso, donde lo llevo siempre y me acerque a hablarle.

—Yo, soy nuevo en la ciudad.

—¿Nuevo? Mira, no vengas con mentiras y ponte a hacer tu deber, estas tierras no se van a labrar solas.

—Yo… No tengo tierras aquí.

—Pues haz tu labor donde lo haces habitualmente.

—Insisto, no pareces escucharme, soy nuevo aquí.

La señora levanta una ceja, abre la boca para decir algo pero sigue examinándome con la mirada, no solo en mi forma de vestir sino también en mi rostro.

—Bueno, está bien, basta de bromas ¿Quién eres?

—Roto para siempre.

—¿Qué? —Pregunta mientras se acerca de perfil para oírme mejor.

—Roto para siempre.

—Ah.

La miro a los ojos esperando una respuesta.

—Bueno dale, ándate.

—Pero necesito preguntarle algunas…

—Hazle preguntas a otros, yo ya me tengo que ir al siguiente sector.

Justo un señor se choca conmigo.

—Oh, disculpe. —Me responde mientras acomoda una caja que tiene en sus brazos.

—Ya que estás ¿Quién es ella? —Inquiero mientras señalo con un dedo a la mujer que se va.

—¿La de allá? ―Mueve la frente hacía su dirección. —¿Nassoumi? Es la capataza ¿Nunca te dijo nada? Debes ser un buen hombre de campo.

—Yo soy nuevo aquí.

—Esto… ¿Nuevo? ¿En qué sentido? ¿No eres de plaza central? ¿Trabajas en las minas?

—No soy de esta ciudad directamente.

—¿Cómo? —Aprieta el entrecejo—. ¿De dónde saliste?

—Llegue aquí hace… Recientemente.

—¿Vienes de las afueras? Oh por… Escucha ¿Vas a seguir aquí?

—No pienso irme de la ciudad por ahora.

—Excelente, mi nombre es Abidemi, realmente quiero saber más de ello, pero… —Mira a su alrededor, parece que realmente está ansioso—. Ahora tengo que terminar de llevar la mercadería ¿Nos volveremos a encontrar?




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