En efecto, las persianas se abrieron, y mis ojos también al escuchar sus ruidos.
Un nuevo día había llegado, y ya tengo un carnet de identificación.
Era un pequeño bloque de papel con una cubierta de plástico, que contenía los pocos datos que di junto a un número de identificación.
Al ir al ministerio un hombre me atendió en la entrada.
—¿Eres Roto para siempre?
—Sí ¿Cómo sabes mi nombre?
—Gran madre me hablo de usted, además, me lo cruce durmiendo en el suelo, dijo que le entregue esto; Es la dirección del departamento de trabajo.
—¿Dirección?
—¿Realmente no eres de esta ciudad? ¿No? Veamos, ¿Ves esas placas? —Apunta con el dedo al cartel que estaba arriba de él.
—Sí.
—Esos números indican la altura del lugar, dependiendo de la dirección, sube o baja, bueno, guíate por las calles hasta llegar a tu zona de trabajo, es el almacén de subsuelo, serás el asistente de un hombre llamado Taleh, es un poco lento con las palabras, así que tú también sé lento.
—Entiendo, ¿Y voy a tener que volver al ministerio por algo?
—A menos que se pierda tu identificación o seas citado; No. Ya tienes carnet de identificación y la dirección del lugar, ya no necesita otra cosa más y… Mira, no sé como trabajabas antes de llegar a la ciudad…
—Yo tampoco lo recuerdo.
—Ya… Bueno, si se niega a que trabajes con él, ven con nosotros, él no puede negarse, aunque sería raro que te rechace, él trata bien a todo el mundo, pero recuerda que eso es algo que sucede en todas las labores, ellos por tener un cargo más alto que el tuyo no es razón para negarse a trabajar en grupo. Tenemos una sociedad que debe ser respetada de forma equitativa ¿Fui claro?
—Sí, fuiste claro. —Respondo un poco fastidiado, no es como si tuviera ganas de oír estos sermones recién despierto.
Reanudo mi marcha por las calles mientras veo que algunos vivían un poco más lejos del centro así que venían sin compañía, me pregunto dónde estarán las demás viviendas.
Voy consultando persona por persona y me voy guiando en un lugar que pese a estar repleto de personas, no me dejaba de hacer sentirme solo.
Supongo que es algo raro en mí, no lo sé con certeza.
Cuando dijo «almacén de subsuelo» me hizo pensar en lo que me dijo el jorobado ¿Esta relacionado a las minas? Eso creo, me gustaría preguntarle por las «piedras brillantes» que decía haber visto.
Llegue al lugar, entre por la puerta de madera que chillaba al abrir y me encuentro con un lugar semi vacío con una mesa, algunos muebles y ventanas que iluminaban el lugar.
—¿Sí? —Me responde el tipo que se levanta al verme.
—¿Esto es el departamento de trabajo?
—Estás en el lugar indicado.
—Para empezar ¿Por qué hay un ministerio de trabajo y un departamento aparte?
—El ministerio se encarga de revisar que todos los… lugares, ahora no me sale la palabra.
—¿Rubros?
—Sí, eso, rubros estén en orden y asignar lugares, en cambio acá nos encargamos de tomar listas y esas cosas.
—Es decir ¿Uno se encarga de lo macro y el otro en lo micro?
—¿Qué?
—No importa. Busco a Taleh, me asignaron para trabajar con él.
—¿Taleh? ¿El guardia del almacén? Sí, ahí anoto tu nombre ¿Cómo te llamas? —Se inclina de pie a la mesa y agarra una hoja y algo para anotar.
—Roto para siempre.
Por un segundo me mira de reojo.
—Bueno, si dices que así te llamas…
Al terminar de escribir, me informa que;
—Bien, el almacén se encuentra a dos cuadras de aquí. —Señala hacía un lugar—. Vas allí, luego doblas a la izquierda y llegas.
—Está bien, pero ¿Qué tengo que hacer?
—Oh, eso te lo va encomendar Taleh.
—Bueno, está bien.
Vuelvo a caminar por las ruidosas calles de la plaza central, aunque me parece que la gente ahora andaba diferente a como estaban ayer, pues estaban juntando la comida en un solo sitio, al aire libre y poniéndolas en unas carretas.
Si bien quería preguntar, primero necesitaba sacarme de encima lo de ir a ver a Taleh.
Al entrar al almacén que era de madera como la gran mayoría de los edificios de este lugar a excepción de los ministerios y del castillo que vi a lo lejos.
Al entrar, mi nariz se tapa enseguida con polvo del lugar que me genera cierta comezón, la sala era bastante oscura y no tenía ni una sola ventana, pero habían dos o tres puertas que parecían estar siendo iluminadas con luz de vela.
—¿Hay alguien aquí?
—¿Eh? ¿Quién habla?
Se acerca un hombre con remera sin mangas, panzón y cara redonda.
—¿Usted vio a Taleh?
—Sí sí sí, yo Taleh ¿Quién habla? —Me dice con un tono de voz un poco torpe.
—Soy el nuevo ayudante del almacén.
—No sabía, mira tú que bien, siempre hago tatabajo solo.
—¿Tatabajo?
—Tatabajo sí.
Mientras me mira, su mandíbula cae lentamente y al quedar boquiabierto veo que le faltan un par de dientes, supongo que por eso hablaba raro o tal vez es medio bruto como me habían dicho antes.
—Entonces… ¿En qué te ayudo?
—¿Sabe´ contar?
—Claro, por supuesto.
—Mira, en esa puerta, la de ahí, memoriza, recorda, recorda lo que hay ahí.
—¿Eso es todo?
—Sí.
Tambaleándose de izquierda a derecha, se acerca y abre la puerta, entro en la habitación que contiene una estantería con varias piedras, bolsas y cajas llenas de polvo con distintas etiquetas.
—Lo que hay que “hasher”, es cuidar que no saquen nada sin permiso ¿Entende´?
—Claro, entiendo.
Veo de reojo como cierra la puerta.
—No no, por favor, déjalo abierto.
—Ah… Bueno.
No vaya ser que me asfixie en este lugar.
Uso mi diario para anotar lo que está en este lugar, cobre, plata, aluminio, plomo, hierro, mercurio. También había otras cosas sin ningún nombre o que tenían etiquetas tachadas, como si hubieran utilizado la caja para otra cosa anteriormente.
Encontré una caja que decía contener oro pero no había nada, pero entonces ¿Qué eran las piedras brillantes que el enano decía haber visto? Bueno, tal vez no importe tanto.