¿Qué esperaba conseguir? Realmente no lo sé. Tal vez me convenció la idea de darle las (malas) noticias a sus familiares que el vendedor, aunque no ha entrado en detalle, o tal vez era un hombre lleno de curiosidad por la historia que podía albergar en una simple espada.
Fui a casa comunal número tres, era una estructura bastante alargada, con paredes de una sola capa de tablas de madera y un techo de paja, era bastante precario para lo estándares de la plaza central.
Al entrar, pasando por una cortina rota y viendo en los marcos del lugar con una bisagra rota como si se le hubiera roto la puerta, mis ojos de desviaron para el interior de la penumbra.
No sé si se puede llamar camas a lo que viene siendo dos telas tiradas en el suelo, pero el lugar estaba repleto de ellas en ambos lados de la larga cabaña.
Vi que el lugar estaba mayormente vacío debido a que era de mediodía, excepto por algunas ancianas y ancianos que solo podían estar sentados o acostados en el piso, con unos pocos muebles cerca de alguna de las mantas, incluso llego a ver velas de cera, cosa que me sorprende después de ver que muchos usaban unos faroles sumamente luminosos.
Fui preguntando uno por uno hablando en voz muy baja, les preguntaba respecto si conocían a alguien que usara una espada, a la mayoría se le cambiaba el gesto en su rostro al escuchar mi pregunta, cosa entendible siendo que aparentemente es ilegal.
—Hey, señora, disculpe ¿Conoces alguien que llevara una espada?
El rostro de esa señora en particular cambia, pero era diferente, no era de incomodidad, sino de comprensión. Sabía de lo que estaba hablando, así que me contesto;
—Su hermano está en el baño, ahora cuando salga se volverá acostar.
—¿Y cuanto puede que se tarde?
—A veces pasa horas, si tienes prisas ve a buscarlo.
—¿Tiene algo?
—Tristeza.
—¿Cómo?
—Si piensas que es algo corporal, no se trata de eso, es por su… Familia, él lo llama así, no hablo mucho con él, siempre da muchas vueltas con todos los asuntos.
—Está bien, gracias. —Me levanto y decido tomar coraje para preguntarle—. ¿No me vas a preguntar por qué vine?
—No, la verdad es que no me interesa, supongo que quieres venganza o algo así, a lo mucho hablar con alguien por algo, no lo sé.
Me dirijo a los baños que se llegaba bajando unas pocas escaleras, al pasar veo un lugar sumamente peculiar, el suelo tenía una piedra particular, el lugar tenía regaderas, pero no salía agua, pues utilizaban un balde que tenían a mano, y en el centro había un hueco enorme pero rectangular y uniforme con una cantidad abundante de agua, sumada a estar medianamente limpia a decir verdad.
En ese mismo lugar había un hombre sentado con los pies descalzos sumergidos y su mirada perdida en el reflejo.
Me acerco a él, me siento lentamente y me mira de reojo mientras tiembla por alguna extraña razón.
—¿Quién eres?
—Soy roto para siempre, solo venía de paso.
—¿Qué quieres de mí?
—Solo hablar ¿Es mucho pedir?
—¿Por qué quieres eso? —Me pregunta con una voz quebradiza.
—Tu forma de actuar es la misma respuesta a tú pregunta.
—¿Qué?
—Que estoy para ayudarte ¿Qué haces aquí?
—Vivo aquí, no trabajo más, algunos comparten comida y eso es suficiente.
Este hombre era más delgado que Abidemi y probablemente también más joven, no había manera que este bien.
—¿Qué hacías antes?
—Algo que llamaban «auxiliar de granjero» regaba los cultivos y quitaba los pequeños insectos que alimentaban de ellos, nada más.
—¿Y por qué lo dejaste?
—Eso ya no importa. Aun así, es como decimos aquí, no falta comida, sino gente para la labor, nosotros…
»Somos los que no hace nada por distintas razones, yo desde que me di cuenta que nunca dejaría de dormir en este lugar y que perdí contacto con lo poco de familia que me quedaba, bueno, digamos que perdí las pocas ganas de vivir.
Se notaba que quería sonreír, pero no podía, sus ojos parecían brillosos, pero no caía ni una sola lagrima.
—Oh, entonces… Yo me retiro.
Antes de poder levantarme, sucede lo inesperado, algo que si bien era la razón por la que vine en un principio, al oírlo pensé que era mejor no decirle nada.
Cuando pongo la mano en el piso y estoy poniéndome de pie…
—Espera ¿De donde sacaste esa espada? —Me pregunta mientras se inclina hacía un costado y agarra con su mano la funda, que la había visto sin importar que mi túnica la tapase, pues estar sentado lo hacía denotar más que estando de pie.
—La conseguí en la entrada de la ciudad.
—¡Era la espada de Anuar! ¡¿Por qué la tienes?! ¡Dímelo ahora mismo o llamare a los guardias! —Me dice con voz trémula y con los ojos abiertos mientras me apunta con el dedo exigiendo una respuesta.
—Mira, no hace falta llamar a los guardias, puedo explicarlo.
—¿Seguro?
—Lo encontré muerto.
—No te creo, digo, no puede ser… A ver, dime cómo lo encontraste. —Me inquiere con varias emociones a la vez, no sabía si estaba aliviado, asustado, preocupado, emocionado, conmocionado o lo que fuese que pasara en esa cabeza aparentemente perturbada.
—Sí, no sé bien como, lo que pude notar es que tenía varías heridas frescas cuando lo encontré en la entrada de la ciudad, junto a su espada.
—No pudo irse tan lejos…
—Pero ¿Qué hizo para quedar mal herido y morir en el otro lado de la ciudad?
—¿Sabes algo Roto para siempre? Hay cosas que no importan ya.
—Escúchame, no sé qué era para vos, si quieres te devuelvo la espada yo-
—¡Era mi hermano! Pero se volvió un ladrón, lo denunciaron ante los guardias y… Bueno, digamos que él eligió su destino, salvo que esperaba otra cosa, aunque fuese imposible. —Miro hacia atrás por si alguien lo espiaba y agrego; —Creía que podía estar vivo, por más insignificante que sea eso, cuando te vi, pensé por un segundo que o eras un guardia o de alguna manera mis plegarias habían sido oídas y serías él.