Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 11 - Vida Nueva, Nueva Ropa

Primero de marzo, es raro, nunca anote el día en mi diario, capaz debería tacharlo.

Pero siento menester remarcarlo porque pasaron diez días desde que Nassoumi me envió la invitación a la biblioteca, además, hoy llegaría algo interesante mientras estaba de guardia.

Abro la puerta a toda velocidad en cuanto empieza a sonar la madera de la puerta, no quisiera despertar a Taleh.

—Buenas noches, ¿Este es el almacén de subsuelo?

—Sí.

—Tengo un encargo para alguien llamado… —Lee un papel que tenía en su mano mientras alarga la última sílaba—. Emh, Roto para siempre.

Veo que tiene un pequeño cofre a su lado.

—Soy yo.

—Mire, me gustaría que traigas su carnet de identificación.

—Ah sí, espera.

Entro en la habitación, intentando no hacer pisos ruidosos.

Agarro mi carnet, de pronto me sobresalto al escuchar que Taleh habla dormido.

—¡Sa-Sa! Zaraza… Zaraza, zaraza zaraza zaraza…

Lo decía como enfadado, pero no debe significar nada, por un segundo pensé que lo desperté, pero al oír que repetía lo que decía como si fuera un ronquido me relajé.

Fui a la puerta y en voz baja le dije;

—Aquí tiene.

—Bien, Roto para siempre ¿No le importaría si entro?

—No, pero intente no hacer mucho ruido, está durmiendo mi compañero.

—Ya veo. —Responde mientras entra con el cofre—. ¿Van turnando?

—¿Cómo?

—Uno se va a dormir y el otro despierta.

—Sí, algo así.

—Entiendo, ahora, respecto si te preguntas que es lo que te traje, esto es un obsequio por parte del rey.

—¿Por parte del rey? ¿El Misericordioso?

—El mismismo, ante la invitación a la biblioteca, usted recibirá nuevas prendas para su visita guiada, además de que se acercan la fecha de la gran fogata y no querrás verte como la muerte.

No sé a que se refería con verme como la muerte.

¿Tal vez era por la parca? No lo sé, nunca entendí porque humanizan a la muerte, esas cosas son ajenas a las personificaciones.

Pone el cofre en el suelo y se aleja unos pasos para ponerse a mi lado.

Procurando en no subir la voz, le pregunto lo siguiente:

—Por cierto, ya que lo mencionas ¿Tendré que ir a la biblioteca por mi cuenta?

—No, lo escoltaran a ella, tú debes estar en este lugar cuando eso pase, es así con todas las invitaciones de grado real.

Ojeo al cofre que yacía en el piso y mi mirada se desvía al mensajero, no sé que habrá en el cofre, pero viendo unos segundos su parte de afuera, me recordó a los que vi en esos viejos lugares abandonados de la parte más cerca a la entrada de la ciudad.

—¿Sabes cómo funciona?

—Lo sé, levanto estos dos broches cerrojos y levanto la tapa.

Al abrir el cofre voy sacando lo que hay adentro, al levantarlo con delicadeza usando la punta de los dedos, veo que se trata de ropa, una remera azul de manga corta y un chaleco verde de tela un poco largo y con hombreras, si es que se le puede decir al hecho de que el chaleco me cubra la parte de arriba del hombro.

Un cinturón y un pantalón blanco de tela con unos calzados de cuero.

Estoy intrigado ¿Por qué me darían esto?

—Necesitaría que se lo pruebe.

—¿Disculpe?

—Póngase la ropa a ver si le queda.

No me daba vergüenza que me vea, además, tengo ropa interior, así que decido sacarme los harapos que tenía, aquí dentro de por si no llevaba mi sobretodo puesto.

Al ponerme de espaldas para ponerme la ropa que me había enviado…

—¡Ay! —Brama de dolor—. ¡Oh por favor! ¿Quién te hizo eso?

—¿Qué cosa? —Pregunte confundido mirando para todos lados.

—Tu espalda, esta pesimamente cicatrizada, es un desastre, está hecho un asco, no sé cómo trataste la infección o como no te moriste.

Intento observar mi espalda, pero no llego a verme.

—Supongo que tú sabrás mejor.

El tipo me miraba horrorizado, no sé como se vera mi espalda, yo como mucho siento una que otra costra y una comezón ocasional.

Pero el sujeto no dejaba de verme como si hubiera encontrado un muerto.

No le doy importancia y me pongo la ropa, me queda a la medida.

—Según el encargo que debía hacer, esta será su nueva ropa, pero deberá entregar su túnica.

—¿Túnica? ¿Tú dices el sobretodo?

—Veras, yo solo sigo ordenes, me dijeron que te diera esto a cambio de lo que llevabas puesto.

—¿Por qué?

—¿Lo harás o no?

—Solo si me explicas la razón de por qué debería llevar la ropa que tengo desde que llegue a la ciudad.

—Pues... Es un regalo ¿Qué más da?

—Yo diría que más bien es un intercambio.

—Sí pero, ¿Por qué llevar esa sucia túnica si puedes tener ropa de alguien de clase media alta?

—No sé ni lo que es una clase media alta ni tampoco me interesa darte lo poco que tengo desde que logre llegar a este lugar, aunque al parecer por eso trajiste el cofre, ¿No? No por la ropa que me iban a dar, sino por lo que venían a llevarse.

Parecía algo quisquilloso en el momento, pero debía pensar que, si iba con esta ropa, no iba a poder ocultar mi espada ni portar mi diario con tanta facilidad.

—Entonces… ¿Qué hacemos?

—Te diré que hacemos; Yo te digo que no y tú vuelves por donde viniste.

—Vaya, que carácter. Bueno, está bien, hare eso, siento las molestias.

Pensé que no iba a volver a verlo, pero las horas pasaron y cuando era tiempo de que Taleh se levantara, volvió el mismo sujeto.

Ni siquiera moleste en abrir la puerta.

—¡Necesito hablar contigo!

En momentos como esos, solo se podía suspirar, parecía que él estaba impaciente y yo justo estaba con sueño.

—Si me vas a decir que me vas a desnudar por la fuerza o algo así, ya puedes largarte.

Su mandíbula estaba más suelta que antes y sus ojos estaban bien abiertos.

—La ropa es toda tuya, mira, solo soy un mensajero, no quería meterme en este asunto, pero los guardias nunca me habían hablado tan mal en toda la vida, estoy aterrado deveras. Quiero decir ¿Es d… de… deveras? No sé no sé, pero…




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