Cerca de la cueva que da entrada de las minas, oigo unos ruidos, pienso que es de un animal pequeño como una rata, un escorpión o algo así, pero creo que ya de imaginan quién era al verlo de espaldas.
—Oh ¡Hola Roto para siempre! Al final fuimos al mismo lado ¿Cómo estás después de tanto tiempo?
—Jorobado... Eh, en realidad ahora que lo pienso nunca pregunté por tu nombre.
—Erick.
—Bueno, Erick ¿Qué haces aquí?
—Estás piedras amarillas, deben tener buen sabor, nunca las probé antes.
—No son comestibles.
—¿Y cómo lo sabes? Yo limpio la comida antes de metérmela en la boca, además ¿Has intentado ya?
—No.
—Pues observa.
Erick le da una lamida y al mismo segundo se retuerce del asco, se veía con sed, pero seguro que si estaba hidratado de seguro hubiera escupido.
—Y… ¿Qué tal? —Inquiero con un tono irónico.
—No... No es lo mío. Cuando vi que el azufre tenía color de bananas esperaba algo más rico ¿Sabes?
Yo me estoy por marchar y me pregunta;
—Entonces ¿Los conociste? Quiero decir, la gente de plaza central ¿Qué te parecieron?
—Sí, tenías razón, había gente normal, tal vez yo sea el raro después de todo.
—No, tú no eres raro, yo lo soy ¿Qué sucedió?
La verdad es que entre tanta gente que conocí en la calle, Erick no mostraba tener tantos problemas mentales, es decir, podía entablar una conversación, pero tampoco que sea un super genio para ser exactos.
A pesar de su deformidad física, no entiendo como puede mantenerse cuerdo.
—Bueno, sigo investigando esta ciudad, y el último punto de interés es visitar los laboratorios y el centro de la ciudad, ya sabes a cuál me refiero, el que tiene esa columna que se ve desde lejos.
Erick empieza a temblar de miedo y con su voz trémula clamó;
—¡¿Sigues con esa idea?! Roto para siempre, te he dicho que es muy pero muy mala idea, ni yo pude entrar, es complicadísimo, ahí vive y siempre esta-
—El rey tirano, lo sé, supongo que tienes razón.
—Iba a decir que estaba el misericordioso que es todo lo contrario a una buena persona… ¿Sabes? Yo dije «Hey ¿Qué es «misericordioso?» y me dijeron que en pocas palabras era «Una buena persona» pero eso no es una buena persona. Lo que quiero decir es; —Termina de hablar a toda velocidad, toma aire y suspira—. Me alegra que pensemos igual.
—Lo raro sería ver que apoyen al rey, muchos parecen temerlo más que quererlo.
—En su momento lo apoyaban eh, tuvo sus cosas buenas, o eso dicen. Hoy en día las cosas andan mal, ya no es como cuando era joven y eso le afecta a su juicio ¿Tú qué piensas de qué la edad afecta a las personas? ¿Es verdad o mentira?
—Yo creo que es verdad, sin dudas.
»¿Sabes? Me da curiosidad saber más de ti ¿Qué hacías antes de que yo llegase a la ciudad? Como llegaste a ser el Erick que eres ahora.
La sonrisa del deforme se borra y con mucha seriedad me responde;
—No hablo de mi pasado, nunca, jamás.
—¿No te acuerdas?
—No, ¡Es que no quiero hablar de eso! —Contesta enfadado mientras golpea el suelo con sus manitos.
—Oh entiendo, no quise enojarte, bueno, yo… Volveré a la plaza central.
—Está bien, adiós. —Replica un poco deprimido.
Volver a la plaza central fue extremadamente gracias a los mapas que andaba haciendo, pero en especial por mi brújula y la distancia que recorría para medir los kilómetros a la par de que iba atardeciendo.
Hice mal yendo por este nuevo camino ya que había más guardias, pero logro esconderme con mucha facilidad por estar cubierto de arena y tierra, pues da como resultado una especie camuflaje visto desde lejos, en especial en las ruinas de ciertas casas u otros edificios.
Llego al almacén de subsuelo. Pensé en decirle a Taleh que tenía aluminio que acabo de conseguir, pero sinceramente ni me moleste.
El resto del día “vigilé” cosa que ni hace falta hacer y me fui a ver a Karim en el departamento de trabajo, esta vez con mi ropa formal con la cajita a mano sin llamar tanto la atención, al fin y al cabo todos llevan sus mercaderías en la plaza central.
—Muy buenas Karim.
Al verme, se levanta de la silla de un brinco y su forma de hablar ahora había cambiado en contraste a las otras veces que lo vi, ya que rebozaba de energía.
—¡Hola! ¡Pero sí es mi amigo! Ven, acercate, me habías dicho que no volverías con las manos vacías ¿Qué es esa caja sino? ¡Jaja!
—Traje el aluminio que me pediste más una moneda de oro sobrante.
—Oh, muchas gracias, dámelo dámelo, el aluminio quiero decir, la moneda te la puedes quedar.
Antes de dárselo me echo para atrás y le digo;
—Más vale que concluyas tus deudas.
—Sí sí, al fin puedo estar tranquilo, ¿Cómo podría desperdiciar esa oportunidad? —Me responde con cara de espabilado y con un tono más tranquilo.
—Entonces ya estamos.
—¿Seguro que no quieres quedarte con la moneda de oro? Te lo mereces luego de lo que hiciste.
—No.
—¡Vamos, quédatela quédatela!
—No, en serio, solo buscaba concluir este trabajo.
Veo que se queda intrigado, sus ojos se cierran con ligereza y su mandíbula se suelta mientras que inclina su cabeza hacía un lado.
—¿Por qué me ayudaste para empezar? Cuando te vi creí que eras un matón o algo así, pero… Ahora estoy confundido.
—¿Conoces a Nassoumi?
—Sí, la conozco, es la capataza, de vez en cuando hablamos, ¿Por qué preguntas?
—Me pidió que me encargue de tus deudas, sea de la manera que fuese, tampoco le molesta que te cuente así que puedes preguntarle si quieres.
—Ya veo… Sí, me había dicho, pero yo estaba pensando en otra cosa, vaya, no creí que me había escuchado. Me sorprende que a pesar de que te pidiera que hicieras lo que quieras, fuiste y optaste por ayudarme. —Aprieta los labios y mueve su cabeza de arriba abajo—. La verdad que me equivoque contigo, no eres para nada la amenaza que tanto alertan los guardias.