La habitación en la que había entrado estaba repleta de planos de todo tipo, arquitectura de casas, copias de instrucciones de la maquina purificadora, recetas de comidas de varias culturas y por último lo que había llamado la atención:
Armas y armaduras, muchas requerían de una manufacturación de maquinaria, así que por fin había encontrado algo más simple, que sea replicable a mano.
Un arma simple del siglo XVIII, el trabuco dragón, fácil de portar, sencilla de utilizar. Con suficiente potencia para derribar a una persona a quemarropa.
No es que se puedan fabricar en diez segundos, pero con ayuda… Simplemente servirá, con tantos planos no creo que nadie se diera cuenta.
Lo doblo en cuatro lados y lo guardo como puedo en los bolsillos de mi sobretodo.
Ahora mismo no sé que me hizo pensar que ir al tercer piso era una buena idea, pero quería ver mejor esa torre.
Había dos tipos de escaleras, una que era a mano y la otra que era tipo caracol, fui subiendo poco a poco y cuando di al exterior lo vi.
No me anime a elevarme tanto ya que la torre era extensa, pero hasta donde había subido daba vista a toda la ciudad.
En serio, una cosa es verlo desde las afueras, pero desde las primeras plantas de la torre del palacio del misericordioso daba vista a la plaza central y a las distintas calles y barrios con distintos propósitos y arquitectura aplicada en ellas.
Todo un potencial desperdiciado por un rey más borracho que misericordioso.
Pero para no perder el tiempo me puse a ver si había una salida en los patios de este lugar, hay rejas que estaban caídas, así que podía salir por varias partes.
Empecé a bajar las escaleras, pero noto que ahora había una fila de guardias que se estaban retirando, el segundo piso estaba repleto de gente ahora.
Parece que era la cita del rey con sus guardias que había mencionado antes.
Fui esperando a que se vayan uno por uno para poder seguir por este pasillo que daba paso a las escaleras hacía el primer piso, pero del lado de la habitación por la que entre así tenía menos trayecto.
Este era el último guardia que estaba para hablar con el rey, como es de imaginar, los morados eran los primeros y los azules los últimos en tener la oportunidad de hacerse escuchar.
—Le puedo asegurar que Nassoumi es cómplice, mi lord.
—Y yo ya le he dicho que no puedo hacer nada.
—Si no hacemos algo, perderemos el control.
—Si hacemos algo perderemos el control. —Levanta las dos manos para remarcar su punto como si tuviera una caja invisible—. Y la credibilidad.
—¿Entonces qué? ¿Esperamos?
—Roto para siempre es solo una figura misteriosa, cuando la gente conozca mejor, no se harán ideas propias proyectadas en él.
—No quiero cuestionarlo, pero estoy seguro que hay gente que ha negado haber hablado con él, pero estoy seguro de que sí lo hizo, eso significa que lo defienden.
—Eso significan que pensaran igual, nada más.
—Démosle una lección, encerrémoslo.
—Cuando empecé mi gobierno lo hice y créeme, fue cuestionado hasta el día de hoy, no puedo ir desapareciendo gente sin hacer ruido, por eso lo fui haciéndolo hasta ahora.
»La gente ya no dice «Algo habrán hecho» sino más bien; «¿Podría ser el siguiente?», ese no es el mensaje ni la imagen que quiero dar y además, aunque lo hiciera, va a salir mal, yo sé que en tu armadura te sientes invencible pero nos superan en número y hay personas que por más preparación que tengan no van a controlar a las masas.
—No quisiera cuestionar su gestión, mi lord, pero creo que ya tampoco podemos presionar más con los tributos.
—Te has respondido solo. La cosa es que no sé si eso lo hiciste para insinuarme que te he estado pagando mal, si pides más guardias o si me estas advirtiendo de otra cosa.
—Lo digo porque tal vez has pensado en subir los tributos todavía más para presionarlos, pero ya las-
—¡No seas ignorante! ¡Los tributos no son un castigo!
—¿No? Es decir… Entiendo, mi lord.
Se les ve muy indeciso, es bueno saberlo.
Era hora de irme, voy a bajar esta vez apresurando los pasos cuando veo que justo estaba subiendo alguien y me escucha.
Sin pensarlo y confiando en mis reflejos, por mero impulso subo de nuevo y me topo con el guardia que salió de hablar con el rey.
Me toco correr, de reojo parecía que se quedó congelado, pero luego oía los gritos de ayuda.
Yo ya no sabía ni como volver, solo estaba concentrado en correr mientras escuchaba el ruido de sus armaduras y sus botas acercándose a mí al estar ya en planta baja yendo por las escaleras del otro pasillo.
—¡Es un fantasma!
—¡No digas estupideces! ¡Es un intruso!
—¡Atrápenlo!
—¡Vayan por el otro pasillo! ¡Va hacía allí!
Esas son las cosas que oía en forma de eco, mi corazón se aceleraba al ritmo de dos tambores siendo tocados a toda velocidad.
Mis manos temblaban, mis piernas corrían solas sin siquiera pensarlo, mis ojos palpitaban, mi garganta hacía movimientos extraños, no tenía miedo, solo adrenalina de salir con vida.
Estoy seguro que en ese momento los que estaban mas asustados eran ellos de ver una figura corriendo en el palacio, por lo que me dijo Erick no era algo que ocurriera todos los días.
Pero a diferencia de ellos, yo sí sabía que no era un fantasma y que podía morir en ese lugar, por eso me puse tan nervioso.
Mareo a los guardias corriendo en círculos y de milagro encuentro la habitación por la que entre.
Miro atrás de mí, la peor decisión, eran más de 5 guardias corriendo a toda velocidad mientras agarraban la empuñadura de su espada.
Abro la puerta con la mano en el picaporte y con un empuje utilizando mi hombro y la cierro de una patada.
Como puedo tiro un armario que estaba al lado de la puerta para bloquearla.
Había logrado conseguir más tiempo, lo que había puesto era lo suficiente pesado para solo escuchar los golpes del otro lado.