Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 26 - La Taberna de los Sueños Rotos

En el peor de los casos, lo más factible es si me agarra un guardia en la plaza central tengan en cuenta mi presunción de inocencia y no me ejecuten en el acto, si todo lo que oí es verdad, deberían encontrar pruebas que yo les robé, ¿Verdad?

Es la ventaja que puedes aprovechar de los tontos que juegan siguiendo las reglas, es muy tarde para ellos hacerse los correctos luego de haberlo estropeado por su cuenta.

Es aparente que han metido la pata varias veces, la gente aquí no me odia, por lo menos no tanto como los guardias, debía confiar en la gente.

Me metí en una taberna sin nombre, aunque era la única que estaba cerca de la plaza central.

El lugar estaba repleto.

Veo uno que otro guardia entre la multitud, pero me logro esconder bien incluso con la ropa que tengo puesta, o por lo menos ellos son más visibles que yo con esos cascos que llevan.

Se van los pocos guardias que estaban en este lugar, y me siento aliviado en una de las mesas.

Noto que en otra mesa alguien me estaba viendo, nuestras miradas se chocan. Se levanta y va a la salida, pero alguien lo agarra del hombro.

—Hey hey ¿A dónde vas?

Con micro gestos con su cabeza y sus ojos me señala a mí.

—¡No! Aquí nadie hablara de Roto para siempre con los guardias, ya saben cómo es, prometen que nos va a servir, pero lo primero que hacen es sospechar de ustedes por colaborar con él, no cometan el mismo error.

»A ustedes no les gustaría que los delataran tampoco.

En ese momento había atraído la vista de todos.

De lo contrario que podía parecer, no sentí incomodidad, sino que sentí una necesidad, no quería morir sin ser escuchado.

Me levante de mi lugar y me pare arriba del mostrador y eleve mi voz.

—Ciudadanos de la plaza central, me llamo Roto para siempre, muchos de ustedes tendrán dudas al igual que los guardias.

»A diferencia de los que dan las órdenes y luego irse como si fueran ajenos a este lugar, yo sí los oigo a ustedes, yo sí he visto lo que sufren, sé que es un sentimiento mutuo pero nadie lo ha proyectado porque se sienten desorganizados.

»Sé que no esta todo el pueblo reunido, podría contárselo uno por uno, pero seré breve con todos ustedes.

»La razón por la que el rey esta preguntando por mí, desconozco si me quiere vivo o muerto, es porque acabo de salir de su palacio. Desde que llegue he buscado respuestas, y ahora sé que el rey, no es tan misericordioso como alega ser, él vive en su palacio, tiene varias mujeres para él mismo.

»Tal vez ustedes tengan que esperar a la gran fogata y con mucho esfuerzo impresionar a sus seres queridos, pero el rey no necesita de esas cosas, simplemente les quita sus cosechas para servir un gran banquete en su honor.

»Ya no soy un pordiosero, soy uno de ustedes, solo pido que me crean ¿Nunca se han preguntado que hace con los tributos? No hay tantos guardias ni tantos mineros ni tantos caballos que lo justifiquen.

Un hombre se levantó de su silla sin quitarme los ojos de encima.

—¿Es verdad lo que le dijiste a mi compañero? ¿Que el rey te deja vivir en el bloque de vivienda?

—Así es, el rey me transfirió ahí y me pidió que deje de hacer preguntas sobre su gobierno.

La mandíbula del hombre se aflojaba.

—Yo estoy trabajando desde que soy un niño, ¡Y estoy muy lejos de poder cumplir mi sueño vivir ahí!

La gente empieza armar bullicio.

—Óiganme, ¡Escuchen todos! Quiero preguntarles algo a ustedes; ¿Acaso quieren a un rey que les de cosas a sus enemigos para decirles que hacer? Pueden salir y contarle a los guardias todo lo que hago. Pero lo que les está mostrando el misericordioso a todos ustedes es que estar en su contra es la única manera de conseguir lo que quieren es estar en su contra y no cumplir con sus pedidos.

»¿Es acaso les parece que está bien?

—¡No! —Exclaman varios.

—¿Es miedo lo que sienten del rey?

—¡Sí! —Braman está vez algunos más que antes.

—¿Lo van a seguir tolerando?

—¡No! —Grita todo el mundo aquí dentro.

—Pues entonces… Esperen al momento, si desaparezco sepan que ustedes pueden ser los siguientes, sean prudentes, cuídense entre ustedes. Aquí somos todos hermanos y hermanas, recuerden que trabajar con los guardias no les beneficia en nada.

»Tengo la solución, necesito algo para escribir, les daré instrucciones para aquellos que piensen igual, nuevamente, no los obligare a nada, ustedes son libres de escoger su destino.

El dueño del bar me señala que entre con él hacía la bodega.

—Cuando dijeron que eras una figura misteriosa moviéndose por la plaza central, lo último que podía esperar es que ese supuesto fantasma venga a mi bar a hacer… Propaganda, hace décadas que no veía eso, ya hasta se siente raro decirlo.

—La gente está cansada ¿Me vas ayudar o solo me vas a pedir amablemente que me vaya de tu local?

—¿No necesitabas cosas para escribir?

—En ese caso, me ayudaría bastante.

—Por cierto ¿Qué planeas hacer?

Le muestro los planos.

—¿Armas de fuego? El rey las prohibió.

—Aún así tienen los planos, los tome prestados, luego lo devolveré.

—¿Quieres armar al pueblo?

—Ellos tienen espadas, nosotros tendremos fuego.

El tabernero respira profundo.

—Más vale que sepas lo que haces…

Me puse hacer copias de los planos del trabuco.

Madera, de sobra.

Metal, suficiente.

¿Pólvora y gente que los arme? Esa es la cuestión.

En este bar había de todo, así que no fue difícil repartir copias de los planos a los que parecían más dispuestos a colaborar.

Pero necesitaba más.

Lo primero que hice fue descansar, cosa que el dueño no tuvo problemas en ofrecerme.

Fui al almacén de subsuelo, la plaza central estaba repleto de guardias, pero como era habitual, no era fácil ver entre la gente, además algunos de ellos casi ni lo intentaban, como si no pensaran que estaría aquí y ahora.




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