Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 27 - Tiempo Prestado

Me tope con Nassoumi y le dije al igual que el resto que sería breve, le pedí que entregue unas cartas por mí en la taberna.

Ella me miro confundida.

—¿Por qué fuiste a ese lugar para empezar?

—No es algo que ando frecuentando, solo me encontré con alguien que me esta ayudando con unos asuntos.

—Los guardias han preguntado por ti, no mientas.

—Me metí en el palacio del Misericordioso.

—¡¿Qué hiciste qué?!

—Antes que digas algo; ¿Recuerdas lo de tu amiga? El misericordioso se la llevo para hacerla vivir en su palacio y mantenerla a costa de tributos.

—¿Y?

—¿Cómo y? El rey me quiere matar solo por saber las cosas que hace allí dentro.

—No sé qué esperabas, yo hice todo lo posible para responder tus dudas, no sé cómo fui tan necia para no ver que estabas en contra del rey todo este tiempo, ojo que los guardias me lo alertaron, pero yo tuve fe en ti, Roto para siempre.

Maldición, no lo entiende…

—¿Entregaras las cartas?

—Lo dudo.

—Tal vez hablo por hablar, pero si es por no levantar sospechas ya es tarde, muchos guardias han pedido matarte.

—Maldición, si lo que dices es cierto… Supongo que es demasiado tarde, pero quiero que sepas que yo como capataza tengo que mostrar orden incluso si eso será lo último que haga, si tu idea es desestabilizar ese orden… —Su rostro cambia a uno más deprimido—. No sé si pueda ayudarte.

—Las cosas están poniéndose feas, será mejor que hagas lo correcto, quizás piensas que te tienen miedo, pero muchos te respetan como líder, eso es algo que el rey nunca tendrá. —Acerco la mano con las cartas para entregar—. Haz lo que creas mejor.

Ella no me dice nada, ni siquiera le importa dar órdenes, se quedó congelada.

Ya estando lejos me grita.

—¡Daré esas cartas! ¡Pero esto será lo último que haga por ti!

Respecto a Nassoumi, siento que se encontraba en una mezcla de asco de esta situación y al mismo tiempo querer ayudarme, solo podía comprender que la deje en una situación difícil.

Pero estar de mi lado era obvio lo correcto, ella muy en el fondo lo sabía.

En cierta medida, lo que estaba intentando en garantizar era mi propia supervivencia, convencer no hacía falta siendo que todos odiaron alguna vez al rey.

Yo solo estoy avivando las llamas de ese fuego y además de eso, le doy forma para que las flamas y las chispas apunten a mi mayor enemigo.

Aunque en este momento mis látigos ígneos son metafóricos y por ende; Etéreos. El rey sigue teniendo los guardias y estaba a punto de recordarlo.

Escuché que golpeaban la puerta de mí habitación del bloque de vivienda, con mucha velocidad escondí casi todo lo que tenía a mano.

Al abrir la puerta, me encuentro con alguien que no esperaba encontrarme delante de dos guardias de prendas moradas… Al propio misericordioso.

—Si me disculpan ¿Pueden dejarme solo?

Los guardias asienten y se quedan afuera.

—Así que… Roto para siempre ¿Eh? La verdad es que fuiste un dolor de cabeza, pero ya estoy cansado de evadir los problemas, quiero hablar cara a cara contigo.

—Pensé que no era algo que hicieras habitualmente.

—Créeme, no lo hago, pero… Cuando me roban algo, me da mucha rabia.

Se dirige a mí cama donde justo estaban los planos del arma de fuego que había conseguido, afortunadamente ya había enviado copias a los demás, pero aun así, esto me agarro por sorpresa.

—¿Ya lo sabes? ¿Y qué? ¿Vas a decir a esos dos guardias que me claven contra la pared?

—No, eso es lo que debía haber hecho cuando me desafiaste en primer lugar aquella vez hace varios días, ahora te has vuelto un héroe para muchos, pero ambos sabemos que no lo eres.

—Si me hubieras matado en ese momento también hubiese sido un mal momento porque la gente no empezó a estar cansado de ti, siempre lo estuvo, pero te tienen miedo, admítelo, se acabó, no importa lo que hagas, siempre serás mal visto.

El Misericordioso hace una mueca que demuestra su furia contenida en sus aires de mitomanía en una imagen que se caía cada vez más.

—¿Y piensas qué van a escucharte? ¡¿Cuándo sepan que eres un ladrón?! —Estira la mano y me muestra el plano enroscado—. ¿Sabes lo qué hacemos con los ladrones? Es la condena más alta junto al homicidio, gente como tú es encerrado en los calabozos o muere en la horca, eso lo decido yo, pues soy el único legislador y juez de esta ciudad, y créeme, voy a optar la segunda.

Eso por alguna razón, me hizo enfadar, es algo que toco mi psiquis, pero no sé por qué exactamente, así que me concentro en la situación actual, no hay tiempo para divagar.

—¿La horca? ¿Por qué no me matas ahora?

—Digamos que ya hay una fecha dentro de tres días a esta hora ¿Y sabes qué? Yo soy misericordioso, si tanto aprecias tu vida como cualquier persona común… Capaz podrías irte y no te seguiremos si dejas de ser relevante para la plaza central, de lo contrario cuando te vuelvan a ver dentro de tres días… Que sepas que el que avisa no traiciona. —Me explica con una forma de hablar arrogante y engreida.

—Para empezar ¿Por qué no les hablas de los miembros fundadores? ¿Piensas qué está bien ocultar a los héroes que crearon esta ciudad desde sus cimientos?

—¡¿Héroes?! ¡¿Miembros fundadores!? Ya tuvimos esta conversación con los pocos que dicen ser cultos en esta ciudad, la gente de Europa y probablemente también América confundía constantemente Asia Central con el continente Africano.

»¿En serio te parece qué debemos recordar con buenos ojos? La acción política y todos sus discursos emotivos y llenos de posverdad no funcionan ¿Sabes lo qué es una posverdad? Una mentira emotiva, no sé lo que piensas de mí, pero yo estoy con la conciencia tranquila sabiendo que no soy un corrupto.

—Eso… No es una posverdad exactamente, es más complejo, aparte, ¿Qué prefieres? ¿Qué no sepan que existieron los fundadores de esta ciudad? Eso no inmortalizara tu imagen.




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