Ya ha ocurrido, pero, reanudemos este diario una vez más.
Como dije; Me quedé esperando, ya había terminado de escribir en mi diario y me encontraba tomando una taza de té, vestido como describí la vez que fui a las minas, pero esta vez con la espada de Anuar.
Oigo patadas, la puerta no era tan resistente así que se abre.
No era nada más que el guardia que me encontró por primera vez, al verme se sorprendió y se empezó a reír como un desquiciado.
—Ooooh, ¡Jajajajajajajaja! No puede ser, ¡No puede ser! Los guardias me mandaron aquí pensando que ya te habías ido, pero… ¡Jajaja! ¡Te encontré! ¡Yo te encontré!
—Te noto contento, eso es bueno. —Señalé mientras dejaba la taza en la mesa.
Su cara cambia a una de maniático.
—¡Vas a venir conmigo! Morirás… Hoy. —Me amenaza mientras me agarra del brazo.
—Te sigo.
El guardia me estaba empujando todo el trayecto y está vez no me reviso, así que otra vez escondí mi espada en el sobretodo que llevaba puesto.
Yo mantuve la calma para poder razonar con el guardia, al fin y al cabo… La primera vez que lo vi no tuvo problemas luego de que me llevase al ministerio.
—¿Sabes algo? No es tarde para ayudarme.
—¿Ayudarte? ¡¿Ayudarte?! ¡Te voy ayudar a que dejes de respirar! —Me grita en el oído apretando los dientes.
—No es tarde para arrepentirte de lo que estás por hacer.
—Mi mayor arrepentimiento es haberte dado una identidad, debía haberte matado en ese momento, pero ya no es hora de lamentarse, porque ahora seré un redentor, así que no se te ocurra irte si no quieres que te lleve a-
—¿Trastabillas?
—¡ENSANGRENTADO! —Grita a todo pulmón, respira profundo y me murmura con una sonrisa—. Pero vivo…
Parece que no lo habían tratado bien.
—¿Sabes algo? Cuando fui al palacio vi que hablabas con uno de los morados, sé que estuviste cerca de perder tu rango, si me ayudas, puede que-
Ni corto ni perezoso me interrumpe.
—¡¿Ni corriendo te quedas sin voz?! ¡Cállate!
—Bueno, está bien, guardare silencio, pero que te avise que estás en el lado erróneo de la historia.
La plaza central estaba repleta de gente, el misericordioso había convocado a todo el mundo para verme morir en la horca incluso si me había dado la chance de escapar que no acepte.
Es imposible imaginar la cantidad de personas que había, eran incontables, era un mar de cabezas este lugar.
Los aldeanos se iban alejando para abrir el paso, mi corazón se aceleraba.
¿Nunca les paso que incluso estando seguros piensan «¿Y si sale mal?» Eso me paso a mí en ese momento.
Solo tenía una sola y única oportunidad, he arriesgado todo y no me iría sin nada.
El tiempo se había detenido, luego iba muy lento y el bullicio que se escuchaba a la muchedumbre sonaba como un pitido que iba al ritmo de mi corazón.
Es la hora.
Me estaba subiendo a la horca, pero aparte al guardia de un empujón y termine de subir los escalones, no pensaron que correría hacia arriba así que rodearon el lugar.
—¡Oigan todos! Trabajadores de la plaza central y mineros que han sido convocados por mí.
—¡¿Convocados por ti? —Grita el guardia que me trajo.
Note que él iba a subir, pero el misericordioso le pone la mano en el pecho como intentando evitar que se acerque.
—Durante años, no ¡Décadas! Han tenido un rey que se aprovecha de todos ustedes, les ha cerrado la biblioteca y la privatizo para que solo unos pocos sean cultos, muy pocos de ustedes ahora recuerdan o siquiera ha oído hablar de los miembros fundadores de esta ciudad, pues el rey que se autoproclama misericordioso los ha engañado para que lo idolatren a él.
Me muevo de un lado a otro con bastante velocidad con pasos pesados mientras la madera de la plataforma de la horca crujía, aunque los guardias no hacían más que mirar, probablemente porque estaba viendo la reacción de su gente, tal y como yo le dije esa noche en la que fue a verme.
»Eso no es todo ¿Quieren ver para que utilizan sus tributos? La comida sobra para los caballos, es mentira que es todo para ellos, la realidad es que él tiene un Harén con las mujeres más bellas de la ciudad, sirviendo banquetes glamorosos productos de SUS esfuerzos.
»Y si no me creen, pueden agarrar sus herramientas de trabajo y venir al palacio. Pues la única razón por la que él me quiere muerto es porque sé demasiado.
—¡Guardias! Ya fue suficiente, ya dio sus últimas palabras, ahórquenlo o usen sus espadas si es necesario.
—¡Se acabo Malik! No lo mataras, tu locura llego a un límite. —Exclamo Nassoumi.
—¡¿Cómo me llamaste?! —Responde en colera el misericordioso.
—Es enfermizo que quieran matar a un buen hombre, ¡No merece morir! —Grito Abidemi mientras se acercaba entre la multitud.
—¿Qué hay de mi hermano? ¿Qué misericordia recibió? ¡Fue perseguido como un animal! ¡No hay justicia en esta ciudad!
Uno de los guardias avanzo por mi espalda, salte de la horca y me desplome contra el suelo, la tierra se levantó, vi la sombra de otro guardia que estaba embistiendo contra mí, pero Taleh lo agarro de los brazos y lo empezó a golpear torpemente, pero con suficiente fuerza para sacudirle el casco al guardia y dárselo vuelta.
—¡NO GOLPÉ A MI AMIGO!
—¡Aquí tienen!
Al ponerme de pie, veo a Bes junto a los mineros poniendo las cajas de trabucos con la pólvora.
—Solo vengan los que sepan usarlas.
Los guardias estaban distraídos conmigo, así que me alejé lo más que pude mientras que la multitud empezó apuntar a los guardias con hoces, hachas e incluso palos y piedra, que poco a poco eran arrinconados y cubrían al rey.
—¡Señor! ¡Tenemos que irnos!
El rosto del misericordioso ya no era de odio ni tampoco estaba atónito, parecía decepcionado y si su cara no me engaña parecía como si tratase de asumir la situación como el principio del fin.
Las armas de fuego estaban listas, escucho un tiro y los guardias azules van cayendo mientras los morados van todos juntos empujando a su rey para escoltarlo al palacio.