Fragmentos de un Mundo Roto - La Ciudad Perdida

Episodio 30 - Asedio y Justicia

Todos los guardias estaban retrocediendo a las entradas del palacio.

Mientras estaba llegando al lugar veo que la ventana por la que entre la última vez seguía abierta.

Como se podrán imaginar, los campesinos iban al frente pero no eran lo suficientemente temerarios para no esperar a los que tenían armas de fuego.

Subí las escalinatas, y fui por la cornisa, la gente estaba tan ocupada en entrar por la fuerza que no me siguió nadie.

Al ver al interior noto algo extraño, así que bajo con cuidado y ya más de cerca veo que el lugar estaba repleto de trampas para osos.

Que suerte que tengo buena vista, aunque no me hubiera conseguido una lámpara.

Salgo por el pasillo y me encuentro un guardia de color morado corriendo del lado contrario de la entrada.

Al verme se detiene en seco y se me queda mirando sin saber que hacer, parecía como si el guardia me tuviera miedo.

—¿Qué es lo que buscas? —Le digo de una forma que pareció mas una amenaza.

—Eh… Yo… Yo solo quiero esconderme, ¡No me uní para esto!

—Escúchame, si realmente te das por vencido, no me estorbes, si encuentras otros guardias diles que, si se quedan juntos y me los vuelvo a encontrar, ordenare al resto que les perdonen la vida ¿Entendiste?

—Sí, entendido.

El guardia sigue corriendo girando la cabeza para mirar a sus espaldas por si alguien lo seguía.

El resto de los pasillos incluso en los iluminados estaban vacíos, parece que la gran parte de ellos se encontraban en las entradas principales.

Revise el segundo piso, no había nada, la mesa estaba vacía, sin resto de las mujeres que él tenía.

Fui al tercer piso y vi al misericordioso a lo lejos.

Él estaba quieto y yo solo caminaba hacia él.

—Me equivoqué, tú eras como ese hombre que recordaba, tenía que haberte matado cuando pude.

Entra a una sala y yo lo sigo.

Adentro, veo una gran alfombra roja con varias columnas en sus costados de ese lugar, al final había un trono adornado con los mismos colores que sus prendas, un lugar enorme mayormente vació.

»La cosa no es que no sospechara o de plano supiera lo que ibas hacer, pero digamos que… Un hombre admite la derrota, no hago daño innecesario, ¿Se puede decir lo mismo de ti?

Desenfundo la espada sin decirle una palabra.

»¿La gente te conoce bien? O mejor pregunto; ¿Te conoces a ti mismo?

Me quedo quieto a una distancia razonable.

»¿Qué te hace pensar que tienes lo que se necesita para creerte que eres de la clase dirigente? ¿No te enseñaron de humildad?

—Te seré sincero, en ningún momento dije que yo sería mejor o peor que vos, solo busco destronarte y volverme rey.

Los ojos del rey se abren.

—Eres peor de lo que esperaba, ¡No creía estar tan equivocado contigo, creía que eras de esos necios que piensan que es fácil ser rey! Tengo varias preguntas que hacerte ahora.

—¿Por qué debería responderlas?

—No sé, cuando hacías preguntas, ¿Alguien se negó? ¿O vos te detuviste cuando te dijimos que dejes de meter tu nariz donde no te incumbe?

—Incluso un malnacido como tú merece respuestas. —Enfundo mi espada—. ¿A qué esperas?

—¿Qué harás con la gente problemática que has creado? ¿Vas a matar a todos los guardias y luego crees que los aldeanos se defenderán a ellos mismos? —Pregunta con indignación.

—Eso estará por verse, le he perdonado la vida a un guardia que no buscaba problemas, ¿Eso me vuelve más misericordioso que lo que dices ser?

—Bah, que sabrás tú de moral y ética.

—Más que usted, seguro, «Su alteza». —Respondo con sarcasmo.

—¿Y qué hay de la historia? ¿No crees en ella?

—Que la historia diga lo que tenga que decir, no me importa, tú solo te has puesto como el malo, así que te tengo que agradecer por ser tan indeseable, no lo hubiera logrado sin tu ayuda.

—Francamente; Prefiero morir antes que verte a ti influenciando a las masas.

—Supongo que eso mismo digo de tu reinado.

—Una última pregunta… —Inquiere mientras mete su mano en el abrigo—. ¿Cuántas balas crees que soportara el cuerpo humano?

Cuando estaba por terminar esa oración yo corrí hacía una de las columnas al mismo tiempo que el rey disparaba con mal pulso.

Una vez detrás de ese lugar, estoy por asomar la cabeza y escucho un tiro que rosa mi cobertura.

Lo que él llevaba era un arma mucho más moderna, de esos planos que decidí omitir por lo elaborado que eran.

Pero de poco le servía algo tan elaborado.

Escucho un ruido que sale de su arma, pero no salía ningún estallido.

Embisto corriendo contra él que parecía estar recargando el arma, pero de una patada le hago soltar lo que tenía.

—¡Pelea como un hombre! —Exclame mientras intentaba darle con la espada.

—¡Por lo menos soy más humano que tú! ¡Bestia! —Contesta jadeando a la par que se tira para atrás y desvaina su espada de hoja curva.

Nuestras formas de hablar eran distintas, la pelea a pesar de que era complicada yo tenía la ventaja, era más joven que Malik, él no tenía nada que hacer.

Yo era más rápido, pero él tenía más alcance con sus ataques.

Logre bloquear y esquivar varias veces, él iba mas a la ofensiva y yo no retrocedía por nada cuando recién empezaba la pelea.

El choque del metal se escucha repetidas veces como un eco sin fin en esa enorme sala.

Logro acercarme, atajo su muñeca, intento atravesar su estómago pero algo choca contra él…

Tenía una pechera puesta debajo de su ropa de noble.

En ese momento me echo para atrás mientras sacudo mi espada directo hacía su hombro.

Al mismo tiempo que la punta de su sable corta parte de mi mejilla.

Él se sacude y brinca hacia atrás, se retuerce del dolor a par de que gime, pero yo no me había dado cuenta que me hizo daño hasta que puse mi mano libre en mi cara y vi que salía sangre.

No me había dado cuenta, ni tampoco le di importancia.

Empezamos a caminar en círculos, ahora intento seguirle el ritmo, un espadazo, se echa para atrás, hago lo mismo, él se cansaba muy deprisa y tenía ya gran parte del hombro cubierto de sangre.




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