Varios años han pasado desde que escribí por última vez en mi diario, ya no hace tanta falta como antes y además, se podría decir que estuve ocupado todo este tiempo.
Se han hecho varios cambios, reduje el porcentaje de tributos necesarios e hice nuevos cambios como poder pagar no solo con cosechas sino también con oro, con los ajustes, ahora los granjeros trabajaban para ellos mismos, cosechando los frutos de su labor y logré fomentar el comercio como ellos quisieran y así dándole razón de ser a la moneda que anteriormente no valía nada para la gran parte de la plaza central.
Algunos intentaron aprovechar de la situación en forma abusiva, pues no hay peor criminal que el que parece que sigue las reglas de juego de la ley creyendo que ser uno de los tantos que marcharon a mi lado le daba inmunidad, pero confiaba de que con el tiempo haya orden luego de que se terminen de formar los primeros abogados de esta ciudad y puedan derogar las leyes del Misericordioso para hacer nuevas normas que sean más justas tanto en cara a derechos para los civiles y las penas que sean necesarias para sus infractores.
No fue complicado lograrlo, he devuelto la educación obligatoria y con ello aparecieron una nueva generación de académicos dispuestos a destripar los secretos de la biblioteca en beneficio del mañana. El conocimiento ya no era única y exclusivamente de los laboratorios, que sea dicho de paso; se mantuvieron iguales, oyendo las peticiones de sus científicos para aportar con avances tecnológicos que luego serían de uso público, incluso si lleva tiempo en publicarse en un modelo comercial como lo fueron los faroles eléctricos.
En cuanto a la seguridad, algunos que sobrevivieron al asedio contra el Misericordioso y como yo había prometido, perdone la vida aquellos que no opusieron resistencia. Varios seguían deseando ser guardias luego de la caída del Misericordioso, pues los más acérrimos del anterior gobernante fueron asesinados en defensa del rey.
Pero he visto de cerca la clase de persona que son muchos guardias, así que he tomado medidas para que no cualquiera sea un guardia, sino que solo los que sean aptos de ser la viva imagen del orden podrán servir y proteger como guardias.
Los mineros fue un tema complicado, no había espacio para tantos y alguien tenía que ocupar sus puestos, pero con el tiempo cumplí mi promesa, al igual que todas las que hice al pueblo, aunque esta fuera la que más me he demorado en hacer realidad, es como ese viejo dicho; Mejor tarde que nunca.
A pesar de que ahora soy un prócer para ellos, las armas de fuego debían ser destruidas o escondidas para mantener la seguridad, si bien ahora sabían de su existencia y como hacerlas, logre mantener la paz, ordene a los habitantes de la plaza central que habían participado en el asedio al palacio, le pedí que depositen las armas con la promesa de devolverlas en caso de necesidad.
La gente me ve como un héroe, el dador de la justicia y el portador de la libertad.
Venido de la nada misma para traer el orden en esta ciudad, así que como le dije a la gente en su momento;
«Buscamos prosperar, no matarnos entre nosotros.»
Esa noche en la sala del trono, la gente me vio a mí, pisando al tirano que tenían de rey, fue una imagen que se les grabo a fuego dentro de sus cabezas, hasta compusieron canciones de ello e hicieron varios poemas más mientras me paseaba por las calles de la plaza central, no como un forastero, sino como su rey, aunque deseo establecer democracia para el día de mi muerte.
A veces pido a los guardias que traigan ciertos libros de la biblioteca, pero son demasiados y no todos son de mi gusto, abrir sus puertas al público es solo una muestra del amor que siento por estás cosas, solo espero que la gente del mañana valore este lugar con el paso de los años más que lo hicieron en su época de privatización.
No sé cómo será el futuro de esta ciudad, pero logre que sea un nuevo hogar para mí y para toda la gente que la habita. Posiblemente alejado de mi viejo pueblo que tanto daño me había hecho pero que ahora no recuerdo el por qué.
Es gracioso, ¿Quién diría que un vagabundo solitario de las tierras inhóspitas seria quien iniciara esta revolución en una ciudad que no parecía existir para el resto del mundo? Mi tonto corazón no aguanta más, pero ahora mi mente esta despejada.
En el medio del corazón de la ciudad, ahí estaba yo, con la arreglada túnica violeta del rey, usando las últimas páginas de mi diario, sentado en un trono en un palacio cuya torre se ve desde las afueras de las murallas.
Conseguí poder, eso era lo que quería todo este tiempo.
Finalmente; Soy Feliz.
Tanto como mi mente que esta despejada, también los cielos de estas tierras están empezando hacer lo mismo, que gracias al arduo y prolongado trabajo realizado con la maquina purificadora, volvían aclararse en las épocas más radiantes del año, las que los científicos llamaban «solsticios», como los libros relataban que eran antes de la gran catástrofe, cielos que alguna vez volverán estar despejados y mis objetivos también son claros ahora mismo.
Yo sigo estando roto, nunca seré reparado, lo que paso antes de entrar en la niebla y tormenta que rodea a esta ciudad había quedado en el pasado, y si hacemos bien las cosas, seremos el próximo gran imperio de la humanidad, tal y como sus miembros fundadores les hubiera gustado que sea.
Es hora de dar un final a mi diario, tal vez algún día sabrán que en el fondo yo no era un buen hombre, que mis motivos eran egoístas incluso si mis acciones dicen lo contrario.
Sea como sea, la ciudad… esta ciudad, no será por siempre perdida, y el día que la maquina purificadora pierda rango tendremos que ser parte del nuevo mundo.
Y ese día… está ya cerca, incluso si yo no viva para presenciarlo.