A veces cierro los ojos y me veo a mí mismo cuando tenía cinco años. No digo nada. Solo observo. Como si ese niño supiera cosas que yo había olvidado.
He guardado recuerdos como quien guarda luciérnagas en frascos. Algunos brillan. Otros apenas parpadean. Pero todos tienen algo en común: me pertenecen.
Este no es un libro para contar verdades completas. Es un intento por reconstruirme a través de fragmentos, como quien arma un rompecabezas con piezas que ya no encajan del todo. No lo entenderás del todo. Y está bien. Yo tampoco lo entiendo.
Solo quiero que si alguna vez te sentiste perdido, si tu sombra te pesó más que tu cuerpo, sepas que no estás solo.
Esto no es una historia. Es un espejo. Y tal vez, al leerme, te encuentres un poco de ti también.