Fragmentos de Vladimir

Capítulo 2: El recreo era nuestro reino

🏰 A veces, los amigos son las alas que uno necesita cuando no sabe volar

El recreo era ese lugar donde podía respirar. No sé porqué, pero los minutos fuera de ese salón me hacían sentir más yo… como si me quitaran un disfraz que nunca supe ponerme bien. En el aula me sentía apretado, pequeño, como si hablara muy fuerte solo por pensar. Pero allá afuera, entre tierra, columpios y voces sueltas, no necesitaba decir nada para sentirme parte de algo.

Y ahí fue donde conocí a William. Al principio no hablábamos demasiado. Él solía jugar solo. Lo vi dibujar en el polvo con un palo mientras los demás se peleaban por quien sería el lobo feroz en la siguiente ronda. Y un día decidí acercarme a él sin decir nada. Me senté a su lado y empecé a dibujar también.

Desde entonces, nos buscábamos con la mirada cada que salíamos al patio. Jugábamos a que éramos dragones, a que éramos astronautas perdidos y también exploradores.

Con William me sentia diferente. No tenía que forzar una sonrisa ni esconder mis manos cuando me temblaban. Con él podía existir sin tener que explicarme.

Todavía me acuerdo de un día particular. Llovia. Nos dijeron a todos que no saldríamos para evitar accidentes o que nos resfriamos, y la mayoría se quejó. Menos nosotros, nos sentamos en una esquina del salón y él sacó algo de su mochila.

—Te lo regalo —dijo mientras me lo entregaba—. Era un avión de papel, mal doblado, con un ala más larga que la otra, también tenía detalles pintados con crayolas. Lo guarde como si fuera lo más preciado.

No quise volar en ese momento. Espere.

Lo guarde entre las libretas, entre dibujos que nunca mostré. Lo volé por primera vez cuando mi papá le gritó a mi mamá. No volé mucho, había chocado contra la pared. Pero fue suficiente. Fue como si algo dentro mío se moviera, aunque fuera un poco.

A veces me pregunto si William sabía. Si notaba mis silencios largos o las sombras que estaban detrás de mí. Nunca le conté nada. Ni una sola palabra sobre lo que pasaba en casa. Pero él estaba siempre ahí. Y eso bastaba.

El avión de papel que me regaló lo guardé por años. Cada vez más arrugado, más frágil. Como los recuerdos que uno guarda.



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En el texto hay: reflexion, infancia, poetico

Editado: 06.08.2025

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