Capítulo 3: El reflejo de un adiós
Luna está sola en su pequeño departamento. Las luces del exterior proyectan sombras en las paredes, creando figuras que parecen moverse al ritmo de sus pensamientos. De pie frente al espejo del baño, se observa detenidamente. Sus ojos están hinchados por el llanto y el cabello desordenado cae en mechones sobre su rostro. Se siente perdida, rota, como si una parte de ella hubiera quedado atrapada en un tiempo que ya no existe.
En el reflejo, ve a Kai. No físicamente, pero lo siente allí, como un eco que se niega a desaparecer. "¿Qué somos ahora?", se pregunta en voz baja. La respuesta, sin embargo, no llega. Solo hay silencio. Un silencio que se ha vuelto ensordecedor desde que él se fue.
De pronto, su teléfono vibra sobre el lavabo. Es un mensaje de una amiga preguntándole cómo está. Luna no responde. Nadie sabe realmente lo que siente, y en cierto modo, tampoco quiere que lo sepan. Quiere vivir este duelo a solas, encontrar sus propias respuestas sin que nadie intente darle consejos vacíos.
En otro punto de la ciudad, Kai está en el departamento de Sandra, la mujer con la que intentó llenar el vacío que Luna dejó. Ella le habla de planes futuros, de viajes y proyectos, pero él no la escucha. Su mente está atrapada en los recuerdos. La última vez que vio a Luna, los ojos de ella estaban llenos de dolor. Un dolor que él provocó.
Kai se levanta del sofá y camina hasta la ventana. Afuera, la ciudad sigue su curso. Pero él sigue anclado en el pasado, incapaz de avanzar. En su bolsillo, la carta que escribió para Luna sigue ahí, intacta. Sabe que debe entregarla, que debe enfrentar lo que dejó atrás. Pero el miedo lo paraliza. Y en ese instante, Kai se pregunta si acaso el reflejo de un adiós es, en realidad, la imagen de un hombre incapaz de reparar lo que rompió.
En un espejo, Luna se observa a sí misma. Los ojos cansados, las palabras no dichas amontonadas en la garganta. Kai aparece detrás de ella, reflejado como un eco del pasado. "¿Qué somos ahora?", pregunta Luna, y el silencio se convierte en respuesta.
Pero el reflejo no es solo un adiós, es también un comienzo. Porque a veces, para renacer, primero hay que dejar ir lo que se ama.
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Editado: 09.05.2025