Capítulo 7: El reencuentro

Capítulo 7: El reencuentro

Luna está en la Feria Internacional de Libros, un evento al que ha sido invitada como escritora, ahora con varios libros infantiles publicados. El ambiente está lleno de emoción, de sonrisas de lectores y de niños corriendo de un puesto a otro, buscando aventuras en las páginas de nuevos mundos. Luna, con una sonrisa tímida y la mano descansando sobre la pila de libros que está firmando, no puede evitar sentirse agradecida por lo que ha logrado.

Los años de sufrimiento, de dolor por la partida de Kai y la maternidad en solitario, se sienten como una eternidad atrás. Aunque su corazón sigue guardando los recuerdos de lo que fue, se ha enfocado en construir algo nuevo. En ser la madre que su hijo necesita, y la mujer que se ha redescubierto a sí misma a través de las palabras que plasma en sus libros.

De repente, una voz familiar llega a sus oídos, interrumpiendo su pensamiento. Un susurro que la hace detenerse en seco.

—Luna.

Luna levanta la mirada, y allí, ante ella, está Kai. El tiempo parece detenerse por un momento. Los recuerdos vienen en un torrente: las risas compartidas, las peleas sin resolver, las promesas que nunca se cumplieron. Sus ojos se encuentran, y un choque de emociones recorre sus cuerpos. Kai está frente a ella, pero no es el mismo hombre que dejó atrás. Hay un peso en sus ojos, algo más maduro, un vacío que no puede disimular.

—Kai… —susurra Luna, como si no pudiera creer que lo tiene frente a ella después de tanto tiempo.

Él asiente con una ligera sonrisa, pero sus ojos están cargados de arrepentimiento y esperanza.

—Nunca pensé que este día llegaría —dice él con una voz temblorosa—. Quiero hablar contigo, Luna. Si me das una oportunidad.

Luna mira su rostro y, por un instante, duda. No está segura de qué siente, ni de qué debe esperar de esta conversación. Sin embargo, algo en el tono de Kai, algo que no tiene que ver con palabras, le dice que no está allí por casualidad. Quizá es el destino que les da una nueva oportunidad.

—Claro, hablemos —responde Luna, con la calma que le otorgan los años de distancia.

Se alejan un poco del bullicio, buscando un rincón apartado de la feria. Kai se ve nervioso, pero también determinado. Ha pasado mucho tiempo para encontrar el valor de enfrentarse a ella, de pedir perdón, de reconocer sus errores.

—Sé que no tengo derecho a pedirte nada, Luna, y sé que el pasado no se puede cambiar —comienza, mirando sus manos—. Pero quiero que sepas que he cambiado. No solo porque haya dejado a Sandra, no porque ahora te esté buscando, sino porque he comprendido lo que perdí. Y eso… eso me duele más que cualquier otra cosa.

Luna escucha en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras de Kai tienen un eco diferente ahora. Pero, a pesar de todo, no puede negar que hay una parte de ella que lo ha extrañado. Que lo sigue queriendo.

—No espero que me perdones ahora —continúa él—. Solo quiero ser parte de la vida de nuestro hijo. Y si tú me lo permites, también quisiera ser parte de tu vida, aunque sea como alguien que ha aprendido a valorar lo que antes daba por sentado.

El aire entre ellos es pesado, pero también lleno de algo que no pueden identificar: la posibilidad de un nuevo comienzo. Luna toma una respiración profunda, el pasado sigue pesando, pero su corazón le dice que esta conversación es el primer paso para encontrar la paz.

—Lo que pasó, Kai… no se olvida. Pero el amor que sentí por ti, y el que todavía siento, no depende de lo que ya no podemos cambiar —dice Luna, su voz suave pero firme—. Si quieres ser parte de la vida de nuestro hijo, bienvenido. Pero no esperes que todo sea fácil. Yo también he tenido que sanar.

Kai asiente, comprendiendo. Este no es un perdón instantáneo. Es solo un primer paso hacia algo que podría ser, tal vez, una reconciliación, pero a su propio ritmo, con el tiempo.