Fragmentos del Corazón

Capítulo 10: Los ecos del pasado

Capítulo 10: Los ecos del pasado

Luna no sabe cómo lo hace, pero siempre encuentra la forma de sonreír cuando su hijo la mira con esos ojos llenos de inocencia. La maternidad, aunque solitaria en su inicio, le ha dado una fortaleza que no sabía que tenía. Ahora, su pequeño está en una etapa en la que las preguntas no cesan, y sus risas, aunque distraídas, la acompañan en su hogar lleno de recuerdos.

Kai, por otro lado, ha estado alejado más tiempo del que se hubiera imaginado. La vida lo ha llevado por otros caminos, pero aún la presencia de Luna, aunque distante, sigue siendo un eco en su mente. El reencuentro fue inevitable, pero también aterrador. Sentir que el destino se entrelazan

nuevamente entre sus dedos, mientras todo lo que construyó durante ese tiempo se derrumbaba, fue doloroso. El abrazo de su hijo lo hizo sentir por un momento que tal vez aún quedaba algo por salvar.

Pero los recuerdos no son solo una carga. También son una lección. Como cuando caminaba por las calles con Luna, tomados de la mano, sin entender el valor de esos pequeños momentos. Ahora, al ver su vida desde lejos, sabe que cada segundo de ese pasado le pertenece. Y, sin embargo, se siente ajeno a la persona que alguna vez fue.

Kai se presenta en la puerta de la casa de Luna una tarde de otoño, cuando el viento sopla suavemente, como si el tiempo hubiera dado una tregua para los dos. No sabe si está listo para la conversación, pero no puede seguir con la incertidumbre. Toca la puerta, y Luna lo recibe con una expresión cautelosa. A sus espaldas, el niño juega con un balón, ajeno al peso del momento.

—Hola, Luna —dice Kai con una voz que parece venir de un lugar lejano.

Luna no responde de inmediato. Observa su rostro y, por un segundo, se pregunta si aún queda espacio para perdonar. No tiene respuestas claras. ¿Cómo se reconcilian dos personas que han vivido una vida separada, pero que no pueden evitar reconocerse a través de las huellas que dejaron en el otro?

—¿Qué quieres, Kai? —pregunta finalmente, sin dejar de mirarlo con los ojos firmes, como si no quisiera mostrar vulnerabilidad.

El silencio se hace largo, como una espera que nunca termina. Kai da un paso al frente, sin quitar la vista de Luna. El niño corre hacia el jardín, pero la madre no aparta la vista de él.

—Quiero... —Kai comienza a decir, pero sus palabras se quiebran—. Quiero hacer lo que nunca hice: enfrentarme a lo que hice. A lo que dejé atrás.

Luna lo observa detenidamente, buscando algo que aún reconozca en él. Algo que lo haga merecer un segundo chance. Pero la herida es profunda, y las palabras no siempre son suficientes.

—No basta con pedir perdón, Kai —responde ella, con la voz más firme de lo que se siente en su interior—. No basta con arrepentirse. Debes demostrar que entiendes lo que perdiste, y que estás dispuesto a ganártelo de nuevo.

Kai asiente, comprendiendo la magnitud de lo que Luna está diciendo. Sin embargo, su corazón late con una sensación de alivio, como si por fin estuviera haciendo lo que tenía que hacer. No es un principio fácil, pero es el único que tiene.

—¿Puedo quedarme? —pregunta, mirando al niño que juega en el jardín.

Luna respira profundo. El amor que alguna vez compartieron está allí, latente en cada rincón de su hogar. Pero también hay miedo. Miedo de volver a abrir un capítulo que ya ha sido cerrado muchas veces.

—No prometo nada —responde ella, finalmente—. Pero sí te doy una oportunidad.

Y aunque las palabras son solo un inicio, Luna sabe que el camino será largo. Pero algo en su interior le dice que este es un comienzo diferente.




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