Frame [#3 Aberrantes]

Prólogo

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—Y el ganador es Ivan O'brien por 67,44% de los votos a su favor—comentó la reportera desde el televisor de Ivan.

Ivan vivía en un departamento resplandeciendo del blanco que lo cubría, el suelo era de marfil y las paredes al igual que las columnas estaban pintadas de color hueso. El televisor se encontraba encima de la chimenea con bordes dorados. El sofá negro de piel sintético sobre el que él rebosaba estaba más caliente y cómodo de lo usual. La temperatura fría lo ayudaba a sentirse más cómodo.

—Sí —murmuró entre sí al ver que había ganado las elecciones de gobernador.

Tomó su copa de vino llena que rebosaba encima de su mesa de cristal con bordes dorados y lo tomó de un solo sorbo. Incluso exaltado mantenía su gracia.

Aún mantenía su smoking puesto para recibir esas gratas noticias. Peinó sus cabellos dorados mientras dejaba su copa encima de la mesa, se cruzó de piernas y extendió ambos brazos encima del espaldar del sofá. Liberó un suspiro de alivio. Estaba muy nervioso, había sido agotador el tener que ganar estas elecciones tan reñidas ya que él estaba a favor de algo que no muchos estaban, a favor de los aberrantes.

La presentadora continuó anunciando los demás elegidos, pero eso no le importo a Ivan O'brien. Escuchó el repiqueteo de los peldaños dándole una señal de que su esposa estaba en camino.

—Felicidades cariño —su voz siempre iba a ser continua sin liberar un atisbo de emoción—, ganaste las elecciones.

Ivan se levantó de un salto y le sonrió de oreja a oreja. La luz del atardecer del sol iluminaba todo el departamento, la vista era preciosa, ambos vivían en el edificio más alto y contaban con dos niveles. Podían admirar la ciudad de Bresa.

La sombra de los pilares cubrían el rostro de Deanna, a pesar de que Ivan sabía que traía su máscara consigo.

—Te dije que ganaría —Ivan se acercó a su esposa y tomó su mano con delicadeza—, puedes hacer toda la trampa que quieras, pero el bien ganará. La paz lo hará.

—No lo entiendo —Deanna se mantuvo inmóvil mientras su esposo besaba su mano enguantada—, hace 8 meses Acrisea explotó, todo a causa de los aberrantes.

—No fueron los aberrantes —Ivan soltó la mano de su dama enmascarada—, fuiste tú con ConAbe.

—Nadie lo sabe —comentó Deanna a su vez que alzaba la vista para ver a su esposo.

Iván era encantador. Sus ojos verdes brillaban con pasión gracias a la luz del atardecer que atravesaba la ventana, su piel era blanquecina como la nieve, sus cabellos dorados eran sedosos y pocos hilos de cabellera cubrían su rostro. Pero más que todo, lo que a todos les fascinaba de él, era su altura. Era alto, incluso con Deanna siendo tan alta y con tacones se sentía diminuta a su lado.

Su físico, le costaba admitir, era hermoso. De los hombres más hermosos que ella pudo haber visto jamás.

—Entonces, les encanto yo —Ivan besó su frente y pasó de largo en dirección a la cocina—. ¿Quieres tomar de la gran reserva?

—El juego sigue en pie —habló ella por encima de su hombro.

—Claro que sí —sonrió él y le sirvió una copa de vino a Deanna—, un momento aquí y al siguiente, presidente de los Estados Unidos. ¿No suena hermoso? Y entonces habrá paz en...

—Sabes que no tomo —lo interrumpió, Deanna se apoyaba de la isla de la cocina.

Al ver su rostro siendo cubierto por una máscara negra y dos huecos donde van los ojos cualesquiera sufriría un paro cardiaco al verla venir de sorpresa, sin embargo, Ivan se acostumbró a ello. A estar con una persona que no revelaba su rostro por nada del mundo. Nunca logró ver su rostro, jamás ha podido, Deanna decía que al verla podría matarlo, él sabía que ella era una aberrante, pero no sabía cuál era su habilidad. Decidió dejarlo por alto y continuar con esta mujer de la que está perdidamente enamorado.

—De acuerdo —se encogió de hombros y guardó la reserva—, más para mí.

—La gente es estúpida —Deanna observó la ventana, la ciudad estaba muy en paz—, los aberrantes se vuelven cada vez más salvajes y ellos solo piensan en la paz.

—Soy muy convincente, mi amor —Ivan se encogió de hombros y tomó un trago de su copa—, así te convencí de estar conmigo.

Ella se limitó a verlo a los ojos.

A menudo, cuando ella hacía eso, Ivan lo tomaba como una pequeña sonrisa a pesar de que Deanna nunca había reído en su presencia, o incluso sentido odio.

—¿Has movido sus fichas? —preguntó Deanna.

Ivan negó con la cabeza y dejó la copa vacía encima del lavaplatos. Ivan tomó el recuadro que pendía en la pared y lo halló, tenía pequeñas bisagras en la parte inferior haciendo que el cuadro se abriera como una mesa manteniendo un lado adherido a la pared.

Al hacerlo, reveló que el cuadro, en su parte trasera, era un juego de tablero con cuadros blancos y negros con fichas adheridas al cuadro con imanes. Eso no era todo, las fichas negras se habían movido por varias zonas del tablero, mientras que las blancas continuaban inmóviles.




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