El ascensor se abrió de par en par, todos enfocaron su mirada para ver de quién se trataba. Cooper emergió del elevador y las puertas se cerraron a sus espaldas, frunció el entrecejo al notar como todos lucían turbados y mayor coincidencia que sea en la puerta de Murphy.
Phemphit aún moría de vergüenza, bajó la mirada mientras sus manos aún se posaban encima de su cabeza traspasando sus melenas rosadas. Su corazón parecía salir de su pecho.
—Buenos días —habló Cooper y se retiró las gafas de sol oscura que traía puestas.
Pasó frente a Phemphit sin dirigirle la mirada, se acercó a la puerta de Murphy donde parecía ser el punto de reunión.
—Buenos días, jefe —bromeó Chao y se apartó de la puerta para darle un espacio a Cooper.
—¿Qué sucede? —preguntó el chico pendiendo sus gafas de sol encima de la camiseta en forma de V.
—Es Murphy —respondió Chao y se cruzó de brazos—, no se ha levantado en toda la mañana y él siempre es el primero en comer.
—Él es el primero en muchas cosas —comentó Shixed.
—Eso es raro —Cooper pasó sus manos por su cabellera negra, Phemphit lo observó de reojo y no podía dejar de sentirse tan afligida—, aunque no es lo único raro; Phemphit y Shixed huelen a alcohol.
—No sabía que era ilegal tomar en la torre —murmuró Shixed y se volvió donde su compañera.
—No lo es —Cooper se acercó a un costado de la puerta.
Oprimió uno de los cuadros de la cerámica de pared y de este emergió un panel con una pantalla táctil y luces rojas con verdes. Los tres estaban pasmados ante esta revelación.
—¿Nuestros cuartos tienen eso? —preguntó Chao.
Cooper posó su mano encima del panel y las luces se volvieron más cegadoras, estaban analizando el ADN de Cooper. Una vez que las luces paraban de parpadear, una luz verde aseguró su entrada. La puerta se deslizó dejando libre acceso a los muchachos a su vez que el panel volvía a esconderse detrás de las paredes. Cooper se acercó a la habitación, fue el primero en entrar. Las luces continuaban apagadas, incluso los monitores y eso rebasaba la línea de lo insólito.
Chao entró y luego Shixed, seguida por Phemphit. Cooper prendió la luz y vio el cuerpo de Murphy. Estaba en su camilla, pero ¿Por qué a esta hora? Al acercarse notó el monitor, mostraba un gran cero y una línea continua. Sus ojos se abrieron como platos.
—Murphy —comenzó a gritar y se acercó a su amigo para abofetearlo—, ¡Murphy! Joder, ¡Despierta!
—No —murmuró Chao cubriendo su boca con su mano.
Vio sobre su hombro a las dos chicas que no sabían cómo reaccionar. La resaca de Phemphit había desaparecido, Shixed solo estaba de pie con los ojos grandes como platos, parecían salir de su órbita. Los tres se mantenían alejados mientras observaban a Cooper gritar y golpearlo, pidiendo que se reanimara.
—¡Murphy por favor! —gritaba de dolor—, ¡Despierta!
Su desespero se volvía en tristeza. Sus ojos se llenaban de lágrimas recorriendo su mejilla hasta finalizar en el cuerpo de Murphy. Murphy no era solo un amigo, él lo había atendido, él lo había recibido en sus brazos, él decidió ser parte del equipo a pesar de no ser un aberrante, había sido inspirado por Cooper.
Esto era su culpa.
Si no lo hubiera llevado a las misiones, él no hubiera perdido parte de su cuerpo, no estuviera dependiendo de una máquina. Se hubiera alejado y tuviera sus piernas, una familia, una novia. Ahora no tenía nada. Y murió sin tener nada.
—¡Murphy! —gritó una última vez.
Cooper cayó encima de su pecho mientras lloraba desconsoladamente.
Por primera vez en mucho tiempo, en la habitación de Murphy no se escuchaban las máquinas, ni las risas de los chicos a través de los pasillos, si quiera un coche pasaba por la avenida. Todo era silencio seguido de sollozos.
Phemphit se unió al llanto y comenzó a inhalar con dificultad, se cubrió con el hombro de Shixed mientras ella la abrazaba desconsoladamente. Chao se acercó a Cooper y posó su mano encima de su hombro. No sabía qué hacer más que darle apoyo. Chao escudriñó a Murphy, parecía dormido, sus ojos estaban cerrados y su piel tostada continuaba con vigor.
Cooper se levantó del suelo y a su vez Chao se alejó para brindarle espacio, el chico alto limpió sus lágrimas y se mantuvo firme. Parecía que nunca hubiera roto su cordura, como si nunca estuviera llorando. Respiró hondo y apartó la mirada. Caminó a largas zancadas hasta la salida con la mirada de sus amigos a sus espaldas.
Sea quien sea que haya sido tuvo que haber sido captado por las cámaras. Tiene que estarlo. Corrió hasta el ascensor y pulsó el botón del séptimo piso. A su vez que las puertas se cerraban intuía como sus amigos iban corriendo hasta él.
Reclinó su cabeza en la pared, esto no podía ser verdad. ¿Quién tuvo las bolas de entrar a la torre? ¿Quién fue el desgraciado hijo de puta que supo donde se encontraban? Las personas que lo sabían eran pocas. Shixed, Phemphit y Chao no contaban con familia de sangre, Murphy no pudo haberle contado a nadie y por parte de Cooper contaba con Jeff, Jay y Lissa. Jeff jamás haría algo como eso, a menos que fuera amenazado, pero, aun así. Lo han amenazado tantas veces y nunca reveló nada que eso lo eliminó de esta ecuación.