Lissa abre los ojos poco a poco.
Sentía que había pasado años desde que se había “despertado”. Se sentía aturdida.
Al abrir los ojos lo primero que veo fue el techo. Este techo de palomitas no era el que estaba en su habitación, luego vio la pared, este color crema no era el de su habitación. Había una ventana, estaba oscureciendo.
No se sentía bien.
Este no era un lugar conocido, sin embargo, admitía que la cama en la que se encontraba era muy cómoda. Quién la hubiera puesto allí, estaba agradecida.
Vio sus manos blancas y pálidas, no había cambios.
No recuerda mucho de lo que había pasado, solo que estaba en la habitación junto con Cooper y fue a buscar un vaso de agua, luego de eso, todo fue penumbra.
Se pone de pie, no puede estar acostada por mucho tiempo.
Los primeros pasos fueron difíciles, estaba tambaleándose de un lado a otro y se apoyaba de las sillas y muebles que estaban en su camino en dirección a la puerta.
La pieza era iluminada únicamente por los rayos del sol del atardecer.
Al llegar a la puerta y girar el pobo supo que no era prisionera de nadie, podía abrirlo con facilidad.
A penas cruzó la puerta, la luz blanca del corredor la envolvió con un golpe de intensidad. Cerró los ojos y aun así la luz atizaba contra sus parpados. Una vez que se adaptó a al resplandor, logró identificar el túnel.
Era el pasillo de los chicos de Cooper. Estaba en la torre.
Vio su ropa, estaba usando la misma pijama que usaba antes de perder la conciencia. La camisa de color arrebol, y nada más.
Continuó caminando, recordaba como llegar hasta la sala de estar, deben de estar allí. Dio grandes zancadas hasta las escaleras, quería bajar rápido.
Tenía un sentimiento horrible. Era este sentimiento de estar lleno y comer aún más. Estaba muy llena y esa pesadez la hacía moverse más lento, se sentía más mareada. ¿Qué había pasado?
Cada vez que bajaba un peldaño veía cada vez más desastres.
Al principio eran paredes rasgadas, luego marcas de que algo había explotado, cristales rotos en cada escalón. Era cada vez peor. Incluso, una de las paredes había sido perforada, se detuvo a ver el hoyo.
Frunció el ceño.
Ahora estaba angustiada.
Corrió escaleras abajo sin importar lo pesada que se sentía, ni los cristales rompiendo en sus pies descalzos, quería encontrar a sus amigos, quería ver a Cooper.
Cuando estuvo a punto de llegar al escalón final, escuchó murmullos. Había personas en el salón.
Se detuvo en seco al ver una parte del salón. Estaba recordando poco a poco, recordaba una pelea. Se sentía tan lejos como un sueño.
Sabía que no era un sueño, porque recordaba esa pelea con Phemphit, los intercambios de golpes y palabras.
Llegó a la sala de estar y en el centro estaban Phemphit, Chao y Cooper. La primera en verla fue Phemphit quien dio un salto al percatarla.
Chao y Cooper, quienes estaban de espaldas a ella, giraron para ver que fue lo que había incomodado a Phemphit. Todos permanecen inmóviles, Cooper lo intenta.
Era difícil contenerse. Cooper dio un paso. Quería hacer tantas cosas. Abrazarla, besarla, demostrarle que todo estaba bien. Pero ¿era ella?
—Soy yo —Lissa alza sus manos, ambas manos, ¿No tenía corta una mano?—, no se preocupen.
Al escuchar su voz, al sentir esa calidez en su mirada. Cooper no pudo contenerse. Quería romper esta distancia que tantos los separaba, así que corrió.
Corrió a los brazos de Lissa y la abrazó.
La abrazó como no la hubiera abrazado antes. La alzo entre sus brazos, como siempre ella había querido. Se sentía como una princesa.
Lissa lo estrechaba entre sus brazos, escondía su cabeza entre su hombro y su cabeza. Cooper olía a roble y a su sudor. No quería escapar de este lugar que llamaba hogar.
Cooper continuaba dando vueltas cuando Phemphit apartó la mirada. No sabía donde esconderse, quería huir de allí, así que solo se limitó a ver el suelo.
Una vez que dejó de girar, la dejó caer con la misma gracia que una hoja en otoño. Cooper no podía resistirse a tocar su rostro.
—Me alegra que estés bien —murmuró Cooper.
Lissa sonrió.
La mirada de Lissa bailó de Cooper a Chao, no podía solo dejar que su atención se centrara en Cooper. Se alejó de su novio para acercarse a su amigo.
—Bienvenida de vuelta, Liss —dice Chao con una sonrisa no muy típica de él.
Lissa lo abraza con fuerza, y él le corresponde el abrazo. A Lissa se le olvidaba lo alto que era Chao, un poco más alto que Cooper incluso. Sin embargo, admitía que Cooper era más fornido.
—Gracias, Chao —respondió ella y fue la primera en separarse—. Si te soy honesta, no sé qué habré hecho, pero siento que debo pedir perdón.
Chao mira encima de su cabeza a Cooper, quizás pidiendo permiso. Lissa siente la mirada de ambos, hablando en silencio.