Chao se desvaneció en un torbellino oscuro, convirtiéndose en una parvada de cuervos negros que volaban al unísono, compactos como una nube viviente. Las aves descendieron sobre el edificio frente a Rianuhn y, en cuanto sus garras tocaron el borde del techo, la parvada se deshizo como niebla arrastrada por el viento.
De aquella bruma negra emergió Chao, su figura recompuesta y sus ojos brillando con la intensidad de faros en una carretera sin luna. Extendió la mano hacia Rianuhn, que avanzaba sin detenerse, ajeno a cualquier obstáculo. Su tamaño colosal hacía temblar las estructuras que se interponían en su camino. Un verdadero titán caminando entre edificios frágiles como cartón.
De la palma de Chao brotó otra corriente de niebla oscura, que tomó forma en cuestión de segundos: más cuervos, decenas de ellos, que se lanzaron en vuelo para bloquear la visión del gigante.
Pero para Rianuhn aquello no fue más que una molestia. Con un solo manotazo, barrió a toda la parvada como si fueran simples motas de polvo suspendidas en el aire.
—Maldición.
Phemphit se elevó por los aires tomando distancia de Rianuhn en caso de que también decidiera darle un manotazo, sin embargo, intentaba hasta a la altura de sus cejas.
De sus manos emergió fuego color esmeralda. Sin pensarlo, lanzó sus diseños llamaradas en el rostro de Rianuhn pero fue inútil. Phemphit no podía creerlo.
De la espalda de Rianuhn surgieron alas que lograron cubrir su rostro de las llamaradas. Ni siquiera habían consumido las membranas de sus alas, era invencible.
Phemphit vio por el rabillo del ojo como Rianuhn había empuñado su mano. Debía alejarse y así lo hizo. Phemphit logró evadir su puño que debía tener el mismo tamaño de un meteoro. Para su suerte, el olor logró darle a un edificio, haciéndolo caer y convirtiéndolo en escombros.
Había tomado vuelo para estar más alejada y poder identificar a Rianuhn desde la distancia. Nunca había volado tan alto, le aterraba alejarse más de la tierra, aunque era la única forma de poder contemplarlo completamente.
Rianuhn se alza como una figura colosal envuelta en un resplandor infernal. Su cuerpo parece forjado en magma vivo: grietas ardientes recorren su torso como venas de fuego, pulsando con cada uno de sus latidos monstruosos.
De su espalda brotaron alas colosales, desgarradas y oscuras como obsidiana, pero bañadas por un fulgor rojizo que hace que parezcan hechas de llamas solidificadas. Cada movimiento de esas alas generaba ráfagas de calor abrasador.
Sus manos terminan en dedos largos y curvados. Las piernas, robustas y deformes, parecen creadas para soportar un poder que no pertenece a este mundo.
Pero lo más aterrador es su rostro. Dos enormes cuernos en espiral enmarcan una cabeza donde solo se distingue un abismo de sombras, excepto por dos ojos incandescentes que brillan con pura malevolencia.
A Phemphit se le cortaba la respiración, no sabía si era debido a la impresión, o por presenciar al demonio mismo. Voló en picada para estar más cerca de Chao, quizás buscando unas palabras de aliento, quizás quería saber que él también estaba aterrado como ella.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Phemphit al lado de Chao, sin apartar la mirada del titán de fuego.
—Guyana, ¿Alguna idea? —preguntó Chao en su comunicador.
—En eso estoy pensando —respondió él—, ¿pueden distraerlo? Tenemos que evitar que llegue al final de la calle. Hay que mantenerlo aquí.
—Podemos intentarlo —respondió Chao dando falsas esperanzas.
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Guyana era el único que no podía volar, por lo que solo debía ayudar en mantener a los civiles vivos. Estaba a una cuadra lejos de Rianuhn, sus pisadas titánicas hacía temblar el suelo. Eso no iba a impedir que lograra sacar a la mayor cantidad de civiles de los edificios.
—Corran, para allá —gritaba Guyana, abriendo las puertas del edificio y señalando a su derecha—. Sigan al resto, no se detengan.
Todos era un caos. Solo se escuchaban gritos, y las pisadas de Rianuhn. Shixed estaba apoyándose en la pared del edificio viendo como Guyana hacía todo el trabajo.
Rianuhn dio más pasos al frente. Estaba cerca, cerca de Shixed y de él, sin embargo, no se iba a rendir, debía sacar a todos de los edificios. Shixed no tenía energías para moverse y Guyana no parecía hacerlo.
Ambos subieron la mirada, su tamaño enorme incluso cubría el sol.
Phemphit y Chao intentaban detenerlo con todo lo que tenían. Phemphit lanzaba fuego a su rostro, Chao intentaba intimidarlo. Nada lo detenía.
Rianuhn alzó su pie, estaba a punto de hacer una zancada. Guyana y Shixed vieron como el pie de Rianuhn estaba a punto de pisarlos. Estaba encima de sus cabezas.
Shixed no tenía poderes, estaba débil. Guyana no era rápido.
Guyana corrió a abrazar a Shixed, quizás como despedida, o quería pensar que su cuerpo iba a servir de escudo para ella.
Algo pasó.
Ambos cerraron los ojos con fuerza y sintieron un viento abrazador. Sus oídos se habían tapado por la velocidad del viento, esto solo ocurría cuando caías en paracaídas.