-¿Tu nombre es Francisca?- La sorpresa no se hace esperar en quien hace esa interrogativa.
-Si, ¿Algún problema?- La respuesta es dada con el tono de estar a la defensiva y sumamente molesto.
-N… No…- La voz tiembla, sintiendo algo de preocupación por el cosmos tan enojado del otro -Ninguno-
Frunce el ceño alguien de cabellos cortos, algo alborotado, y de un color amarillo, sus ojos del mismo tono, destellando por el enfado que siente, bufando y con los brazos cruzados al nivel del pecho -Pues eso espero-
-No deberías enojarte tanto por eso- Una tercera voz se hace presente, de alguien que ha estado junto a ellos, contemplando la escena. Dedicándole una sonrisa al de cabellos amarillos, para darle unas fuertes palmadas amistosas en la espalda.
Quién las recibe no le molesta en si que lo toquen, sino que le causa mucho conflicto algo que lo ha estado atormentado últimamente.
-¡¡¡¿CÓMO QUE NO DEBERÍA MOLESTARME?!!!- La voz potente del joven hombre del mismo tamaño que los otros dos, pero de complexión más delgada, se hace presente.
Ambos se sorprenden por estos gritos, aunque el de cabellos largos y castaños, cubre con cuidado los oídos de la bebé que lleva en una especie de cangurera delantera, en donde que duerme tan tranquilamente.
-¡¡¡DESDE QUE HE LLEGADO AQUÍ, TODO EL MUNDO SE LA PASA PENSANDO QUE SOY UNA MUJER!!!- Habla sobre el problema que ha tenido gracias a que su nombre es demasiado extraño para un varón. Su ceño fruncido, los labios apretados, las manos forman puños crispados, flexionando los codos al nivel del pecho.
-Bueno…- El hombre de cabellos largos y blancos es quien tomar la batuta de la conversación ahora -No puedes culparlos, ese nombre es más usado en mujeres que en hombres así que…- Alza su mano derecha, mientras la izquierda se queda delante de su pecho, como antes había estado cruzada también.
-¡¡¡PUES EN MI SIGLO, ESO NO IMPORTABA MUCHO QUE DIGAMOS!!!- Rápidamente se posiciona delante del hombre que le intenta calmar, mostrándose muy enojado e imponente.
Cosa que si causa ese efecto, pues estos tres sobrepasan fácil los dos metros de altura.
-Tranquilo- Alza sus manos delante de su pecho y rostro, para intentar tranquilizar al de cabellos amarillos, quién se encuentra de verdad furioso -No es para tanto- Sonríe nervioso, no niega que este sujeto aunque más delgado que los dos adultos presentes, es una enorme figura que representa cierto respeto para ambos, por su experiencia y conocimientos de muchos años.
-¡¡¡¿QUÉ NO ES PARA TANTO?!!!- Alza una ceja, con la vena de la frente saltándosele, ahora mostrándose amenazante y colérico, casi deseando lanzar su mejor ataque contra quién intenta retarle importancia a su problema -¡¡¡YO, FRANCISCA DE TAURO, UN CABALLERO DORADO DEL SIGLO XVI!!!- Se señala a sí mismos con una pose de combate bastante intimidante, y que reconocen muy bien los dos hombres presentes -¡¡¡JAMÁS ME HABÍA SENTIDO MÁS INSULTADO Y BURLADO, QUE EN ESTA ÉPOCA DE PERSONAS TAN IGNORANTE E INTOLERANTE A LO QUE UN NOMBRE REPRESENTA!!!- Sus ojos amarillos carentes de pupilas dejan ver su enfado, sin duda ha tenido un regreso a la vida nada placentero.
-Por favor, cálmese- Con el respeto de siempre, el Tauro de este siglo, trata de hacer entrar en razón a un antecesor de la armadura, mientras pone sus brazos cruzados delante de su pequeña bebita, que sin importa el ruido duerme profundamente.
-Oye, Aldebarán tiene razón- Su instinto de proteger a los más jóvenes se hace presente al posicionarse delante de Francisca y el actual Tauro, con su finta de siempre, serio, brazos cruzados delante de su pecho, y decidido a cuidar de los demás -No vale la pena enojarse por algo así-
-¡¡¡¿CÓMO QUE NO VALE LA PENA?!!!- Le sigue pareciendo un falta de respeto que sus sucesores no le entiendan en lo más mínimo -¡¡¡HASGARD O RASGADO!!!- Sonríe algo malicioso, pero sin abandonar su molestia -Deberías entenderme, tú también has tenido problemas en cómo usan tu nombre- Apela por ese lado, intentado controlar su furia, sin mucho éxito en sí.
Lanza Un suspiro el caballero del siglo XVIII, recuerda muy bien la situación de aquella época, pero no por eso le desanima o molesta, al contrario la recuerda con una enorme sonrisa -Para volver el caballero dorado de Tauro de mi época, debí renunciar a mi nombre… Y tomar el de nuestra estrella más representante, Aldebarán…- Confiesa lo que el Latino conocía, pero que el anterior Toro dorado ignoraba.
Sus ojos amarillos se sorprenden un poco al saber esto, provocando que su postura cambie a una más relajada, dejando en su rostro la confusión sobre esto.
-¿Cómo que debiste cambiar tu nombre?- Se le hace algo curioso este hecho.
Nota que el posible peligro se está controlando, una sonrisa de tranquilidad se desprende del peliblanco -Para el siglo XVIII estaba una regla que para todos los caballeros dorados de Tauro existía…- Asiente, demostrando una sonrisa, pues no le vio nunca lo malo -Debíamos abandonar nuestro antiguo nombre y aceptar el nuevo, para volverlos dignos de la armadura y el cargo- Lo habla normal, sin molestarse, fruncir el ceño o enojarse, simplemente una situación que no le trae tanto malos recuerdos, al contrario recuerda todo con una sonrisa.
Incrédulo, se le hace completamente curioso y extraño que algo así se suscitara en un futuro en donde él ya no existió -Pero, ¿Por qué tenías que hacer eso?- Se señala rápidamente a sí mismo -En mi época, eso no se hacía- Alza una ceja, bastante confundido y desconcertado.
Relajado por completo, nota que esto ha logrado que su antecesor se mantenga sereno y olvide un poco el problema de un simple nombre, que no debería afectarle, principalmente quería que todos se tranquilizarla, con una calma necesaria para no asustar a la bebita que aún duerme -Era para que todos los caballeros de Tauro fuéramos iguales, aceptando nuestro destino como protectores de la segunda casa y de nuestra Diosa Atena- No le da más vueltas al asunto… Aunque ha omitido uno de los motivos no escritos, pero… Si dichos por el patriarca de su época que le explico a detalle el por qué esa regla.
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Editado: 03.05.2025