Querido diario:
Aprendí que no necesito estar rodeada de personas para sentirme bien. Solo necesitaba un tiempo para mí misma. Mientras más me consolaban, peor me hacían sentir; me asfixiaban, y sentía que sus palabras eran falsas. Sentía... ¿Un nudo? No... Más bien sentía una gigantesca confusión asfixiante en la garganta. Hasta que logré encerrarme en mi habitación. Jalé mi cabello por desesperación. Pero grité, me rasguñé, me lastimé... Estaba fuera de control. Miré al cielo y eso solo me hizo sentir peor. Pasé días y días encerrada, pude hacer lo que quise, y cuando las lágrimas demacraban completamente mi cara, el llanto se detuvo. Supe entonces que lo que necesitaba era un tiempo a solas. Que a veces la soledad te puede ayudar a reflexionar. Y sin más preámbulo ni nada que decir, te dejo... debo ir al colegio.
En el fondo aún ardía pero aprendí a vivir con ello....