Frases para Amanda

Cap. 4: No se atrevan, malditos

Amanda

 

Osito

Últ. Vez hoy a las 7:07am

 

¿Am?

[Visto 8:06pm ✔✔ ]

 

¿Bonita?

 [Visto 8:06pm ✔✔ ]

 

Por favor, perdóname.

[Visto 8:10pm ✔✔ ]

 

Preciosa, lo siento, no quería.

[Visto 8:11pm ✔✔ ]

 

No me ignores…

[Visto 8:15pm ✔✔ ]

 

Am, por favor…

[Visto 8:22pm ✔✔ ]

 

—Si quieres mi opinión, aún no se arrepiente lo suficiente —Sonríe maliciosa, entregándome el teléfono con una mirada de orgullo.

 

—Eres malvada —Contengo una risa, sonriendo con tristeza.

 

—Oh, vamos, Ama. Ya es la tercera vez que te deja plantada. Mínimo no le dirijas la palabra hoy.

 

—Sabes que él siempre vive ocupado… —Quiero defenderlo—. Y de igual manera busca tiempo para estar conmigo…

 

—Amanda —Ceci chista, regañándome con la mirada.

 

Exhaló con fuerza.

 

—Sé que tienes razón.

 

—Obvio que la tengo

 

—Su actitud ha cambiado —confieso, captando su atención—. Está distante, aunque siempre hablamos me doy cuenta que no está pendiente de nosotros, tiene la mente en otra parte. Ya no es como antes y eso no me gusta. No sé que le pasa, ayer quería hablar conmigo de algo y no sé que pensar.

 

Respiro hondo, analizando todo lo que acabo de decir. Estoy molesta, triste, desorientada; quiero creer que no es nada, pero esa presión que siento me inquieta.

 

Ceci se enseria, aplanando sus labios entre si y juntando sus cejas en el centro. La llamé la noche anterior después de la cena para contarle lo que pasó y estuvo a punto de coger camino hasta mi casa para planear venganza, pero le dije que no; ahora puedo jurar que tiene, al menos, diez ideas de cómo descuartizar a mi novio si esto no se resuelve pronto.

 

Es la hora del almuerzo, como no quiero ver a Jerry nos escapamos hasta la azotea del edificio este, donde hay una bonita vista y podíamos comer tranquilas sin la probabilidad de que nos encontraran.

 

O al menos eso pensé, hasta que siento como la puerta se abre.

 

Contengo el aire volteándome, soltándolo con alivio en eso que doy con la cabellera rubia de Albert, cerrando detrás de sí.

 

—Aquí están, las he buscado por todas partes y —Me señala—, querida, Jerry preguntó por ti como diez veces.

 

Arrugó con la frente.

 

—Que siga preguntando, al ver si recuerda que tiene una novia —Ruedo los ojos, dirigiéndolos hacia mi almuerzo—. Y tú también, si vienes con esas noticias, puedes perderte —respondo de mal humor, mordiendo mi sándwich con bronca.

 

—Uy, ¿me he perdido de algo?

 

—El delegaducho ese la ha plantado, de nuevo —explica mi amiga masticando una galleta.

 

Albert silba, conteniendo la risa.

 

—Ofenderé a mi raza, pero algunos hombres son una cagada.

 

—Y con “algunos” te refieres a todos, menos tú —Lo apunta Ceci con una galleta.

 

—Exacto, princesa —Nos guiña un ojo y se sienta con nosotras.

 

Ante el cursi apodo, le lanza a la cabeza una bolsita con galletas.

 

—Procuré usar avena molida y no hojuelas.

 

Riendo, Albert las recibe. Tras abrir la bolsa se come una sin esperar.

 

Los veo con la boca entreabierta tras tragar. No los entiendo, de verdad. Tal vez sean ideas mías, pero la tensión que vuela entre ellos es más ardiente que el sol de verano.

 

Albert Dabney y Cecilia Alvey, ¿qué puedo decir de ellos? Él es de ese tipo de chicos que nacieron dotados en belleza e inteligencia,  carisma y razonamiento; pero como bien sabe lo que tiene no se molesta en disimularlo, es orgulloso y un tanto —demasiado— egocéntrico, le gusta que todo esté en orden y si algo no le parece su opinión siempre debe ser la más acertada.

 

Por otro lado, ella es un disparate, una chica descarada y sin vergüenza, muy confiada de sí misma y que no se deja doblegar por nadie, ni siquiera la autoridad. Cosa que a veces temo que la meta en problemas, pero que afortunadamente tampoco creo que pase, ya que, aunque no lo parezca es juiciosa, calculadora y sabe lo que hace.

 

Viéndolo de este modo, Ceci es la única capaz de hacer que alguien tan vanidoso como él considere una opinión que no sea suya, al mismo tiempo él le pone un poco de orden al ritmo de vida que lleva ella. De cierta manera, ambos confabulan para colocarle los pies en la tierra al otro.

 

Mastico en silencio mientras los escucho coquetearse “en broma” descaradamente, hasta que me harto y decido revisar mis mensajes. Ignoro los de Jerry para no molestarme más de lo que estoy. En eso, encuentro en el chat de una de mis compañeras un video muy interesante.

 

Una sonrisa se extiende por mi rostro al mismo tiempo que el rojo se adueña de mis mejillas, admirando con gran gracia como dos chicos bailan con trajes hawaianos un ula electro. Mi mente solo puede pensar en una posible persona y me atrevo a buscarlos para confirmar mis teorías. Como creía, no soy la única persona que lo piensa, pero al parecer nada está confirmado y eso me decepciona un poco.

 

—¿Qué pasa, querida? —Escucho preguntar a Albert y los miro. Ceci rueda los ojos tras solo ver mi sonrisa.

 

—¿No la conoces? Apuesto mis tangas a que son de nuevo esos lunáticos —Río con fuerza.



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En el texto hay: #friendzone , #amorimposible, #friendstolovers

Editado: 23.06.2024

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