Frases para Amanda

Cap. 6: Lo considero, criminalista

«Cuanto más grande es la herida, más privado es el dolor»

Isabel Allende.

Amanda

Es tan desgarrador saber, que todo lo que creías saber sobre alguien…

En realidad, nunca fue y ya nunca lo será…

Caminé sin noción, intentando reprimir mis lágrimas y calmarme. No veía por donde iba y terminé por chocar con alguien.

Nicholas siempre parece sumido en sus pensamientos, pero aun así siempre me escucha. En el momento que lo encontré parecía estar justo pensando en algo, algo que le molestaba, sin embargo, le bastó un segundo para saber que estaba mal y se olvidó de todo lo demás.

Su cuerpo es delgado, no es mucho más alto que yo, lo más grande en él es su chaqueta color mostaza; y, aun así, no le costó envolverme y refugiarme contra su plano pecho. Su ropa desprendía un olor peculiar, una mezcla dulce, cálida y amaderada, ligeramente picante que no supe identificar por mi propia mezcla de emociones, pero que al respirarla me devolvió la calma.

Sus grandes y un tanto enjutas manos me acariciaron el cabello, metiendo los dedos entre los mechones y peinándolos hacia abajo. Me erizó la piel el que supiese que eso me calmaría, pero no me disgustó. No se detuvo en ningún momento, incluso sabiendo que estaba mojando parte de su ropa.

No podía verlo a la cara… Me daba vergüenza yo misma.

Engañada en mis propias narices…

Que jodida mierda…

—Lo siento, creo que llegué en un mal momento… —Creo que susurró.

Negué, presionando la tela de su camisa con mis manos. “Llegaste justo cuando lo necesitaba. Gracias…”. Pensé en decirle. Creo que lo hice, no estoy segura, no me contestó, así que supongo que solo creí hacerlo.

No preguntó nada, me tuvo ahí en silencio hasta que mis sollozos cesaron y mis ojos enrojecieron tanto como el resto de mi rostro. Estaba segura que incluso el corrector se corrió y mis ojeras quedaron a la vista.

No lo sé, solo asumo que debía verme horrible.

Justo como ahora, un día después, sola y encerrada en mi habitación. El reflejo de mi ventana es lo suficiente nítido para percibir mi cabello hecho nudos y mis ojos cansados, así como la piel enrojecida y marcada por las sábanas de mi cama.

Pensé que dormiría un poco más, pero el apetito me exige levantarme y comer todo lo que se cruce por mi camino. No comprendo como a algunas chicas se les va el hambre estando deprimidas, cuando yo, por el contrario, como de más: pan tostado con huevos, waffles de zanahoria con mucha crema batida, yogurt y fruta picada, jugo y, para rematar, una copa con mucho helado.

Y creo que para la noche pediré pizza…

Sonrío maliciosa.

“¡Comes demasiado, pareces una vaca!”. “¡Ya apaga ese maldito aparato!”. “¿Otra vez? ¿Y ellos no tienen casa?”. Recuerdo cada uno de sus regaños.

Mamá me mataría.

Si ella supiera que no solo que falté a clases por un chico, sino que me estaba hartando de comida; es capaz de burlarse en mi cara y llevarme a rastras con los shorts de animalitos que uso para dormir; porque sí, luego de mis pantuflas de peluche, eran lo más cómodo de mi vida.

Ayer cuando llegué mi padre aún no se había ido al club nocturno en el que trabaja. Atravesé la puerta y me recibió como todas las tardes con una sonrisa mientras veía la televisión; intenté devolvérsela y empezó a preguntarme como me fue en clases.

Paseé hasta la cocina y fui por un vaso de agua mientras le contaba vagamente las cosas buenas, intentando que no se me notara mi estado lamentable; cuando volteé estaba de pie a mi lado y me miraba preocupado, quise ocultárselo, pero al final no pude y terminé llorando de nuevo.

Él trabaja de noche y llega a la mañana siguiente cuando me levanto a alistarme. Esta vez cuando amaneció sentí que entró a mi habitación y apagó el despertador en mi lugar, sentándose en la cama a mi lado para cubrir con las sábanas mis hombros expuestos. Antes de salir me dio un beso en la frente y me susurró que siguiera descansando.

—Oh… —Lo escucho bostezar, entrando a la sala mientras seguía comiendo de mi pila de helados sin miramiento—. Podrías haber dormido un poco más, avisé a la dirección que hoy faltarías.

¿Ya dije que amo a mi padre? Seguro que sí.

Sonrío relamiendo el helado de mis labios.

—No podía dormir más… —digo dejando la cuchara en el vaso.

—Creo que está de más, pero… —Abre la puerta de la nevera, mirándome sobre su hombro—. ¿Cómo estás? ¿Mejor?

A pesar de estar comiendo helado siento como la garganta me quema, se cierra y mis ojos quieren arden, deseando llorar de nuevo. Mi pecho se comprime tomando de nuevo la cuchara, para llevar otra vez ese dulce frío y suavizar la amargura de mis emociones; una vez mejor, asiento, tratando primero de hacérmelo creer a mí misma.

—Lo estaré… —susurro, elevando la cuchara para señalarle el mesón—. Te dejé hecho unos waffles.

Mi papá niega y se sirve en un vaso un poco de limonada. Desde hace unas semanas intenta dejar un poco su exceso de cafeína; aunque ambos sabíamos que eso no dudará mucho.

—Espero que hicieras suficientes, porque me desperté por una llamada de la enana. Venía subiendo.

Casi se me cae la cuchara de las manos.

—Oh no… ¿Le contaste?

—Oh sí —dijo la susodicha entrando épicamente en el momento oportuno—. Azare sírveme café, tengo muchas cosas que decir.

—Dos de azúcar y media de leche —dijo dejando la taza en frente de ella en el momento que ella cierra la puerta del departamento y casi que corre a sentarse..

Niego divertida, dejando que se acomode para que empiece el juicio.

—Jerry es un chico recto y razonable, me impacta que haga algo tan poca honra y… con tu prima… Nunca me lo hubiese imaginado.

—Oye, ¿de qué lado estás? —No hace falta que finja, la molestia en mi voz me delata.



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En el texto hay: #friendzone , #amorimposible, #friendstolovers

Editado: 26.10.2025

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