Tres horas en coche.
Eso fue lo que tardó Enzo Lorien en dejar atrás su antigua vida, su ciudad, y todo lo que creía conocer.
Con una maleta llena de bocetos y un corazón que aún no sabía si estaba roto o en pausa, llegó a su nueva tienda: elegante, luminosa y lista para recibir sueños en forma de vestidos.
Lo que no esperaba era que los primeros clientes preguntaran por vacunas para gatos.
Confundido, Enzo salió a la calle y alzó la vista.
Ahí estaba: Norien Clínica Veterinaria.
Justo enfrente.
Justo con un apellido casi igual al suyo.
Y justo con un dueño que, desde el primer cruce de palabras, parecía tener alergia a diseñadores, o tal vez solo a él.
Lo que Enzo tampoco sabía era que esa ciudad, esa tienda y ese veterinario iban a cambiarlo todo.
Porque a veces, el destino no toca la puerta.
A veces, vive justo al lado.