Frente A Nosotros

CAPÍTULO 2. Jules.

La mañana comenzó como todas: café cargado, bata limpia, y la lista de pacientes pegada con imán en la nevera.
Jules Norien no era de los que improvisaban.
Le gustaba el orden, la rutina, y que los animales llegaran puntuales.
Las personas… bueno, eso era otra historia.

La clínica abría a las ocho, pero él siempre llegaba antes.
Le gustaba revisar los historiales, preparar las vacunas, y asegurarse de que todo estuviera en su sitio.
Su ayudante, Clara, entró diez minutos después, con el pelo recogido y una sonrisa que contrastaba con su energía explosiva.

—¿Ya viste el local nuevo de enfrente? —preguntó, dejando su bolso en el escritorio.

Jules no levantó la vista.
—¿Otro bar?

—No. Boutique. De vestidos. Se llama Lorien. Casi como tú.

Jules alzó una ceja.
—¿Lorien?

—Sí. Te juro que pensé que era tuyo. Casi entro a preguntar por vacunas.

Él soltó un suspiro.
—Genial. Ya veo venir la confusión.

Y no se equivocaba.
Jules solo miró por la ventana.
El local de enfrente tenía un escaparate elegante, con maniquíes y luces cálidas.
Y justo en ese momento, vio salir a un chico de cabello rojizo, traje impecable, y cara de pocos amigos.

El diseñador cruzó la calle con paso firme.
Entró sin saludar.

—¿Esto es algún tipo de plan? —dijo, directo.

Jules levantó la mirada y lo miró.
No le gustaban los tonos acusadores.
Ni los trajes demasiado ajustados.

—¿Perdón?

—¿Norien? ¿Justo enfrente de Lorien? ¿Es una broma?

Clara se asomó desde la sala de revisión, curiosa.

Jules frunció el ceño.
—Me llamo Julien. Jules solo lo usan mis amigos. Y tú... no lo eres.

Enzo se quedó en silencio por un segundo.
No sabía si reír o gritar.

—Pues encantado, Julien. Soy Lorenzo, Enzo, pero solo lo usan mis amigos. Y tú tampoco lo eres.

Jules lo observó, no cambió la expresión.
Tenía estilo, sí.
Pero también una actitud que no encajaba con su café matutino.

—¿Algo más?

—Solo quería saber si esto era casualidad o estrategia.

—Es casualidad. Y si te molesta, puedes cerrar las cortinas.

El diseñador se fue sin despedirse.
Jules lo vio cruzar la calle, con el blazer al viento y el orgullo intacto.

Clara se acercó, con una galleta en la mano.

—¿Te cae mal?

—No lo conozco.

—¿Y si lo conoces?

Jules no respondió.
Solo miró por la ventana.

Cuando llego a su casa salió al balcón a regar una planta y vio cómo, desde la casa de al lado, una persiana se cerraba de golpe.

Sonrió.
Muy, muy leve.



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En el texto hay: amistad, romance bl

Editado: 26.08.2025

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