Frente A Nosotros

CAPÍTULO 12. Un Día Prestado.

La mañana amaneció tranquila, con un cielo de un azul limpio y un sol que parecía prometer un día apacible. Enzo, con Nimsu en brazos, cruzó la calle hacia la clínica veterinaria. El gato, curioso como siempre, movía la cola y olfateaba el aire, ajeno al motivo de la visita. Al llegar, encontró a Jules acomodando unos documentos en el mostrador. No había clientes todavía, y la luz que entraba por la ventana iluminaba de forma suave el lugar, dándole un aire más acogedor de lo habitual.

—Buenos días —dijo Enzo, con un tono cordial.
—Buenos días —respondió Jules, mirando primero a Enzo y luego al gato—. ¿Qué pasa con Nimsu? ¿Está bien?

Enzo sonrió levemente.
—Perfectamente. Solo quería dejarlo contigo un rato. Voy a trabajar en una nueva boda y… sé que lo cuidarás bien.

Jules arqueó una ceja, divertido.
—¿Y crees que lo he echado de menos?
—Sin duda —replicó Enzo, con una seguridad tranquila y un destello en la mirada que Jules no supo si tomar como broma o como algo más profundo.

Enzo dejó a Nimsu sobre el mostrador, y el gato, como si reconociera que estaría bajo el cuidado de Jules, se acurrucó enseguida sobre sus patas, emitiendo un ronroneo que llenó el espacio con un sonido relajante. Jules, casi sin darse cuenta, empezó a acariciar su pelaje suave, sintiendo la calidez y el peso del animal en sus manos.

—Prometo que lo cuidaré como si fuera mío —dijo Jules.
—Ya lo haces —contestó Enzo antes de girarse hacia la puerta.

Mientras Enzo se alejaba, Jules notó una extraña sensación. No era incomodidad, pero tampoco algo que pudiera nombrar fácilmente. Solo sabía que ese gato y su dueño se estaban colando en su rutina… y, de alguna forma, en su vida.

A media mañana, Leo se acercó a Enzo con una sonrisa nerviosa.
—Enzo… ¿puedo pedirte algo?
—Depende —respondió, sin dejar de trazar líneas rápidas en un boceto.
—Quisiera pedir el día libre. Es que tengo una cita. Con Clara.

Enzo levantó la vista, sorprendido, y luego sonrió de forma genuina.
—Claro que sí. No te preocupes, me las arreglaré solo. Pero espero que la cita valga la pena.
—Lo hará —dijo Leo, con una convicción que hizo que Enzo soltara una breve risa.

En la clínica, algo parecido sucedía. Clara, con una mezcla de timidez y entusiasmo, se acercó a Jules.
—Jules, ¿puedo pedirte el día libre? Tengo… bueno… una cita con Leo.
Jules la miró por un momento, luego suspiró, pero con una sonrisa.
—Está bien. Pero no vuelvas con excusas después.

Clara se rió y, tras darle las gracias, salió casi dando saltitos de alegría.

De vuelta en su tienda, Enzo intentaba concentrarse en la boda que estaba diseñando. Los bocetos se apilaban en la mesa: vestidos fluidos, trajes elegantes, detalles en encaje y seda. Pero, cada tanto, su mente se distraía con una imagen distinta: Jules, acariciando a Nimsu. Recordaba la expresión tranquila de su rostro, el cuidado con que movía la mano sobre el gato, la suavidad en sus ojos que pocas veces había visto en él. Se regañó a sí mismo mentalmente y volvió a enfocarse en el trabajo, pero la imagen regresaba una y otra vez, intercalándose entre ideas de telas y patrones.

Mientras tanto, Jules estaba sentado en el sofá de la sala de descanso, con Nimsu sobre las piernas. El gato parecía encantado con la atención, estirando las patas delanteras y cerrando los ojos con un ronroneo cada vez más fuerte. Jules lo observaba con detenimiento, y sin quererlo, empezó a pensar en Enzo. Recordaba el tono confiado con el que le había dicho "Sin duda" esa mañana, y la forma en que había sonreído al dejarle el gato. Jules se dio cuenta de que, aunque no lo admitiera en voz alta, Enzo le estaba empezando a caer bien. Muy bien.

—¿Qué tienes, pequeño? —susurró, acariciando la cabeza de Nimsu—. ¿Tú también lo echas de menos?

El gato respondió con un maullido suave, como si entendiera la pregunta. Jules rió por lo bajo, y ese momento simple, íntimo, le dio una extraña sensación de calma que no había sentido en mucho tiempo.

Ya por la tarde, Enzo apareció nuevamente en la clínica, con un cansancio evidente pero una sonrisa en el rostro. Encontró a Jules sentado en el mismo sofá, con Nimsu en brazos, ambos relajados como si hubieran estado así todo el día.

—Veo que sobrevivió —dijo Enzo, inclinándose un poco hacia ellos.
—No solo sobrevivió, creo que ahora es más feliz que nunca —respondió Jules, sin apartar la vista del gato.

Enzo se sentó junto a él, lo suficientemente cerca para notar el calor que desprendía su hombro. Por unos segundos, ninguno dijo nada, dejando que el silencio hablara por ellos. Finalmente, Enzo extendió las manos y Nimsu saltó hacia él, pero antes de levantarse, Jules notó algo: ese instante, con los tres allí, le parecía extrañamente cómodo.

Entonces antes de que se marchara dió media vuelta.

—¿Te llevo a casa? Igual somos vecinos.



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En el texto hay: amistad, romance bl

Editado: 26.08.2025

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