Frente A Nosotros

CAPÍTULO 21. Confesiones entre ronroneos.

El domingo amaneció más lento, con un cielo despejado y la brisa cálida entrando por las ventanas abiertas. Jules estaba sentado en su sofá, con Hari enroscada sobre sus piernas y uno de los gatitos mordisqueándole la manga. Apenas había terminado el desayuno cuando escuchó el golpe familiar en su puerta.

No necesitaba preguntar quién era.

—Ya estás aquí —dijo Jules al abrir, con una media sonrisa resignada.

Enzo estaba con Nimsu sobre un hombro y una bolsa colgando de la otra mano.
—Buenos días, vecino. Traigo juguetes nuevos para los pequeños. Y café.

Jules levantó una ceja.
—Me estás malcriando.

—Es que si no lo hago, no me dejarías entrar tan temprano —replicó Enzo, entrando sin esperar respuesta.

Nimsu saltó al suelo de inmediato y corrió hacia Hari y los gatitos. El salón se llenó de pequeños maullidos y zarpazos juguetones mientras ambos hombres observaban la escena.

El día transcurrió entre juegos improvisados. Enzo había traído una pequeña torre para gatos y unas pelotas con cascabeles que mantenían a los pequeños entretenidos durante horas. Jules, acostumbrado al silencio de su casa, se sorprendió al descubrir cuánto disfrutaba ese caos.

En un momento, mientras observaban a los gatitos intentar trepar la torre sin demasiado éxito, Enzo habló en voz baja:
—Sabes, nunca pensé que me encariñaría tanto con ellos.

Jules lo miró de reojo.
—¿Con los gatos?

—Con los gatos y... con todo lo que vino con ellos.

El comentario quedó suspendido en el aire, ambiguo, pero Jules no quiso leer más de lo que debía. Carraspeó y volvió la mirada a los pequeños.
—Son fáciles de querer.

Enzo lo observó unos segundos más, como si buscara una grieta en la armadura de Jules, pero no insistió.

Al mediodía, Jules cocinó algo sencillo y Enzo se quedó a comer. El ambiente era sorprendentemente doméstico: platos en la mesa, los gatos rondando los pies de ambos, el aroma de la comida llenando la casa. Jules se sorprendió a sí mismo disfrutando de la normalidad de la escena.

Después de comer, llevaron a los gatitos al patio para que exploraran bajo el sol. Enzo se sentó en la hierba, dejando que uno de los pequeños escalara por su brazo, y Jules lo observó en silencio. Había algo en la forma en que el diseñador reía con los gatos, en cómo se inclinaba hacia ellos con ternura, que descolocaba a Jules más de lo que quería admitir.

Enzo levantó la vista de pronto y atrapó la mirada de Jules.
—¿Qué pasa?

—Nada —respondió Jules demasiado rápido, girando la cabeza hacia otro lado.

Enzo sonrió de lado, como si hubiera descubierto un secreto.

La tarde los encontró de nuevo dentro de la casa, con los gatitos dormidos en un rincón. Jules estaba recogiendo algunos platos cuando escuchó la voz de Enzo detrás de él.

—Jules.

—¿Si?

—Creo que me estoy enamorando.

Jules se quedó quieto, con el plato en la mano, sin atreverse a girarse. El silencio se alargó, roto solo por el ronroneo lejano de los gatos.

Al final, dejó el plato en el fregadero y habló, sin mirarlo.
—Estás confundido.

—¿Confundido? —repitió Enzo, acercándose un paso.

—Es el ambiente, los gatos, todo esto es lo que lo parece, pero no es real.

Enzo no respondió de inmediato. Caminó hasta quedar a su lado y, con calma, dejó que sus hombros se rozaran apenas.
—Se siente bastante real para mí.

Jules apretó la mandíbula, negando con la cabeza.
—No deberías… No conmigo.

Pero incluso mientras decía esas palabras, sus dedos se movían de forma automática para acariciar a uno de los gatitos que se había acercado, y Enzo, en silencio, sonrió como quien entiende algo que el otro aún se niega a aceptar.

La noche llegó más rápido de lo esperado. Enzo se marchó con Nimsu en brazos, pero antes de salir se volvió hacia Jules.
—No tienes que darme una respuesta ahora. Solo… piénsalo.

Jules se quedó en la puerta, mirando cómo cruzaba al otro lado de la calle. Hari se enroscó en sus pies, y los gatitos correteaban alrededor. Él suspiró y cerró la puerta, intentando convencerse de que podía seguir negando lo que, poco a poco, se colaba entre sus defensas.

Enzo podía esperar. Pero Jules no sabía cuánto tiempo más podría seguir negándose a sí mismo.



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En el texto hay: amistad, romance bl

Editado: 26.08.2025

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