Frente A Nosotros

CAPÍTULO 23. Entre velos y certezas.

La sala estaba llena de telas blancas, gasas etéreas y pedrerías que brillaban bajo la luz artificial. Enzo se inclinaba sobre la mesa de trabajo, trazando con precisión el último boceto de un vestido de novia. Cada línea debía transmitir la elegancia del momento, la esperanza de un futuro.

Pero, por primera vez en mucho tiempo, su mente no estaba en la boda que organizaba. Estaba en Jules.

Los velos y los encajes frente a él solo le recordaban la ternura con la que su vecino acariciaba a Hari, la paciencia infinita que mostraba al alimentar a los gatitos, la manera en que su sonrisa se iluminaba, tímida pero auténtica, cuando algo lo conmovía.

Enzo suspiró y dejó el lápiz sobre la mesa. Nunca había sido un hombre que se permitiera divagar tanto. Su vida era orden, puntualidad, control absoluto. Y, sin embargo, Jules había desordenado cada espacio, colándose en su rutina con la misma naturalidad con la que Nimsu se había colado en su casa la primera vez.

El cliente de esa boda, un joven llamado Esteban, había pasado minutos antes para revisar los avances. Se había marchado satisfecho, confiando en el criterio de Enzo, pero este apenas podía recordar los detalles de la conversación. En su mente había una sola certeza: lo mucho que se había enamorado de su vecino.

Ya no era un presentimiento, ni una chispa pasajera. Era una verdad tan clara como el trazo de un lápiz sobre papel. Y le aterraba.

Porque no sabía si Jules sentía lo mismo.
Porque todavía recordaba el dolor en la mirada de él cuando hablaba, aunque de forma velada, de la prometida que lo había dejado.
Porque temía que las confesiones pudieran arruinar lo que habían construido hasta ahora: esa extraña cotidianidad que giraba entre gatos, cafés compartidos y silencios cómodos.

Cerró el cuaderno de bocetos y se recostó en la silla. Visualizó por un instante cómo sería confesarlo directamente. ¿Decírselo después de entregar a los novios su vestido? ¿En una tarde cualquiera, con Hari y Nimsu enredándose entre sus piernas?

La idea lo hizo sonreír con dulzura. Nunca había pensado en el amor de manera tan simple, tan doméstica. Jules había cambiado su definición de lo que significaba querer a alguien.

Esa noche, al volver a casa, lo encontró esperándolo en la puerta, con un par de gatitos en los brazos y una expresión cansada pero cálida.
—Se escaparon otra vez —dijo Jules, riendo suavemente.

Enzo lo ayudó a meter a los pequeños dentro, y mientras lo hacía, el pensamiento le golpeó con una fuerza nueva:
Ya no quería imaginar su vida sin Jules.

Y supo, con absoluta claridad, que tarde o temprano tendría que decírselo.



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En el texto hay: amistad, romance bl

Editado: 26.08.2025

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