Grayson
Ha pasado casi un mes—¡Casi un maldito mes!—, y aún no sé nada de Jade.
Tras salir del hospital, cinco días después de recuperar la consciencia, a pesar de todo lo que le dije por teléfono a Jade, fui a buscarla. Después de todo, lo mínimo que merezco es que me diga en mi cara que ya no siente nada por mí. Y sí, reconozco que fui un imbécil al hablarle a Jade de una forma tan cruel, sé que no se merecía todo eso. Pero estaba tan furioso y dolido de que me dejara sin mirar atrás, y sobre todo me sentía sorprendido, porque juraba sentirla conmigo en la habitación mientras yo estaba inconsciente.
La busqué en su casa y en la de Angie, pero nada, es como si se la hubiese tragado la tierra. Ni siquiera ha ido a la universidad, aunque dudo que la haya dejado, lo más probable es que esté viendo todas las clases de forma virtual. Sin embargo, no sé cómo es que se ausenta cuando hay evaluaciones. Tal vez ha acordado otros días con los profesores para no realizar las evaluaciones cuando estoy yo en el aula.
Aghh. Juro que todo esto está volviéndome loco. ¿Cómo se supone que vuelva hacer el mismo de siempre si no tengo a Jade a mi lado?
—¡Grayson, la cena está lista!—grita mi madre desde la cocina.
—¡Voy!
Antes de salir de mi habitación me veo en el espejo de cuerpo completo que está junto a mi puerta. Parezco un muerto viviente, mi cabello sin peinar, encorvado, y con una franela y pantalones de pijamas que han visto mejores días. Los puntos de sutura que tenía en el lado izquierdo de la cabeza me los quitaron la semana pasada, pero sigo tomando medicamentos para los dolores de cabeza que me dan de repente. Los hematomas que tenía en mis costillas también mejoraron, antes la mayoría de ellos eran de un color morado oscuro, casi negro, pero ahora se han tornado de un tono amarillento y ya no me duelen.
—Grayson, ¿no escuchaste a mamá? La cena esta lista—dice mi pequeña hermana, asomando la cabeza por la puerta, y viéndome con cara de desespero—. Sabes que no dejará que nadie toque la comida si no estamos todos en la mesa, y de verdad tengo mucha hambre. Muévete. Ahora.
—Ok. Vamos entonces—le regalo un pequeña sonrisa. En los últimos días Lily es la única que puede hacerme sonreír.
Cuando llegamos al comedor, sobre la mesa hay un gran pollo relleno, puré de papas y ensalada.
Lily no pierde tiempo y sale corriendo a sentarse en su silla.
—Vaya, mamá. ¿Por qué tanta comida? ¿Alimentarás a un batallón o qué?
—No… Aunque, pensándolo mejor, Lily, Sam y tú equivalen a un batallón hambriento. En ese caso supongo que sí—responde mi madre sin verme, mientras sirve la comida en los respectivos platos.
—¿Dónde está Sam?—pregunta Lily, con la boca llena de un pan que no había visto en la mesa. En estos días estoy cada vez más despistado.
—Dijo que venía en un momento, está hablando con Angie…—dice mamá, pero se ve interrumpida por el sonido de la puerta.
—¡Hola, hola, familia!—grita Sam, entrando al comedor—. Oh, tía Maggie, tú sí sabes cómo alimentarnos. Todo se ve delicioso.
—Sólo lo dices para que mamá te dé una porción más grande de comida—digo rodando los ojos.
—Y tú celoso por ello—me saca la lengua. Qué inmaduro.
No hablamos durante la cena y doy gracias por ello. Nos enfocamos en comer la comida que, como dedujo Sam, está deliciosa. Pero para mí mala suerte, cuando estamos por terminar, Sam comienza hablar.
—Entonces…—comienza—. Esta noche hay una fiesta en la casa de Holden Lane, y estamos invitados. Creo que sería una buena idea si nos pasamos un rato...
—No iré—digo firmemente sin siquiera mirarlo.
—¿Por qué no?—Genial, lo que menos me apetece ahora, una discusión. Cuando levanto mi cara para mirarlo, todos en la mesa me miran interrogantes y con ceños fruncidos.
—Porque no y ya. ¿Qué caso tiene?
—Tal vez si fueras se te quitaría la cara de amargado que tienes a veces. Ya no sonríes—dice Lily seriamente—. Sólo lo haces cuando soy graciosa y antes no tenía que esforzarme. Antes solo tenías que mirarme para sonreír y ya no—Lo acertado de sus palabras me sorprende… O bueno, tal vez no tanto. Lily siempre ha sido un alma vieja y se da cuenta de cosas que a la mayoría nos toma años notar.
—Está bien, iré—digo, pero sólo lo hago por Lily. No me gusta su mirada de preocupada y compasiva.
—Perfecto—dice Sam y creo que tendrá un calambre si sigue sonriendo así. No sabía que se emocionaría tanto porque yo saliera—. Sácate la inmundicia del cuerpo, ponte algo de ropa que no diga “depresión total” y, por el amor a todo lo santo en el mundo, péinate que pareces escoba. Yo te espero en la sala.
Mi madre no me dejó lavar mi plato, seguro presintiendo que si me metía a la cocina cambiaría de opinión y me escabulliría para no ir a la fiesta. Qué bien me conoce.
Me duché en tiempo record y por primera vez en un largo tiempo peiné mi cabello después de haberlo lavado. Me vestí con unos simples jeans, botas, una franela azul oscuro y mi usual chaqueta negra. No sé si Sam creerá que dice “depresión total” o lo que sea, pero me importa un bledo. Bastante malo es salir de mi rincón seguro contra mi voluntad.