Fria como el hielo

Capítulo 30: ¿Te quedó claro?

Angie 

Jade, mi mejor amiga, mi hermana. No sé qué haría sin ella.  

Tan sólo llegar a la fiesta me hizo sentir tentada a quedarme junto a ella en todo momento. Sé que fui yo quien la convenció de venir y recuperar a Grayson, pero también sé que estar aquí le resulta difícil. Desde aquel accidente no es la misma y esto es un reto para ella.  

Pero conozco a Jade, y soy consciente de que si me hubiera quedado, se molestaría. Toda la vida ha sido independiente y verme allí, en el momento en que hable con Grayson, la hará sentir que depende de mí. Pero ella y Liv son mis hermanas del alma, y Jade es la menor, no puedo evitar ser sobreprotectora. Tal vez Jade no lo vea, pero aunque a veces yo dependo mucho de ella, cuando no se da cuenta, soy yo quien la cuida. 

Desde pequeñas Jade ha sido mi ancla y yo la suya. Siempre apoyándonos y amándonos como hermanas, aunque no llevemos la misma sangre. 

Nuestra conexión es tan fuerte que a veces creo poder sentir sus emociones, y por eso mismo sé que en este momento ella está ansiosa.  

En fin, de todos modos, después de decirle donde está Grayson y darle un beso en la mejilla, giro a la izquierda y camino hasta atravesar las puertas de cristal que me llevan al jardín trasero de la casa.  

En el jardín encuentro a Samuel, junto a la mesa de bebidas, comiéndome con los ojos mientras me acerco. Cuando estoy frente a él, me jala entre sus brazos y me da uno de eso besos que te cortan la respiración. 

—Hola para ti también—le digo con una gran sonrisa cuando nuestros labios se separan.  

—¿Cómo está Jade? 

—Bien, supongo. Estaba decidida cuando entró, pero… No lo sé, desde que llegamos tengo un mal presentimiento. 

—Amor, deja de preocuparte—si sigue acariciándome el cabello y continúo entre sus brazos, quizás le haga caso. 

—No lo sé, sigue con lo que haces y tal vez lo considere. —Cierro mis ojos para disfrutar de sus caricias, ignorando mí alrededor, y él me da un pequeño beso cada tanto.  

Supongo que no todas las parejas pueden tener una tranquila historia de amor, es decir, mi relación con Sam ha sido tan fácil y linda. Todo lo contrario de la relación de Grayson y Jade. Pero bueno, a veces tener un “felices para siempre” significa pasar por momentos difíciles. Y sé muy bien que, si bien Sam y yo no hayamos pasado por momentos así, eso no significa que no los vivamos más adelante.  

Pero, no importa qué, yo siempre lucharé por él. Ningún mal momento opacará mi felicidad con Sam. 

—¿No te irás a dormir, verdad?—me pregunta, y en cuanto abro los ojos descubro en su rostro esa sonrisa burlona tan típica suya. 

—No seas ridículo. Claro que no. 

De repente, la música que provenía del interior de la casa se detiene y la gente que permanecía en el jardín deja de hacer lo que venía haciendo y comienza a entrar a la casa. Yo miro a Sam con extrañeza. 

—¿Qué habrá sucedido?—pregunto.  

Pero apenas la pregunta sale de mis labios, una sensación incómoda recorre mi cuerpo, y así es como sé que algo anda mal con mi hermana.  

—Jade—su nombre abandona mis labios como un susurro.  

No espero saber si Sam me oyó o no, simplemente doy media vuelta y regreso a la casa, empujando a la gente de mi camino hasta que logro atravesar las puertas de cristal. 

Ya dentro, recorro la sala con la mirada hasta dar con Grayson.  

La gente permanece sumida en un silencio expectante mirándolo a él y la chica que está a su lado, de espaldas hacia mí. También miran hacia la puerta de entrada, pero ni idea de por qué.  

En pocos pasos recorro el trecho que me separa de Grayson y lo enfrento. Es decir, se supone que Jade debe de estar con él y no la veo por ningún lado. 

—¿Dónde está Jade, Grayson?—le pregunto perforándolo con mi mirada. 

Pero ni siquiera escucho su respuesta, pues me llevo una sorpresa cuando su acompañante se gira a mirarme.  

Sarah Evans. 

—Tu querida hermana se fue. 

—¿Qué?—miro con incredulidad a Grayson. ¿Qué pasó aquí? Pero mi mirada regresa a Sarah y es obvio lo que pasó. —¿Qué le hiciste a mi hermana?—digo tomando a la perra por el brazo lo más fuerte que puedo. 

—Yo no le hice nada, sólo le dije la verdad. Todos los chicos que ama vienen a mí. 

—¿Cómo demonios se te acurre siquiera hablar con esta tipa, Grayson?—le grito a todo pulmón—. Esta perra es una de las causantes de que mi hermana sea tan cerrada. Fue esta zorra quien la engaño y la uso, para luego humillarla en su cumpleaños, junto con Aarón, ¿recuerdas? Sé que Jade te contó todo. Esta perra es esa Sarah—veo en la mirada de Grayson el reconocimiento, pero me importa poco que ahora lo sepa. Se supone que debía saberlo, o por lo menos sospechado.  

—No voy a permitir que me humilles—dice Sarah arrebatando su brazo de mi mano. 

—Pues me importa poco lo que me permitas o no. ¿Sabes? Antes no puede hacer algo porque te fuiste de la ciudad, pero ahora que te tengo enfrente no voy a perderme de nuevo la oportunidad. —Y de una cachetada le giro la cara a la derecha—. Esto es por lo que le hiciste a Jade hace cuatro años. —Luego, le doy otra cachetada que dispara su cara hacia la izquierda—. Y esto es por lo que acabas de hacer… Y porque me da la gana. 

Entonces me doy media vuelta, pero no sin antes mirar a Grayson y a Sarah con odio. Cuando voy a mitad del pasillo me vuelvo nuevamente a mirar a Sarah. 

—Ah, una cosa más—La perra me ve con el mismo odio con que la estoy mirando yo a ella—. Entre Jade y tú siempre hubo, y habrá, una diferencia. Y es que, Jade es de categoría y tú siempre serás la misma porquería.  

Ahora sí, después de indicarle a Sam con la mirada que me siga, me giro y corro en busca de mi hermana.  

Pero no debo de correr y buscar mucho, pues al llegar a la puerta principal veo a Jade gateando de manera muy débil por el camino de piedra de la entrada.  




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