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No me gustan tus jueguitos.
No me gusta tu escenario inclinado,
el papel que me hiciste interpretar,
de la tonta.
No, no me gustas.
No me gusta tu crimen perfecto.
Cómo te ríes cuando mientes.
Dijiste que el arma era mía.
No es cool.
No, no me gustas.
Pero me volví más lista.
Me volví más dura con el paso del tiempo.
Cariño, me levanté de entre los muertos.
Lo hago todo el tiempo.
Tengo una lista de nombres
y el tuyo está en rojo, subrayado.
La revisé una vez.
Luego la revisé dos veces.
¡Oh!
Oh, mira lo que me has hecho hacer.
—Look What You Made Me Do. Taylor Swift.
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Había una vez, un demonio que creyó ser más fuerte que el mismo Lucifer, así que lo desafió a un duelo, el que perdía sería expulsado para siempre del infierno y el ganador se quedaría ahí para ser el líder. Lucifer en un principio rió, él no perdería su reino.
Pasó un tiempo indefinido para que la batalla culminara, Lucifer había resultado ganador, el otro dejó en ese instante el reino. Sin embargo, una última maldición de Lucifer cayó en el perdedor y de un momento a otro se encontró parado en un lugar al que no había ido hace mucho tiempo.
Estaba en un bosque, caminó sin creerlo y corrió con desesperación hacia la dirección que su corazón dictaba, había llegado a una cabaña, la cual, lucía abandonada. Él se metió sin tener que utilizar mucha fuerza y se sorprendió al ver que aquel lugar seguía igual que la última vez.
Aquella cabaña había sido su casa cuando él estaba vivo, antes que fuera condenado a ser un demonio, él había sido un humano como cualquier otro. Lloró, no podía creer que había vuelto a caer en esa mierda.
31 de octubre. Seúl, 10 p.m.
La música sonando, las personas bailando de un lado a otro, el olor a alcohol y a cigarrillos en el ambiente no faltaba, había comida derramada al igual que algo que parecía agua. Todo marchaba de maravilla, era la fiesta del siglo tal como lo habían pregonado por los extensos y coloridos pasillos de la universidad. Oh, ¡pobre de aquella alma que ha faltado! No entendería las noticias y chismes de la semana.
Los disfraces de todos son llamativos, a algunos se les nota el grandísimo presupuesto que poseen para gastar en este tipo de tonterías, mientras que a otros se les nota a gritos la imaginación por tener vestuarios diseñados por ellos mismos. Y, por último, no nos olvidemos de ese grupito marginal, ridículo, lleno de frikis.
Oh, ¿Qué hacen ellos aquí? No, no, mejor otra pregunta más acertada, ¿Quién los ha dejado pasar? Y... ¿Si los observamos de cerca?
En una esquina de la abandonada casa que en cualquier momento se vendría abajo se encontraba un grupo de cinco chicos, dos de ellos apoyados contra la pared; el más alto mostraba con orgullo sus muy trabajados músculos, ya que, lo único que usaba era un bóxer dorado totalmente pegado, muy al estilo de Rocky, en the rocky horror picture show. El segundo, un poco más bajo y con un tono de piel bronceada lleva una voluminosa peluca blanca, un vestido rojo sangre que se amolda con perfección a su contextura, unos tacones aguja dorados decorados con diamantes de fantasía, es como si él hubiera sido sacado de RuPaul's Drag Race.
Uno de los individuos restantes en describir se encontraba tirado en el piso boca arriba, cualquiera pensaría que estaría desmayado por haber ingerido tanto alcohol y haberlo combinado con sustancias poco sanas, sin embargo, la sonrisa gatuna que mostraba en todo su esplendor decía lo contrario. Llevaba la cara pintada completamente de blanco con toques rojos que partían desde sus ojos y terminaban un poco más arriba de sus cejas, pero lo más resaltante era el globo rojo que tenía atado a su meñique.