No debí haberme enamorado.
O sea, ¿quién en su sano juicio se enamora de su mejor amiga? ¡Exacto, este idiota que escribe!
Ella me dice Nerd, yo la llamo Angélica. Suena tierno, pero créeme: cuando se enoja parece Pikachu cargando electricidad, arruga la nariz y sopla los cachetes como si estuviera a punto de lanzar un ataque especial.
Desde el colegio la deseo… pero vamos, ¿qué podía ofrecerle un empollón? ¿Una calculadora científica? ¿Un promedio de 5.0 en matemáticas? Ella merece viajes, flores, un castillo de Disney. Yo apenas puedo darle apuntes bien organizados.
Pero en la fiesta de grado todo cambiará. O me declara amor eterno… o me condena a la Friénzone. Y en ese caso, ni modo: me voy con mi maleta al trabajo fuera de la ciudad, como todo protagonista rechazado en Netflix.
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Editado: 26.09.2025