«El amor romántico es una adicción»
—SECRETOS
Emma había decidido irse de mi dormitorio más rápido de lo que yo hubiera querido. La incomodidad flotaba en el aire como un humo espeso, sofocante, imposible de disimular. Supongo que el ambiente tenso no ayudaba, pero lo que de verdad había detonado todo fue aquella confesión suya: tenía pareja. Ese detalle, esa simple frase, había desatado en mí un temperamento que nunca antes había mostrado frente a ella. Y lo peor era que, aunque intentaba calmarme, la rabia hervía en mis venas como fuego líquido.
Una semana ha pasado desde entonces, pero para mí ha sido un infierno de siete días completos. Siete amaneceres repitiendo en mi cabeza las mismas preguntas sin respuesta. Siete noches reprimiendo las ganas de escribirle o de ir a buscarla para exigirle explicaciones. Y ahora estoy aquí, parado en medio de una fiesta de disfraces, intentando mantener la compostura, cuando en realidad estoy al borde del colapso.
No logré convencerla de venir conmigo. Cada intento que hice para persuadirla terminó en fracaso. Sus negativas eran tan firmes como su carácter. La terquedad de Emma era un muro infranqueable, y yo, con todas mis tácticas ridículas, solo conseguí estrellarme contra él una y otra vez. Al final me vi obligado a conformarme con la idea de observarla desde lejos. No era lo que quería, pero era lo único que podía hacer sin arruinarlo todo.
Ajusté mi traje con esmero, coloqué el anillo que llevaba siempre en el lateral derecho como si fuese un amuleto y repasé por enésima vez el discurso que había preparado. Lo tenía memorizado palabra por palabra, practicado en voz baja frente al espejo como si fuera un actor a punto de entrar en escena. También había comprado un boleto de salida, un pasaje que me permitiría escapar en caso de que las cosas salieran mal. Porque sabía, con una certeza amarga, que si ella me rechazaba no podría seguir viéndola como antes. Necesitaba un plan de huida, un salvavidas, una válvula de escape que evitara que la tormenta me tragara por completo.
Mi monólogo lo repetía dos veces al día, sin fallar, como un ritual. A veces lo hacía de pie, mirando mi reflejo; otras, tumbado en la cama, imaginando su reacción. El tono, las pausas, las miradas: todo estaba fríamente calculado. Quería que fuese perfecto, porque no podía darme el lujo de fracasar. Y sin embargo, por más que ensayara, había algo que no podía controlar: su silencio. Ese voto de distancia que había puesto entre nosotros me dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Para compensar, le envié el vestido que sabía que le encantaba. Había notado cómo lo miraba en la vitrina semanas atrás, y decidí sorprenderla. Me alegraba saber que lo usaría esa noche, que se vería como la diosa que siempre ha sido. Esa pequeña victoria me daba fuerzas para soportar la incertidumbre. La imaginaba sonriendo, arreglándose con sus amigas, riendo frente al espejo mientras se preparaba. Esa imagen me mantenía en pie.
Pero había algo que me inquietaba: los rumores. Los malditos comentarios venenosos que circulaban de boca en boca como si fueran un himno estudiantil. Chismes que repetían las chicas con la insistencia de una canción pegajosa. Incluso a mí, que suelo ignorar esas tonterías, ya me habían agotado. Y temía que Emma, con lo vulnerable que puede ser a veces, se dejara influenciar por ellos.
Cuando cayó la noche, tenía todas mis expectativas bajo control. O al menos eso creía. Me repetía que debía esperar de todo un poco, que esta fiesta sería única, irrepetible, inolvidable. Respiraba hondo para mantener mis pensamientos en orden. No podía permitirme el lujo de perder la concentración.
—¿Entonces hoy le piensas decir? —preguntó Conan, mi amigo, con una sonrisa burlona mientras me observaba acomodar mi corbata.
Asentí con un gesto apenas perceptible, aunque mi cara me traicionaba. Cualquiera con dos dedos de frente se habría dado cuenta de que estaba nervioso, que mi sonrisa bobalicona me delataba de inmediato.
—Nunca es tarde para dar ese paso —respondí, tratando de sonar seguro, aunque mi voz temblaba un poco.
—Por supuesto —rió Conan—. Algunos tienen la oportunidad. Otros, tal vez no. No todos los hombres somos bendecidos por el amor.
—Claro que sí. Ya llegará tu chica, Conan. No lo dudes —le guiñé un ojo, intentando quitarle importancia.
Él hizo una mueca amarga. Yo sabía la verdad: ya había tenido a la mujer de sus sueños, pero la dejó escapar.
—Nunca es tarde para disculparse —le dije, dándole un golpecito en la frente.
Conan carraspeó y apartó la mirada. Vi el brillo húmedo en sus ojos y entendí que había tocado una herida abierta.
—Deberías ser más sincero contigo mismo, Conan —añadí.
—No —respondió tajante. Luego me mostró el dedo del medio y desapareció, cerrando la puerta con un golpe seco.
Me quedé solo, soltando el aire que había retenido todo el tiempo. Mis manos temblaban mientras intentaba arreglar la corbata. Sentía el nudo tan apretado que apenas podía respirar. En el espejo me devolvía la mirada un muchacho que parecía a punto de ser regañado por su madre, como cuando llegaba con malas notas del colegio. Tragué saliva, forcé una sonrisa y ensayé una vez más mi declaración. La perfección era la clave. Nada podía salir mal.
El taxi tardó más de lo que tenía planeado. El reloj se convertía en mi enemigo, y cada minuto que pasaba era un martillazo en mi cabeza. El control lo era todo para mí, y esa demora me hacía sentir que el universo ya conspiraba en mi contra. Revisé los mensajes de mis padres en el móvil: disculpas y más disculpas. No podían venir por motivos económicos, así que estaría solo en ese gran momento. Me dolió, pero lo acepté. Después de todo, esta batalla era mía y solo mía.
Durante el trayecto hacia el salón de reuniones, mi respiración se volvió irregular. Por primera vez en mi vida sentí miedo de verdad. Yo, que siempre había sido solitario y reservado, ahora temblaba como un niño indefenso. Y en medio de ese pánico silencioso, lo único que podía repetirme era lo mismo de siempre: quiero que me acepte, quiero ser su príncipe, quiero ser el hombre que esté a su servicio.
#23378 en Novela romántica
#4113 en Chick lit
#14877 en Otros
#4430 en Relatos cortos
juvenil problemas y tragedias, secretos amistad comedia diversion drama, primer amor romance amor
Editado: 26.09.2025