Friga Es Una Gata Que Dice Miau Miau

7. Ji-young

Esto ya parece telenovela mexicana.

A parte de un problemita por aquí, otro por allá, las cosas se han vuelto muchísimo peor, tanto que realmente estoy considerando buscar un nuevo esclavo humano que me cuide y obedezca en todo cuanto mí ser poderoso desee.

¿La razón?

Como ya vieron el título y como espero que no sean tontos ya sabrán de la tal Eun-Yeong o como carambas se pronuncie, la hembra que el padre de Tae-sung quiere para él. Les seré sincera, ya hice un ritual para que se alejará de él, baile hasta las cuatro de la mañana alrededor de una fogata y corrí setenta veces siete por los techos del vecindario, pero nada parece funcionar, el señor Kim sigue empeñado en casarlos, de hecho, acabo de enterarme por un gato de confianza que en realidad la única razón por la que Tae-sung puede ir a la iglesia con Samy es porque aceptó tener una cita con la Eun-Yeong esa.

¡Que injusticia!

¡Que barbarie!

¡Que hermosa soy!

¡Que mal padre!

¡Que mal gobierno tenemos en nuestro país! Por eso di sí a la dictadura gatuna y vota el 03 en las próximas elecciones, ¡Un mundo con Friga es un mundo mejor!

Dejando a un lado mi campaña política, realmente todo esto me preocupa. No quiero sonar mala o grosera, pero la muerte de la madre de Tae-sung ha sido un golpe duro para todos, yo realmente la conocí, ella fue la única que se rió a carcajadas cuando me robe una pierna de pollo en una comida que tenían cuando aún vivía. Era sumamente agradable, si no recuerdo mal su nombre era Ji-young, o algo así, no lo recuerdo bien.

Era dulce tierna y caritativa.

Siempre con una sonrisa en su rostro, incluso cuando su cabello empezó a caerse nunca dejó de sonreír, siempre tenía tiempo para mí, para acariciarme y cuidarme. El tiempo cuando ella estaba viva era muy bueno, siempre salía el sol, siempre había algo que hacer, todo era perfecto, incluso se llevaba de maravilla con Samara, se querían mucho y cuando tuvieron tiempo a solas le enseñaba ese idioma extranjero que no comprendo.

Eran días deliciosos.

De los pocos humanos que había conocido en mis trescientos mil años de vida, Ji-young era la más llena de vida. No quise decir que Tae-sung  y Samy no fuesen personas alegres y fuertes, sino que la madre de nuestro vecino les ganaba a todos en vitalidad. Nadie podía ser capaz de soportar tanto, y de traducir el dolor en habilidad para la pintura como lo hacía Samy, pero al parecer Ji-young también conocía ese secreto y lo usaba muy a menudo, pasaban horas pintando, a veces hablaban, otras escuchaban música y otras eran en silencio, con una que otra mirada de dolor y llena de sentimiento que daba a entender que se comprendían, Tae-sung también tenía su propia forma de canalizar el dolor, en ganas de bailar a solas en su habitación. Podía escuchar la música desde la habitación de Samy, pero la tristeza él se la quitaba de la misma manera que al las lágrimas que su madre siempre besaba y borraba. La admiré por eso, y seguro que mi ama también.

Solo que hubo un día en que el dolor fue demasiado. No había música suficiente para callar los gritos de angustia del señor Kim, ni pintura suficiente como para ocultar las cicatrices que Tae-sung se provocó así mismo en un intento de crear un dolor mayor que lo hiciera olvidar el dolor que estaba pasando, ni para calmar el temblor en el cuerpo del pobre chico. Tampoco se necesito un oído potente para saber lo que había ocurrido.

La madre de Tae-sung ya no estaba aquí.

Ji-young había muerto.

Samy corrió a consolarlo, la vi golpear la puerta hasta que le sangraron los nudillos, pero él nunca le abrió. El señor Kim se había ido, por suerte, pero el viaje a Corea del Sur era inminente. Sam fue a acompañarlo a algún lado, lejos de casa, y no regresó hasta la madrugada. Por suerte me dejó todo lo que necesitaba para comer y beber, pero no me quedé nada tranquila. No podía dejar de pensar en que yo pronto tendría cita con el veterinario, y no quería pisar ese lugar. Además de que tendría que dar un reporte a la nave nodriza sobre mis logros con la raza humana.

En realidad, era injusto. Ji-young estaba tan llena de vida, incluso Tae-sung lo estaba y no podía prestarle a su madre ni un poco para que no lo abandonara.

La muerte era un misterio que podía enfriar al corazón más encendido, pero la llama dentro de Ji-young no se apagó después de eso, no señor. Creo que aquello le sirvió para canalizar su dolor y encontrar un talento, Sam ya tenía la pintura y la escritura, él encontró la música como fuente de escape, su voz era desgarradora mente angelical, cada vez que lo escuchaba cantar mis órganos internos vibraban de emoción, tanto que tenía que contener edad emociones para no llorar.

Pronto todo fue sábado. Sam estuvo allí. Besando sus lágrimas y cuidando de él.

Y espero yo que cuando llegue el momento él también la cuide a ella, como ella lo cuido a él.

 



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En el texto hay: vecinos, amor imposible, gatos y amor

Editado: 15.08.2021

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