Las pulsaciones
se hacían sabor a farola,
los pulmones se encogían
con la melodía de sus labios
el roce en su mirada
se hungía en cada madrugada
con el viento
que recorría toda mi alma
y su perfecta sonrisa
embellecía incluso las noches,
el abrigo de sus abrazos
tenían la silueta de la luna
en esos taciturnos detalles del cielo
inmerso en la música
y el golpeo del aire en mi piel
que eriza la tristeza
para comenzar a soñar.
Esos ojos cristalinos
se dibujaban con los besos
tan bello,
como Borges
siendo atraído por el infinito
y no eramos nada
solo poesía madrigal
que se aferraba a sentir
los susurros del te quiero.
El son de mis brazos
y las yemas de mis dedos
solo querían algo,
tomarle de la mano
perderme en su dulzura
caminar
y escuchar lo que hablaban los caminos
al juntarse con el universo
y las risas que escribían versos
versos sedientos
anhelando las olas del mar
que brotaban en medio de la lluvia
y sentir la vida
como un sueño encendiendo el fuego
para no llorar piedras
en aquella banca de nostalgia.
Los torbellinos
siempre desatando caos,
pero ya no importaba
porque ante la locura y el terror
la caricia de sus suspiros
aceleraban paso a paso
las emociones de las venas
y de mi corazón roto
e inventar cualquier caricia
pero, tu
llegaste como el verano
como el agosto
como esa esperanza
que me hace volver a creer
y tus risas se vuelven mi debilidad
al despertar del cielo
y de las facetas que tu alma escribe
queriendo la felicidad.