Jueves 30 de Diciembre.
Gran imperio de Fiero.
2:30 de la madrugada.
En las inmensas tierras de un reino sumamente lejano al de Arendelle y Romalia, la profunda oscuridad de la tinieblas invadía completamente toda esta desconocida región, la cual se apreciaba en este preciso momento en una total desolación, esto más que debido a que sus numerosas calles se visualizaba actualmente en un estado de completo abandonó, siendo sólamente algunos cuantos guardias reales los únicos que se encontraban recorriendo estas mismas calles.
Un fuerte viento sumamente helado, se encargaba en la actualidad de tambalear de una manera ligera los cientos de árboles que se ubicaban a los alrededores de la enorme ciudad de Magnolia, siendo esta misma ciudad la gran capital del impresionante imperio de Fiore, el cual se trataba de un lugar con un enorme avance tanto militar como económico, dejando como simples basureros a los demás reinos existentes en el inmenso mundo.
Por otra parte, en las enormes instalaciones de un gran castillo construido casi en su totalidad de piedra, más precisamente en la zona más profunda de los oscuros y lúgubres calabozos, dos pequeños niños empezaban a despertarse de una manera sumamente lenta, esto a causa de que los fuertes somníferos introducidos en sus cuerpos comenzaban a perder a cada minuto sus potentes efectos.
Owen: Mi...mi cabeza duele.
Se quejó el pequeño pelinegro al estar abriendo sus ojos azules con mucha pesadez, para después sólo comenzar a levantarse inmediatamente con un poco de dificultad, esto debido a que todavía sentía la mayor parte de su cuerpo un tanto entumecido.
Greige: Me duele mi espalda.
Se quejó de igual manera el infante de cabello azul al estarse levantando también del frío y sucio suelo de la celda, para una vez incorporado posicionarse inmediatamente a un costado de su mejor amigo.
Greige: En...en donde estamos.
Preguntó al momento de estar mirando detenidamente la oscura y lúgubre celda en la que se encontraban, la cual era únicamente iluminada por un pequeña cantidad de luz lunar que se lograba infiltrar por una de las ventanas llenas de gruesos barrotes de metal.
Owen: No...no lo sé, pero no me deja buenas sensaciones.
Contestó el príncipe de Arendelle al estar sintiendo la tenebrosa negatividad esparcida por todo el sucio escenario.
Al terminar de hablar y justamente cuandos ambos desconcertados niños estaban apunto de comenzar a llorar, una voz femenina impidió completamente este escandaloso hecho, provocando a su vez que Greige se ocultara rápidamente detrás del pequeño pelinegro de ojos azules, mismo que sólamente pudo temblar debido al profundo miedo que lo inundaba en ese precisó momento.
Owen: Quién...quién eres?.
Dijo el pelinegro con miedo en sus palabras mientras alzaba su mano temblorina en clara señal de ataque, al mismo tiempo que Greige continuaba escondido juatomanente detrás del ojiazul.
Siendo una situación muy diferente a la que ambos infates reales esperaban, una niña muy hermosa de cabello castaño salió lentamente de entre la profunda oscuridad del escenario, además de llevar sobre sus brazos lo que parecía ser un pequeño bultito envuelto en ligeras sabanas de color blanco.
Owen: Es...es una niña.
Mencionó el ojiazul con un poco de traquilidad en su infantil mirada, ya que para su gran suerte se trataba de una niña un poco más grande que ellos en edad, la cual vestía con un bonito conjunto un tanto indígena de color gris, siendo de apariencia muy similar a las prendas utilizadas por los miembros de la lejana tribu de los Northuldrans.
Greige: ¿Cómo...cómo te llamas?.
Habló el peliazul con un ligero toque de duda en su voz, provocando con esto que la pequeña pelicastaña simplemente les brindará una sonrisa repleta de total calidez, misma calidez que a su vez logró tranquilizar de enorme manera a los dos infantes reales de Arendelle.
?: Mi nombre es Iduna...sólamente Iduna.
Al escuchar este particular nombre, tanto Owen como Greige no pudieron evitar recordar a cierta persona de hermoso cabello castaño, misma persona que alguna vez fue sumamente importante en todo el grandioso reino de Arendelle.
Greige: Ella se llama como tu abuela.
Pronunció el ojiazul al momento de recordar una bonita fotografía de la antigua reina de Arendelle, ocasionado que Owen simplemente asintiera a las palabras dichas por su mejor amigo.
Iduna: Creó que sólamente es una simple coincidencia.
Comentó la pelicastaña con una sonrisa antes de mirar al pequeño bultito que esta misma cargaba cuidadosamente entre sus brazos, con esto logrando captar rápidamente la atención de ambos infantes reales, los cuales no dudaron en acercarse inmediatamente hacía la recién conocida niña.
Owen: No puede ser, es...es Hanami.
Reveló el actual príncipe de Arendelle con gran asombro en su mirada al estar apreciando a la bebe de hermoso cabello rosa, la cual todavía permanecía completamente dormida.
Greige: Pero cómo llegó ella hasta aquí.
Owen: Ni siquiera sabemos cómo llegamos nosotros a este lugar, pero...creo no es nada bueno.
Dijeron ambos niños con demasiada duda en sus palabras, provocando a su vez que Iduna borrará de una forma inmediata su alegre sonrisa, para después solo dar paso a una expresión sumamente triste y sería.
Iduna: Yo les contaré todo, aunque será un tema que no les gustara en lo más mínimo.
Fue lo último que dijo la pelicastaña antes de darse la media vuelta y comenzar a caminar rumbo a un mediana cama construida de concreto, en la cual simplemente se sentó sobre uno de los tantos bordes de esta misma cama, ocasionado que a los pocos segundos los dos pequeños niños reales hicieran prácticamente lo mismo que ella.
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Gran bosque de Arendelle.
7:30 de la mañana.
Un nuevo día llegaba a las tristes y nevadas tierras de la inmensa región de Arendelle, pues al parecer todos sus habitantes todavía no se habían podido recuperar del duro golpe recibido, aquel mismo golpe que resultó con el terrible secuestro del pequeño príncipe pelinegro, siendo a su vez una situación que en verdad había sido un verdadero daño para todo el gran orgullo del enorme reino.