¡Sé que la conociste por accidente!, al menos, eso dice la carta.
_ ¡Platicáme más al respecto!
_ Esta es una plática solo de hombres.
_ Confía en mí, Cachito.
_ Lo que hablemos en esta habitación, perecerá aquí.
_ ¡Anda hijo, escúpelo! _ profirió el señor Astrom, alentando a hablar a su hijo.
_ ¡Bien, ahí va...!
_ Papá: ¿Cuál es tu opinión sobre las niñas...?
_ (Ralph meditó algunos segundos, tratando de hilvanar una respuesta lo más sensata posible).
_ Mira, una niña es como un helado, ejemplificó su padre.
_ ¿ Un helado ? _ inquirió el chiquillo realmente intrigado ...
_ ¡Así es!
_ Verás, Cachito, las hay de los más diversos sabores, de los más exóticos colores , y los más insóltos olores ...
_ ¿Cómo sería eso? _ interpeló el niñito con un resplandeciente destello en su mirada.
_ Hay jovencitas que saben a mango, que tienen el color del chocolate, pero huelen a perro de hace un año sin duchar.
_ Por otro lado, hay jovencitas que saben a una jugosa e irresistible manzana, que sus cabellos han bebido del color del más acalorado beso, pero huelen a alquitrán.
_ Por último, están las que saben a dulce plátano, portan en sus cabellos el color de los granitos de mazorca, y sus labios huelen a perfumados jazmines y a menta.
_ “ ¿A cuál de todas elegirías...? “
_ Supongo que a la última , aunque la del ejemplo del chocolate me resulta muy tentadora ...
_ Hijo mío, óyeme bien, la moraleja es la siguiente : todas tienen algo de atractivo en su exterior, son las reglas del juego: ellas nacen bellas, nosotros feos, todas lucen muy tentadoras desde afuera, pero a la mayor parte de ellas les hace falta una cosa _ espetó con tono de suspenso Ralph...