"Frutyland:#1 (basada En Hechos Reales)

CAPÍTULO 15 PARTE 3: “EL DESAFÍO DEL PASTELERO“

Entretanto, Tizziana, la nieta de Pepe Luiggi, sonreía con su sonrisita de caramelo , y al respirar el desgraciado aroma, se le oyó decir: ¡Qué fragancia tan exquisita! ¡Huele a chocolate, mi perfume favorito! 

En ese preciso instante, Dem se tomó su cara y meneó la cabeza en claro signo de desaprobación.

A todo esto, yo, estaba más colorado que un ají picante en una garganta seca. Pedí perdón, y don Pepe, aceptó; con la promesa de que pagaría por los desastres ocasionados.

Una vez recuperado de la vergüenza inicial, yo, el pequeño gordinflón, me burlé de Pepe Luiggi: _¿Y?, ¿Cómo te quedó el ojo, cabeza de huevo tibio... ? _  manifesté, con un aire socarrón.

_ PEPE LUIGGI: _  ¡Tú ganas! _ exclamó Cocoliso, (reconociendo su derrota).

_ PEPE LUIGGI: _ ¡Ahora, miren qué rayos sucede con el decorado!_ murmuró con su voz áspera y quebradiza, Pepe Luiggi, ante las ilusas miradas de Huesitos y yo.

A renglón seguido, el babilónico rascacielos decorativo se desmoronó, junto con sus cartones y papelitos multicolores.

Dejando al descubierto cinco heladeras exhibidoras, repletas de alimentos de todo tipo.

DEM: _  ¡Bingo! _ exclamó Demettrio de alegría, mientras brincaba como un canguro.

En ese preciso instante, tras unos breves relámpagos, se desató una terrible tormenta.

Dem, cogió la soda de la nevera. La cual inesperadamente, resbaló de entre sus manos, y fue a parar bajo mis pies.  Y comencé a rodar a toda prisa ,  como un atlético castor , balanceándose sobre un tronco. No me pude detener. Entretanto, Pepe Luiggi , chillaba y se pellizcaba la calva, como si tratara de despertar de una tremenda pesadilla

 _ PEPE LUIGGI: _  ¡Cuidado, niño!, ¡la escultura..! !la escul... ! _ exclamó con los ojos saltones como renacuajo. 

 Mientras, la descocada latita de Coca Cola, sonrió, y se mofó de mí, sacándome la lengua. ¡Intenté pararla!  Parecía un cohete a toda velocidad, el que tarde o temprano, acabaría viendo las estrellas o estrellado. 

 Y yo me sentía como un surfista, un patético surfista, intentando sortear las más peligrosas olas, a quien su tabla de surfear, no le daba ni cinco de bolilla, e incluso parecía manifestar auténtica vida propia. ¡Maldición! ¡no se detiene! _ chillé aterrorizado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.