Yo no creía en las predicciones, ni en las lecturas de cartas o café, pero Mina hacía que lo encontrara divertido. Justo se encontraba observando el fondo de la taza para interpretar —como ella dice— los restos de mi bebida.
—¿Qué ves? Anda, ya dime —Me encontraba impaciente esperando que Mina me dijera de una vez por qué tanto misterio. Ella relamió sus labios para después apretarlos en una línea entornando pensativa los ojos.
—Humo —dijo por fin, pero no comprendí.
—¿Humo? ¿Qué significa eso?
—Que tu felicidad la podrás ver únicamente a través del humo.
—¿Debo incendiar algo para que eso suceda? —inquirí a modo de broma.
—No, solamente prestar atención. Según este café, el humo te mostrará tu felicidad, pero hay algo más —Esperé atenta a sus ocurrencias—. No, debe haber un error —dijo con expresión confusa.
—¿Qué? ¿Qué se supone que ves? —pregunté con interés, pues ya me tenía completamente intrigada.
—Es que puede interpretarse como un intercambio, no sé... Se me ocurre que puede ser una despedida por una bienvenida.
—No, Mina. Eso ya no me gustó. Deja eso —pedí aturdida sintiendo escalofríos.
—Habrá muchos cambios en tu vida, Regina —avisó seriamente—. Cambios muy impactantes.
—En serio, ya me estás asustando, no digas más.
—Bien —Asintió dejando la taza de café sobre la mesa e hizo una seña al mesero para que nos llevara la cuenta—. Entonces, ¿ya le dirás que estás embarazada?
—Aún no lo sabemos, Mina. No hagas que me ilusione.
—Irás en un rato por los resultados, y tengo ese presentimiento de que lo estás.
—Ojalá fuera así —mencioné pensativa con un aire de anhelo, pues, aunque me resistía a creer en las predicciones que solía hacer mi amiga, siempre acertaba lo cual me dejaba sembrada la duda y acrecentada la expectativa.
El chico que nos atendía nos llevó la cuenta y ambas nos encaminamos hacia donde mi ginecólogo tenía su consultorio. Y como mencioné anteriormente, Mina siempre acertaba y en esa ocasión no fue la excepción. Ambas nos despedimos y me fui a casa emocionada pensando que estaba por cumplir uno de mis más anhelados sueños.
Samuel y yo teníamos mucho tiempo intentando ser padres, pero no lo lográbamos. Días atrás de mi encuentro con Mina, comencé a tener los síntomas de un embarazo, pero no quería hacerme ilusiones, así que me hice una prueba la cual salió en su momento positiva.
Me estaba volviendo loca con el tráfico que invadía la avenida principal, era insoportable y yo, con esas terribles ansias de llegar pronto a casa, no ayudaba mucho a mi tranquilidad. El maldito embotellamiento me tenía atada y me encontraba en verdad desesperada por darle la noticia a Sam.
Hice tamborilear mis dedos sobre el volante tras dejar escapar un suspiro intentando controlar mis nervios. Una vez que logré salir de la desesperante hora pico, llegué al edificio donde vivíamos. Las manos me temblaban de la emoción, y mis movimientos no eran del todo acertados.
Por un segundo pensé que subir por las escaleras me haría llegar mucho más rápido, así que caminé hacia ellas, pero me detuve. Apenas y pisé el primer peldaño, coloqué instintivamente mi mano sobre mi vientre, y sonreí mordiéndome el labio inferior. No podía apartar de mi mente las posibles reacciones que tendría Samuel al escuchar la noticia y así es como mis ansias aumentaban.
Evitando el más mínimo riesgo, decidí que ir por el ascensor sería mucho más seguro. Esperé observando con atención los números que contaban en retroceso, las puertas abrieron y subí mirando mis manos temblar al presionar el botón del cuarto piso. Salí apresurando el paso, pero al instante lo disminuí frotando mis manos sobre la tela de mi falda, estaba tan nerviosa que incluso las agité en el aire con la intención de que secaran.
Abrí la puerta del departamento y caminé despacio hasta la habitación. Lentamente, empujé la puerta, y mi sonrisa, esa que se había rehusado a abandonar mi iluminada mañana, se desvaneció al instante cuando observé el cuerpo de Sam desnudo de la cintura hacia arriba.
Mi mundo terminó de desmoronarse al ver el brazo delgado que rodeaba la espalda de Samuel. Dejé caer el bolso al piso emitiendo un ruido amortiguado por la alfombra gris.
Ella asomó la cabeza sin sorprenderse por mi presencia.
Mi corazón comenzó a latir con tal desespero que, el oxígeno comenzaba a sentirse ausente.
―Llegaste antes... ―mencionó con pesadez en su voz para después reacomodarse en la cama con toda la intención de despertar a Samuel. Él abrió los ojos poco a poco, me miró en su primer plano, parecía desorientado―. Despertaste, Bombón ―mencionó ella llamando su atención―. Fue tan intenso, que te has ido de largo con el sueño.
―¡Carajo! ―exclamó Samuel al verme nuevamente después de mirarla a ella.
Mi hermana no fingió sorpresa alguna, tal parecía que ese asunto la tenía sin cuidado y que incluso le divertía. Sam se levantó, pero aún tenía vestigios de sueño y por consecuente, tropezó cayendo al piso.
Retrocedí varios pasos, pero entonces recordé que en el bolso traía el sobre con los resultados del examen clínico y me regresé para tomarlo. Al agacharme, pude ver una pequeña gota de sangre que se deslizaba por mi pierna. Levanté la vista y vi a Sam colocarse la ropa torpemente, mientras que ella, mi hermana, permanecía en la cama desnuda observando los torpes movimientos de mi esposo.
Salí del lugar a toda prisa sin detenerme, encaminándome hacia las escaleras. Me sentía tan dolida que no me importó el intenso dolor que se centró en mi vientre.
―¡Espera, cariño! ―gritó Sam sujetando mi brazo en cuanto me dio alcance―. Puedo explicarlo. No estaba haciendo nada, en serio.
―No me pareció que no estuvieras haciendo nada, Sam ―dije con la voz quebrada―. ¡Estaban desnudos! ¡Ambos! ¡Sobre mi cama!
―Te lo juro que no la toqué ―aseguró pasándose las manos por el cabello, parecía que aún se encontraba aturdido.