Los días avanzaban con lentitud cada vez que me daba cuenta de que caía más en sus encantos, en sus risas y juegos. Escapar no era una opción, no ahora que sabía con exactitud lo que sentía.
Todos en aquella playa parecían vivir vidas de ensueño, despreocupándose de los trabajos agotadores que les esperaban en casa, de las peleas que aun faltaban por soportar. A pesar de eso, ahí estaban todos, bebiendo y riendo, mirándose los unos a los otros esperando que el día no se acabara.
No sabía divertirme, lo intentaba, pero siempre sentía que me opacaba la vergüenza. Este mundo no es para personas introvertidas me dice una vocecita en mi cabeza. Me rio de mi propia conciencia, esperando al chico de cabello despeinado y pecas en su rostro. El joven chico se sienta a mi lado, sentí el calor subir a mis mejillas ¿Cuándo iba a decirle la verdad? Nunca.
Él pertenecía al mundo donde siempre quise estar, el mundo que desconoce lo que es deber dinero a alguien. El mundo de la gente sin problemas. Vuelvo a sonreír ante tal idea, éramos amigos desde hacia ya mucho tiempo, pero siempre caía cuando sus ojos verdes me miraban, diciéndome que un día escaparíamos juntos a recorrer el mundo.
Visitaremos las siete maravillas me había dicho.
Yo quiero ir a Roma, y vivir haya le respondí.
Iremos y viviremos en Roma entonces contesto, había seguridad en su voz, así que yo le creí.
- ¿Cómo va todo? - me pregunto, el día era soleado, su cara estaba blanca por el bloqueador, el cual cubría por completo todas sus pecas.
-Como siempre -respondí de forma cortante. El chico me miro, con el ceño fruncido y un puchero.
- ¿Siempre eres así?
-Si- ambos nos echamos a reír, los dos sabíamos que eso no era cierto.
Pasamos el resto del día, entre risas y charlas con nuestros amigos, era el primer día de vacaciones. Todos querían ir juntos a España, me negué rotundamente a esa idea, así que luego de que todos empacaran y se fueran. Volví a quedarme sola en casa, sin compañía.
Buscaba en el chat de mi amigo, aquella canción, esa melodía que se paseaba por mi cabeza a todas horas, su voz. No se cuanto tiempo pase, escuchando sus mensajes hasta caer en un profundo sueño. El sonido de mi celular me despertó, llevaba semanas en la soledad de mi casa y ni mis padres se dignaban a llamarme. Mire la pantalla del móvil, Kat se leía. Conteste el celular, no se escucho nada por unos momentos, hasta que por fin la vos de mi amiga Katherine se escucho al otro lado de la línea.
-T-Tienes q-que venir a España- dijo tartamudeando.
- ¿Paso algo? - respondí, con la voz más tranquila que podía tener.
-O-ocurrió un ac-accidente - logro decir entre sollozos.
Colgué el celular, sin pedir más explicaciones, tome un rápido baño y reserve el primer vuelo a España que encontré Por favor que no sea él me decía a mi misma Por favor, que no le haya pasado nada grave
Llame a su celular, apagado. Llame a mi hermana, teléfono apagado. Nadie me atendía el móvil, miraba por la ventana del avión. El inconsciente temblor en mis manos volvió, sentí una gota de sudor deslizarse por mi nuca hasta mi espalda. Mi corazón latía con fuerza cada vez que el avión se acercaba más a tierra firme, solo deseaba ver al chico de pecas sano y salvo.
-Te dije que no lo tiraras - me decía enfadado.
-Yo no lo tire, se me resbalo de las manos- me defendí.
- ¡Se te resbalo directo a la cara de una profesora? como no.
- ¡Ella se metió en el camino!
Nos quedamos en silencio, estábamos sentados en la oficina del director. Mis manos temblaban sin parar, y el chico de ojos verdes se percato de esto. Me miraba de forma despectiva, seguro analizando si ayudarme o no. Me faltaba el aire, comencé a hiperventilar, sentía que me ardían los ojos, con lagrimas que suplicaban que las dejara salir. Sentí una mano sobre mi hombro, giré mi cabeza para ver al chico que me miraba de forma tranquila, sus ojos trasmitían mucha paz.
-Lamento haberte hablado así- murmuro, quitando su mano de mi hombro y volviendo su vista hacia el escritorio del director.
Ahí fue donde me di cuenta, no en el mejor momento y circunstancias, que la voz de aquel chico se iba a convertir en mi melodía favorita y que el color de sus hermosos ojos se convertiría en mi nuevo color favorito.
Llame a uno de los chicos, para que me dijeran donde estaban y que había pasado. Llegué al hospital, era grande y tenia un nombre que ahora no recuerdo. Cuando llegué, corrí como nunca buscando con prisa la habitación numero 104.
Había un diluvio afuera, las personas caminaban con calma por los pasillos, algunos reían, otros solo se limitaban a observar.
- ¿Qué paso? - logre preguntarles a los pocos compañeros de mi salón que estaban afuera de la habitación.
-Uno de los carros en los que íbamos choco- contesto una chica de cabellos rubios, la misma tenia un par de heridas en el rostro- Algunossalieron gravemente heridos.
- ¿Y los otros?
Todos se quedaron en silencio.
- ¿Dónde está él? - pregunte, con el corazón a punto de estallar.
Otro silencio.
Me limite a ver las caras afligidas de mis compañeros, asome mi cabeza por la ventana de la habitación. Había rostros conocidos, pero ninguno de ellos tenia el cabello despeinado y pecas.
Sentí como mi corazón termino de romperse, me costaba hacer que el aire llegara a mis pulmones, los demás solo se quedaron viendo como lentamente caí en el piso, a punto de explotar en llanto.
-Llevaba eso en su mochila - escuché una voz, sonaba tan lejana que no pude saber si era femenina o masculina.
Mire el suelo, donde cayo un pequeño sobre color amarillo pastel. No estaba sellado, así que se abrió con mucha facilidad. Mi vista estaba nublada me costó mucho enfocar lo que decían los dos papeles que tenía en mano.
Eran tiquetes de avión.
Me llevé una mano al pecho, por un momento sentí que mi corazón dejo de latir. Aun en el frio piso, saque otro pequeño papel del sobre. Era el último que quedaba. En el cual, una hermosa letra cursiva decía:
¿Aceptas viajar a Roma conmigo?
Aun sigo viendo sus ojos verdes cada vez que cierro los ojos, recuerdo el delicado sonido de su vos, su risa, su forma de actuar y moverse. Ahí fue donde empezó mi error, sabía que era estúpido enamorarse, pero pensé que valía la pena. Pensé que valía la pena por que se trataba de él, del chico que me cuido cuando tenia un resfriado, el que me compro mi primer skate, el chico que me ayudo a superar mi primera ruptura amorosa.
Fueron mejores los tiempos de viajes en auto, cantando a todo pulmón. Fueron mejores los tiempos en los que comíamos helado hasta empacharnos . Fueron mejores los tiempos en los que, nuestra amistad era un simple pasaje y no algo que marcaria por completo mi vida.
No fue su muerte lo que más me dolió, fue el hecho de que, la cobardía nunca me dejo decirle lo mucho que le amaba y que si quería viajar a Roma con él.