Fuego Azul

Capítulo 1

Me alistaba para mi examen de admisión para Stanford, estaba a punto de cumplir con los sueños de mi madre y también podría decirse los míos. Pensé en ir con ropa elegante para dar una buena impresión, por eso decidí ponerme una falda recta de color gris con una camisa blanca mangas largas metida por dentro y unos tacones negros, no me gustaba usar tacones pero así me vería más elegante. Me miré en el espejo para ver cómo me veía y sentí que me faltaba algo, no era la ropa era mi cara, y eso era maquillaje, nunca lo usaba pero este era el momento perfecto.

Rebusque en mis cosas y encontré una pequeña caja con polvo para la cara, sombras, labial y máscara, mi madre me la había regalado por mi 15° cumpleaños, yo había fingido que me gustaba pero a los pocos minutos de que mi mamá ya no estaba la había tirado en la mesa de noche y más nunca lo había utilizado hasta ahora.

Después de 2 horas arreglándome me mire en el espejo, me sorprendí de la persona que veía al espejo, era guapa me dije a mí misma , siempre me había visto poco bonita comenzando por la lista de pecas que me llenaba la cara, lo único bonito para mí, eran mis ojos de un exuberante azul y poco común, todos amaban mis ojos, decían "Son hermosos" yo sólo sonreía cuando lo decían.

Timbra mi celular en mi bolso y lo saco apresuradamente.

-Hola

Nadie contestó

-¿Hola?, no estoy para bromas.

-Soy tu vecina la señora Cassie solo llamaba para decirte Rachel que tu madre acaba de morir.

La forma tan rápida para contarme que mi madre había muerto, me tomó por sorpresa y lo que hice fue tirarme al piso, no podía creerlo, mi madre no podía estar muerta, ella estaba de viaje en España y viva, acababa de hablar con ella en la madrugada me había dicho que me amaba, no podía estar muerta, no lo aceptaba. Lágrimas se empezaron a deslizar por mis mejillas, no podía imaginarme una vida sin ella.

-¿Rachel estás ahí?-. Respiré para contestar.

-Si-dije con la voz entrecortada, con un grito atragantado en mi garganta.

-Lo siento por decírtelo así de rápido, pero tenía que decírtelo, créeme yo estoy igual de dolida.

La señora Cassie nunca se había llevado bien con mi madre y ahora decía que estaba dolida, definitivamente la gente era una hipócrita, por algo decían que la gente siempre se porta bonita con los muertos aunque les hayan caído mal.

-Y ¿Cómo murió?-Dije carraspeando, me merecía saber tan siquiera como murió.

-Al parecer la atropelló un carro, la gente que fue testigo del accidente dice que la iban siguiendo, al parecer un ladrón que quería robarle.

-¿Y lo capturaron?-Pregunté intentando encontrar consuelo.

-No, el ladrón desapareció, los testigos presentes dicen que intentaron seguirlo pero dobló por un callejón y desapareció.

Esto era una impunidad, la justicia era una porquería, eso me invadió de rabia, ojalá yo fuera estado ahí y la fuera hecho que le diera lo que le iba a robar con tal de que estuviera viva ahora y la justicia no hubiera quedado en manos del maldito sistema, que no le importaba lo que le pasara a la gente.

-¿Estas ahí Rachel?

Le colgué la llamada y me tiré en la cama, no quería escuchar más falsas condolencias de una vecina que siempre había tratado mal a mi madre, siempre quería competir con ella, si madre compraba un carro ella también lo compraba y así era todo el tiempo, la señora Cassie no era más que una vieja envidiosa.

Hundí la cabeza en la almohada y lloré hasta quedarme dormida, cuando desperté ya se había pasado la hora para ir al examen de admisión, había perdido mi oportunidad para entrar a Stanford este año, pero ahora mismo no tenía ganas de nada, sólo quería llorar.

-¡Rachel!-llamó mi abuela a mi cuarto.

-No quiero hablar con nadie.

-Mi amor abre, el dolor es más pasable en compañía. ¡Déjame entrar!

Quizás mi abuela tenía razón necesitaba a alguien que llorará conmigo, por eso abrí la puerta.

Mi abuela corrió a abrazarme, yo puse la cabeza en su hombro y lloré, mientras mi abuela me daba golpecitos en la espalda.

-Yo no creo que pueda con esto abuela-. Dije cayendo en llanto.

Ella me hizo alzar la cabeza y me agarró la cara con las dos manos.

-No digas eso, tú y yo vamos a salir de esto te lo aseguro.

-No lo creo yo no sé si pueda hacer una vida sin ella y si lo llego a lograr no será lo mismo.

-Si lo será, este no es el fin-lo dijo con voz fuerte.

-Ten esto-me entregó un sobre pequeño blanco con diseños de flores y el remitente era mi madre.

-Ella me entregó esta carta antes de irse de viaje. Dijo que te la entregara antes de que te fueras a la universidad.

Me quedé mirando el sobre, recordando la buena caligrafía que tenía mi madre y su perfeccionismo con las cosas.

-Si quieres no la abras ahora, pero me asegurare de que la leas, no puedo contártela porque es mejor que la leas.

-Gracias.

Mi abuela se fue de mi cuarto y me dejó de nuevo sola. Me tiré en la cama y decidí abrir la carta.




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