Fuego Cruzado

CAPÍTULO 1: ÓRDENES DESDE LO ALTO

Hailey Carter estaba sentada en la oficina del capitán Reynolds, con la espalda recta y las manos firmes sobre sus muslos. El aire olía a café rancio y a papeles viejos. Las persianas a medio cerrar dejaban entrar apenas un hilo de luz, suficiente para iluminar los expedientes apilados en el escritorio. La tensión en la sala era palpable.

—Oficial Carter, tenemos una misión para usted —anunció Reynolds, sin apartar la vista de un informe.

Ella mantuvo la expresión neutra, pero su corazón se aceleró. Había estado esperando esta oportunidad. Finalmente, podía demostrar que no era solo una analista de escritorio.

—Se trata de una operación encubierta en un territorio hostil —continuó el capitán—. Tenemos información de que un traficante de armas, conocido como "El Cuervo", está vendiendo tecnología militar a grupos extremistas.

Hailey asintió. No era la primera vez que escuchaba de él.

—Necesitamos infiltrarnos y localizarlo antes de que complete su próxima venta. Usted será nuestra persona en el terreno.

—¿Tendremos apoyo local? —preguntó Hailey, con su voz serena pero alerta.

Reynolds frunció el ceño antes de deslizar un archivo hacia ella. Hailey lo tomó y, al abrirlo, su estómago se tensó.

Una fotografía gastada de un hombre con barba incipiente y ojos acerados la miraba fijamente desde la hoja. Logan Reed.

Su ex padrastro.

—Él será su contacto —informó Reynolds—. Logan Reed ha trabajado en el mercado negro durante años. Tiene conexiones dentro de la organización de El Cuervo.

Hailey tragó saliva. Hacía diez años que no lo veía. La última vez, él había salido de su vida sin mirar atrás, justo después de su divorcio con su madre.

—Él no es militar —replicó, midiendo sus palabras.

—No, pero conoce cómo moverse en este mundo. Sin él, estará expuesta. Él hará que la acepten en el círculo correcto. ¿Entendido?

Hailey cerró el archivo con un suspiro contenido. No había lugar para las emociones en una operación de este nivel.

—Entendido, señor.

—Su vuelo sale mañana al amanecer —continuó Reynolds—. Cambie su identidad, nueva documentación. En el campo, usted es "Elena Ross".

Hailey tomó la nueva credencial falsa y la revisó. Pelo castaño en lugar de su rubio natural, antecedentes limpios. Era una extraña y, al mismo tiempo, ella misma.

—Éxito en la misión, Carter —concluyó Reynolds.

Ella se puso de pie, asintiendo. Tenía menos de veinticuatro horas para prepararse.

Esa noche, Hailey no pudo dormir. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Logan Reed regresaba a su mente.

Recordó la última vez que lo había visto. Ella tenía catorce años, él treinta y cinco. En aquel entonces, él era un soldado de mirada dura pero protector. Siempre distante, pero innegablemente presente. Hasta que dejó de estarlo.

No debía pensar en eso. Ahora, él era solo un contacto más.

A la mañana siguiente, abordó un vuelo con destino a un país sin nombre, sumergido en la penumbra de la guerra. El viaje fue silencioso. A su llegada, un auto negro la esperaba.

El conductor no habló. Solo la llevó a un edificio viejo, con ventanas cubiertas de polvo. Hailey bajó y se acercó a la puerta de acero oxidado. Tocó dos veces.

La puerta se abrió.

Y allí estaba él.

Logan Reed se veía diferente. Más endurecido. Su cabello estaba más corto, su rostro más marcado por los años. Sus ojos grises se clavaron en los de ella con frialdad.

—Ha pasado mucho tiempo, pequeña —dijo con una voz baja y grave.

El corazón de Hailey latió con fuerza. No era una niña. No más.

—Necesito tu ayuda —dijo, controlando su voz.

Logan la miró con una expresión indescifrable antes de sonreír levemente.

—Claro, princesa. Pero no va a ser gratis.

Hailey tensó la mandíbula. Sabía que esto no iba a ser fácil, pero no esperaba esa chispa de burla en sus palabras.

—No tengo tiempo para juegos, Logan. Esto es serio.

Él cruzó los brazos y apoyó un hombro contra la pared, evaluándola con la mirada.

—Siempre tan mandona —murmuró—. Bien, dime qué necesitas y veremos si vale la pena ayudar.

—Acceso a El Cuervo. Lo antes posible.

Logan soltó una risa seca.

—¿Sabes lo que estás pidiendo, niña?

Hailey endureció la expresión.

—Soy perfectamente consciente.

Logan la observó unos segundos más, luego asintió lentamente.

—Está bien. Pero con una condición.

—¿Cuál? —preguntó Hailey, con recelo.

Logan se inclinó un poco más cerca, su aliento cálido rozando la piel de ella.

—Me obedeces en todo. Sin preguntas, sin objeciones. Aquí no eres una oficial de inteligencia, aquí eres solo una infiltrada que necesita sobrevivir.

Hailey sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero mantuvo su expresión firme.

—Hecho —dijo, sin titubear.

Logan sonrió con una mezcla de diversión y peligro.

—Entonces prepárate, princesa. Porque una vez que entres en este mundo, no hay vuelta atrás.

El juego había comenzado.




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