Fuego Cruzado

CAPÍTULO 2: ZONA DE GUERRA

El ruido del motor resonaba en sus oídos mientras el vehículo avanzaba por caminos irregulares cubiertos de polvo y escombros. Hailey mantenía la mirada fija en el horizonte, tratando de calmar su respiración. Su corazón latía rápido, pero su rostro permanecía impasible. La sombra de Logan a su lado se sentía más pesada que nunca.

Desde el momento en que había visto su rostro, una mezcla de emociones había explotado dentro de ella. Él estaba allí, tan real como el calor sofocante del desierto. Ya no era solo una imagen borrosa en sus recuerdos, sino un hombre de carne y hueso con cicatrices que contaban historias que ella desconocía.

—¿Tienes miedo? —preguntó Logan, sin apartar la vista del camino.

Hailey se obligó a esbozar una sonrisa irónica.

—¿De qué? ¿De morir en un país olvidado por el mundo o de verte de nuevo después de tantos años?

Él no respondió de inmediato. En cambio, apretó el volante con más fuerza, como si luchara con algo dentro de sí mismo.

Logan soltó una breve carcajada, aunque sus ojos no reflejaban diversión alguna.

—Supongo que ambas son opciones razonables —murmuró.

El ambiente entre ellos se tensó. Hailey se permitió observarlo de reojo. Su rostro estaba más curtido, las líneas de expresión más marcadas. Había algo en él que antes no estaba: una dureza más allá de la frialdad militar que recordaba.

—No soy la misma niña que dejaste atrás —soltó de repente, sintiendo que la rabia contenida asomaba en su voz.

Logan giró el rostro levemente hacia ella, sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible.

—Lo sé —respondió—. Y tú tampoco tienes idea de quién soy yo ahora.

El silencio que siguió fue denso. Hailey sintió cómo las palabras que quería decir se agolpaban en su garganta. ¿Qué había sido de él todos estos años? ¿Por qué se convirtió en un fantasma que ella nunca pudo olvidar?

El vehículo se detuvo abruptamente y el conductor giró la cabeza.

—Llegamos. No tenemos mucho tiempo. Sigan mi señal y no hagan ruido.

Hailey tomó aire profundamente y asintió. Logan salió primero, su postura relajada pero alerta. Ella lo siguió, sintiendo cómo cada paso la acercaba más al peligro. Estaban en un territorio donde un solo error podía costarles la vida.

La brisa era caliente y polvorienta, llenando sus pulmones de una sensación árida. Alrededor, las casas derruidas y los muros con impactos de bala hablaban de una guerra que no tenía intención de terminar.

—Mantente cerca de mí —susurró Logan mientras avanzaban.

Hailey obedeció. No estaba dispuesta a admitirlo, pero su presencia era lo único que evitaba que el miedo la consumiera.

El mercado negro era una maraña de calles angostas y puestos improvisados. Voces en distintos idiomas se mezclaban con el aroma de especias y sudor. La gente pasaba apresurada, algunos cargando mercancía ilegal, otros vigilando con recelo a los recién llegados.

Hailey trató de mantener un perfil bajo, pero su mente estaba alerta. Cada rostro podía ser un informante, cada mirada prolongada, una amenaza.

—Sigue mi ritmo —susurró Logan, sin voltear a verla.

Ella obedeció sin discutir. A pesar de los años, su instinto confiaba en él. Sabía que, a pesar de todo, Logan nunca la dejaría caer. Pero, ¿era eso cierto ahora? ¿O solo se aferraba a una idea que ya no existía?

Se detuvieron frente a una tienda con cortinas desgastadas. Logan empujó la puerta y entraron en un espacio oscuro con estanterías llenas de objetos de dudosa procedencia. El aire estaba impregnado de incienso y humo de cigarro.

Un hombre de complexión robusta y mirada astuta los esperaba detrás de un mostrador.

—No esperaba verte de vuelta, Reed —dijo con voz rasposa.

—Necesito acceso a la reunión de esta noche —respondió Logan, directo.

El hombre miró a Hailey con interés.

—¿Quién es ella?

Hailey sostuvo la mirada sin pestañear. Sabía que su papel en ese momento no era solo el de una infiltrada, sino también el de una pieza en el juego de Logan.

—Es mi garantía —dijo Logan con frialdad—. Y si intentas tocarla, te mato aquí mismo.

El hombre rió, pero no insistió. Hailey sintió un escalofrío recorrerle la piel. Sabía que ese tipo de amenazas no eran vacías.

—Está bien, Reed. Pero si quieren acceso, habrá un precio.

Logan suspiró, como si ya esperara esa respuesta.

—Dímelo y veremos qué tan caro es.

El hombre se inclinó un poco más y sonrió.

—Quiero información sobre El Cuervo. Algo que nadie más tenga.

Hailey intercambió una mirada con Logan. Sabía que ese intercambio los metía en un juego mucho más peligroso del que habían anticipado.

Logan tensó la mandíbula. Sus ojos se oscurecieron por un instante antes de responder.

—Esa información tiene un costo también.

—Todo tiene un costo, Reed. O me traes lo que quiero, o no hay trato.

El hombre los observó con una media sonrisa, disfrutando de la incomodidad de la situación.

Hailey sintió una punzada de adrenalina en su interior. Estaban entrando en una red de mentiras y peligro, y no había vuelta atrás.

Logan miró a Hailey y asintió lentamente.

—Entonces, tenemos un trato.




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